EPÍGONOS

INTRODUCCIÓN

1. Autor y datación de «Epígonos»

El poema Epígonos lo atribuye a Homero, con dudas, Heródoto (fr. 3) y con seguridad, el Certamen de Homero y Hesíodo (fr. 1 que es continuación inmediata del fr. 1 de la Tebaida). No obstante, hay que prestarle a estas informaciones el mismo crédito que a las fuentes que atribuyen también a Homero la Tebaida.

Más interés tiene la referencia del escoliasta de Aristófanes[1], que atribuye la obra a un Antímaco, que no puede ser el épico de Colofón, nacido a fines del siglo V a. C., sino un Antímaco de Teos situado por Plutarco[2] hacia el 753 a. C. La obra remontaría, pues, también al siglo VIII a. C. y probablemente constituía, como quiere Severyns[3] una imitación y continuación de la Tebaida, compuesta por la fama ganada por este poema.

La obra parece que sigue siendo bien conocida aún en la época de Aristófanes, ya que un personaje de la comedia la Paz[4] cita su primer verso, lo que parece situarla como algo común en el aprendizaje escolar de la época.

2. Argumento

Como ya se indicaba en la introducción a la Tebaida, el tema de Epígonos es la toma de Tebas por los argivos, una generación después de la expedición de los Siete. Acerca de ello, y de las dudas sobre la realidad histórica de esta segunda guerra ya se dijo lo fundamental en ese lugar.

Es poquísimo lo que los fragmentos conservados nos informan sobre el contenido de los casi siete mil versos de Epígonos, por lo que resulta arriesgado atribuir a este poema todos los episodios que sobre el tema se recogen en versiones posteriores.

Es evidente que se narraría la expedición en la que los argivos derrotaron en Glisas a los tebanos, mandados por Laodamante, hijo de Eteocles. Los tebanos se refugiaron entonces en la ciudad, que fue asediada y tomada, ocupando entonces el trono Tersandro, hijo de Polinices.

Los participantes en la expedición son hijos de los que intervinieron en la campaña de los Siete, y en general, coinciden con los caudillos de Troya. En efecto, en la Ilíada se hacen varias alusiones a esta guerra, la más interesante de las cuales es la que ya citamos, pero conviene traer de nuevo a colación, en boca de Esténelo[5]:

Nosotros nos jactamos de ser con mucho mejores que nuestros padres. Fuimos nosotros quienes tomamos la sede de Tebas, la de siete puertas, llevando una hueste menos numerosa, al pie de un muro más fuerte, confiados en los prodigios de los dioses y en la ayuda de Zeus.

Bien entendido que la comparación no se establece sólo entre la segunda expedición contra Tebas y la primera, sino en el contexto en que aparece se trata de una comparación entre la campaña de los Epígonos y la Guerra de Troya. La «hueste menos numerosa» y el «muro mucho más fuerte» eran los de Tebas en relación con los de Troya.

Un testimonio de Píndaro[6], normalmente muy fiel a la temática del Ciclo, implica que Adrasto tomó también parte en la campaña y que perdió en ella a su hijo Egialeo, caudillo de la expedición:

(La profecía) que otrora vaticinó el hijo de Oicleo, al ver en Tebas la de siete puertas a sus hijos resistiendo con la lanza, cuando desde Argos llegaron en la segunda expedición los Epígonos.

Así dijo acerca de los combatientes:

—Por la naturaleza, el noble ánimo vuelve a aparecer de padres a hijos. Veo con claridad a Alcmeón, agitando el dragón moteado sobre el resplandeciente escudo, el primero en las puertas de Cadmo. El que se esforzó en el primer infortunio[7], el héroe Adrasto, ahora se mantiene en un auspicio mejor. Mas lo de su casa se hallará en una situación contraria, pues será el único de entre la hueste de los dánaos que llegará con su hueste sana y salva, tras recoger los huesos de su hijo muerto por voluntad de los dioses, a las anchas calles de Abante.

