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—Venga, Nur. ¿Qué vas a hacer con lo que sientes por ella? —insiste Val.
Huele a tomillo, a mar. Me siento acorralada. Una cosa es decirlo; otra, sentirlo, y otra, muy distinta, afrontar esos sentimientos desde la realidad. Hasta ese día, yo era la chica bajo la sábana mirando la vida a escondidas.
Val vuelve a dibujar una figura imprecisa con el humo del cigarrillo y este asciende perezosamente por encima de su cabeza. El mar rompe contra las rocas. La música de fondo de mi vida es el mar.
Nací en él. Volveré a él. Es un pacto. Nacho y yo lo hemos hablado. Esperaremos a que cumpla su condena, exhumaremos los restos de Val y los incineraremos. Se la daremos al mar, para que cuide de ella. Sabrá esperarnos. A veces he soñado que me sumerjo en un mar atravesado de sol y que Val viene a mi encuentro. Sonríe. Toma mi mano. Quiere mostrarme algo, pero no llega a hacerlo. Mi sueño siempre acaba antes de que lo haga. Tengo curiosidad por saber qué es, pero su incógnita no me desasosiega, no me despierto de ese sueño inquieta o turbada. He visto a Val. Qué más puedo pedir.
—Estás colada por ella desde Primero —insiste Val—. Desde que la viste entrar en la clase. Te apuntaste a teatro por ella y eso que eres una patata como actriz.
—Me apunté para ayudar con los decorados.
—Y para espiarla.
—Yo no espío a Elisa.
—No es un crimen admitirlo.
—¡Pues lo parece, joder!
Pego un puñetazo sobre la tierra. Me hago daño con las piedrecitas que se clavan en mi carne.
Valeria me mira, atónita. Respiro con agitación, perpleja a mi vez por mi propia reacción. Ha sido un latigazo de rabia inesperado hasta para mí. ¿Dónde lo tenía guardado? ¿Entre la resignación y la rendición?
—No lo es, Nuria —me dice ella, muy seria.
Sabe que estoy a punto de echarme a llorar. Ahora, con el paso del tiempo, sé apreciar mejor el tipo de persona que fue Valeria. Alguien que tuvo que madurar muy rápido, que conoció demasiado pronto el lado sombrío, lo que se esconde tras la puerta, lo que camina entre susurros de labios fruncidos. Aquello la hizo quemar etapas, madurar antes de tiempo. La colocó entre lo que tendría que haber sido y lo que la vida le obligó a ser. Valeria era capaz de los mayores disparates, pero bajo su piel latía la sabiduría del que está acostumbrado a perder. Nunca comprenderé por qué calló lo que pasaba en su casa, pero sé que esa pregunta la hago desde la perspectiva del ahora. Antes, callar y aguantar era lo que había. Ahora, demasiadas veces, también.
—¿Es que alguien te ha dicho algo? —pregunta con recelo.
Sé que sería capaz de liarse a tortas con ese alguien si así fuera. Mi leal Valeria.
—No —digo con la voz congestionada. Pero soy incapaz de continuar.
—¿Te da corte hablar de esto?
La miro, ruborizada hasta la médula.
—No pasa nada, Nur, ya te lo he dicho —me anima. Yo rehúyo su mirada. Se acerca a mí, se sienta a mi lado y me pasa un brazo sobre los hombros. Nos quedamos unos segundos en silencio, ella abrazándome y yo tratando de relajarme. Suspira con profundidad y chasquea los labios—.
Ahora, que si lo tuyo por Elisa es contagioso, la hemos cagao. A ver qué le digo yo a Nacho.
Me echo a reír. Val siempre lo consigue. Consigue que la vida funcione, pese a todo.
Pero esa misma vida le negó ese derecho a ella.