25
Durante los tres días siguientes, Esme, Liv, Ru y Atty se esmeraron en consolidar su hermandad.
Liv encontró una acupunturista y fueron las cuatro juntas, aunque a sesiones individuales. Liv les explicó que con la acupuntura la fuerza zen circularía en todo el cuerpo y las abriría a la vida y a todas sus posibilidades.
—¿Como tu padre cuando te prepara un magnífico regalo? —preguntó Esme.
—¿O como cuando es cuestión de ligues? —preguntó Atty muy seria.
Liv se encogió de hombros.
—Id y dejaos llevar.
Echaba de menos a la señora Kwok y deseaba darle las gracias por haberla arrancado de la ventana el día del huracán.
Durante la sesión, Atty tuiteó: «Almohadillas vivas. ¿Se trata de amor realmente?» #hermandad y «Me siento como una de las mariposas de Navokov clavadas a una pizarra de corcho.» #hermandad y, por último, «J con esta M. Estoy perforada.» #porhermandadnovalelapena.
Jugaron unas partidas de cucharas, pero Liv y Esme cogieron una al mismo tiempo y riñeron, no mucho, pero ninguna de las dos quiso ceder. Estuvieron sentadas en sendas sillas, en la cocina, durante cuarenta y cinco minutos hasta que Liv lo admitió.
—Es una estupidez. Has ganado. ¿Qué pasa contigo?
—¡Gané! —dijo Esme; levantó los naipes de la mesa y metió las cucharas en el lavaplatos.
Atty tuiteó: «Observando a mujeres adultas retroceder a las estructuras jerárquicas de la escuela secundaria.» #feahermandad.
Una mañana, temprano, sacaron las viejas bicis del cobertizo y durante hora y media se esforzaron en repararlas, hasta que finalmente se rindieron a la evidencia: era imposible inflar las ruedas porque las gomas estaban podridas. Empapadas de sudor, pero resueltas, alquilaron bicicletas en la playa y fueron a dar una vuelta por el paseo.
Atty tuiteó:
«Detesto hacer ejercicios de vieja.» #hermandad y «Todas nos hemos puesto pantalones de yoga, pero ninguna hace yoga.» #hermandad y, por último, «Si mi bici tuviera una cesta, metería dentro a Toto.» #hartadelahermandad.
Intentaron enseñarle a Ingmar, a fuerza de artimañas, a subir la escalera, pero no lo consiguieron. Atty tuiteó: «El collie clavado en tierra; nunca logrará subir la escalera.» #sobrevalorado.
Y subieron al tercer piso, a distraerse un rato. Ru encontró el viejo tocadiscos y puso uno de Sean Cassidy. Esme se entretuvo clasificando fotos antiguas. Liv pegó las mejores en la pared, y, por alguna razón, encontró en ello una forma de consuelo. Atty se puso a revisar cajas viejas y en una de ellas descubrió tres objetos de madera envueltos con una tela. Pero no sabía qué eran.
—¿Qué son? —preguntó agarrándolos como si se tratara de un ramillete de tres tallos.
—Batutas de director de orquesta —le explicó Ru.
—¿Vosotras estudiasteis dirección de orquesta? —preguntó Atty.
Liv estiró la mano y cogió una; la levantó en el aire con destreza.
—Dirigíamos tormentas —contó—. Augusta nos enseñó.
Esme sacudió la cabeza.
—Fue una infancia rara —murmuró.
—También es rara nuestra vida adulta —opinó Ru.
Sonó la alarma de un móvil.
—Debo ir a mirar el flan —dijo Liv.
—¿Estás preparando un flan? —preguntó Esme.
—Es un plato reconfortante.
Mientras comían el flan, entre las cuatro elaboraron un plan.
Aunque Esme ya sabía lo que ella deseaba obtener de su padre —que encontrara a Darwin Webber y le pidiera disculpas—, decidieron que cada una de ellas debía formular una petición.
—Yo no soy más que su nieta. ¿Tengo necesidad de pedirle algo? —preguntó Atty.
—Puedes escoger —le dijo Esme.
—Podría pedirle que me eche una mano con mis Nancy Drew —reflexionó Atty—. Me faltan seis y no puedo conducir.
—Bueno, el viejo puede llevarte. Ya lo tienes —intervino Ru.
Liv trató de excusarse con el argumento de que había recibido de él más de lo que esperaba.
—Son cosas materiales —le recordó Esme—. También puedes querer algo en el plano emocional.
—La verdad es que no me siento cómoda con eso de querer algo en el plano emocional —contestó Liv.
—Bueno, todas tenemos algo que pedirle y debemos hacerlo —afirmó Ru, quien acababa de inventar la regla.
—De lo contrario, van a decir que la única necesitada soy yo y eso no es justo —argumentó Esme.
—Entonces, Ru, ¿tú qué quieres? —le preguntó Liv.
—Todavía no estoy segura, pero ya se me ocurrirá.