En cuanto a Alcmeón, el hijo de Anfiarao, participa también en la expedición. Su marcha a Tebas, no deseada por él, se debió de nuevo a Erífila, su madre, sobornada esta vez por Tersandro, el hijo de Polinices, con una túnica mágica, regalo de Atenea. Tal escena constituía una repetición del primer soborno que se narraba en la Tebaida y menos fundado que en el otro poema, pues mientras que en la expedición de los Siete, Anfiarao sabía que acabaría en desastre y por ello rehusaba participar en ella, Alcmeón no tenía motivo alguno para no querer ir a la campaña.

La tarea de situar en este contexto, conocido con cierta amplitud a partir de fuentes posteriores, los fragmentos conservados no es ciertamente fácil.

El fr. 1 es el primer verso del poema y pertenece, por tanto, al proemio en el que se pide auxilio a la Musa para enunciar el tema de la expedición. No es en cambio totalmente seguro que el fragmento 2 pertenezca a Epígonos. La fuente atribuye la historia a los poemas tebanos, por lo que igual podría aparecer en la Edipodia o en la Tebaida. De otra parte hay una variante local de la leyenda recogida por Corina a la que ya he aludido[8] y que atribuye la hazaña de la Zorra de Teumeso a Edipo. La razón por la que varía el protagonista de la historia no es clara para nosotros.

En cuanto al fr. 3 nos informa de que el poema citaba a los hiperbóreos, esto es, a los habitantes de más allá de las tierras del Norte, un pueblo remoto y mítico[9], cuyo papel en Epígonos ignoramos. Quizá haya que poner esta mención de los hiperbóreos en relación con una noticia de que marinos de la época de Laodamante, rey de Tebas en la época de la expedición, navegaron hacia el norte.

En el fr. 4 se alude a la captura de Manto, la hija de Tiresias, el longevo adivino que aún desempeñaba probablemente un importante papel en el poema, y cuya muerte, junto a la fuente Tilfusa, quizá se narraba en él. Manto es capturada y enviada, como parte del botín correspondiente a Apolo, a Delfos, la sede del oráculo del dios, y se narraría su historia posterior.

En el fr. 5 se recogen unos versos que probablemente pertenecen a Epígonos. Nos los transmite Aristófanes[10] en una escena en la que un niño recita versos épicos, interrumpido constantemente por el protagonista de la comedia, Trigeo, que no quiere ni oír hablar de guerras. Primero recita el fr. 1 y luego versos formularios de la Ilíada. Por último, cita estas escenas que no pertenecen a Homero, por lo que es verosímil atribuirlas a Epígonos.

En cuanto al fr. 6, con graves problemas textuales, es dudoso que pertenezca a esta obra. Trata de la descendencia de Filónide, según se desprende de la comparación de este fragmento con otro de Hesíodo del mismo tema[11]:

La divina Filónide, que parió a Autólico y a Filamón, famoso por su voz. Al uno, sometida al certero flechador, Apolo, al otro, en cambio, tras haberse unido a Hermes en deseado amor.

Immisch[12] cree que el pasaje citado en el fr. 6 iría en boca de Támiris, el bardo, que celebraría su linaje en la competición que tuvo con las Musas[13], ya que Támiris era hijo de Filamón. Con todo, la inserción del fragmento en el esquema argumental resulta difícil.

3. Bibliografía

Ediciones: KINKEL, Epicorum…, págs. 13-14; ALLEN, Homeri opera, págs. 115-116; EVELYN-WHITE, págs. 486-488.

Estudios: cf. los citados para la Edipodia.

4. Texto seguido para nuestra traducción

La edición y numeración que nos han servido de base han sido las de ALLEN, aunque numero como 5 el fragmento que este autor publica sin número y añado como fr. 6 el editado por POWELL, Collectanea…, pág. 247, como el número 3 de Antímaco de Teos, aunque adopto la solución a las dificultades textuales propuestas por A. C. PEARSON, The fragments of Sophocles, Cambridge, 1917, pág. 182, y entre corchetes, la sugerencia de POWELL sobre la continuación del fragmento.

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