Anexo II

Liliputienses y enanos:

mientras más pequeños, más grandes

F. KOLTAI

Los editores del Rhode Island Lady’s Magazine me ponen en un aprieto al solicitarme un artículo sobre liliputienses y enanos célebres. El espacio es breve y son numerosos los personajes que quisiera evocar.

¿Debo comenzar por Khunapup, el esclavo enano al servicio del faraón Dadkeri-Assi, descrito en antiguos papiros como «no más grande que un gato»? ¿Quizás por Farsalio, un hombrecito de dos pies de estatura, protegido de Filipo II de Macedonia? ¿O tal vez con Jeffrey Hudson, llamado «Lord Minimus» por su talla de sólo 18 pulgadas, el gran favorito de los reyes Carlos I y Henrieta María?

Sin embargo, los enanos y los liliputienses de épocas remotas no siempre fueron bufones, criados o esclavos. Los hubo de mente brillante y buena cuna, como Philetas, un bardo de la Grecia antigua, de quien se aseguraba que, por ser tan pequeño, cada vez que salía de su casa tenía que echarse piedras en los bolsillos y usar zapatos con plomo, para evitar que el viento lo arrastrara.

Como sería imposible mencionar a todos los liliputienses y enanos famosos que han existido, sólo haré referencia a algunos de los que pude ver, en algún momento de mi ya larga vida, en teatros, circos, museos de curiosidades y barracas de ferias. Todos los que he elegido dejaron una huella imborrable en mi recuerdo.

GRANDES ENTRE LOS GRANDES

General Tom Thumb. El Napoleón de los liliputienses. De la mano de Barnum, el joven Charles Stratton conquistó primero su país y después el mundo. En los inicios de su carrera era alegre y ligero como una burbujeante copa de champaña; después, los años le trajeron no sólo pulgadas de estatura y libras de peso, sino también una solemnidad un tanto pesada. Creo que la conciencia de su inmensa popularidad afectó, en cierta medida, su capacidad para divertir a los auditorios. No obstante, eso no hizo declinar su leyenda. Ni la muerte pudo arrebatarle su condición de ídolo. Tuve la suerte de poder aplaudirlo en diferentes momentos de su carrera y de presenciar en 1863 su matrimonio, lo cual considero un gran privilegio.

Lavinia y Minnie Warren. Estas adorables hermanas, nacidas en Middleborough, Massachusetts, medían 32 y 27 pulgadas de estatura, respectivamente. Saltaron a la fama cuando Lavinia contrajo matrimonio, a los 21 años, con Tom Thumb. Minnie se retiró de los escenarios después de actuar en numerosos países junto a su hermana, su cuñado y el Comodoro Nutt, y murió de parto en la flor de la juventud. Lavinia, en cambio, tuvo una carrera mucho más prolongada y exitosa. Tras ser la devota esposa de Tom Thumb durante 20 años, quedó viuda y se casó con el Conde Primo Magri en 1885. En compañía de su segundo esposo (y de Ernesto, el hermano de este) continuó recorriendo el mundo y cosechando aplausos hasta una avanzada edad. Lavinia y Minnie Warren tuvieron otra hermana, llamada Carolina Delia, pero esta no nos interesa para nada, ya que era de estatura normal.

Comodoro Nutt. De no haber existido Charles Stratton, el Comodoro Nutt habría sido el más popular y el mejor pagado de los liliputienses del American Museum de Barnum. Aunque mucha gente lo recuerde como «el padrino de la boda de Tom Thumb», en realidad este apuesto caballero de 29 pulgadas de alto, oriundo de Manchester, tuvo una relevante trayectoria artística. George Washington Morrison (ese era su nombre real) murió en 1881, a la temprana edad de 37 años, soltero y víctima de un mal de los riñones. Tuvo muy mala suerte en el amor: pretendió a Lavinia y a Minnie Warren, pero ambas prefirieron casarse con otros.

Lucía Zárate. Belleza mexicana que llegó a Estados Unidos en noviembre de 1877, a los 15 años de edad, procedente de San Carlos. Era adorable: tímida, frágil, una florecita. Medía 19 pulgadas y pesaba 5 libras. Su primera presentación la hizo en Nueva York, en el Meade’s Midget Hall, que estaba en la esquina de 14th Street y Fifth Avenue. La vi allí y luego, dos años después, en el Masonic Temple. El 30 de octubre de 1880, la señorita Zárate partió hacia Londres, donde trabajó durante un año. Murió congelada, dentro de un tren, el 30 de junio de 1890. Le apasionaba leer. Siempre parecía triste; tal vez lo estuviera.

Princesa Paulina. La señorita Paulina Musters nació en Holanda. Aunque sus padres y sus once hermanos eran grandes y robustos, ella medía solamente 17 pulgadas y pesaba 8 libras. Viajó por Europa interpretando un número de proezas acrobáticas, y llegó a Nueva York a fines de diciembre de 1894. Falleció unas semanas después (el 14 de febrero), a la tierna edad de 19 años. La llamaban «el Gorrión Holandés».

Che-Mah, el Enano Chino. Quizás algunos no vean con buenos ojos que conceda más relevancia en este artículo a un hombrecito del Celeste Imperio que a otros renombrados liliputienses y enanos nacidos en esta gran nación. Lo hago porque, si bien las dotes de Che-Mah para el canto, el baile o la actuación eran nulas, en cambio era un filósofo en miniatura. En sus presentaciones decía al público consejos y máximas rebosantes de sabiduría oriental. Lo vi en Londres, en 1881, y luego varias veces más en Estados Unidos. Medía dos pies y una pulgada. Nació el 15 de abril de 1838, en Ningpo, isla de Choo Sang, en China. Después de retirarse, se instaló en Knox, Indiana, donde falleció hace un mes. A los 71 años, se casó con Nora Cleveland, su ama de llaves, una dama de casi seis pies de estatura y alrededor de 200 libras de peso. Se divorció de ella 14 años después.

Chiquita. La sangre ardiente que corre por sus venas (sangre azul de hidalgos de España mezclada con unas gotas de la antigua raza mora) la hizo siempre distinta y única. Es versátil, sagaz y hermosa. Desde que presencié su memorable debut, de la mano de F. F. Proctor, en 1896, supe que estaba destinada a ocupar un lugar de honor en el Olimpo liliputiense, y la intuición no me falló. Todos los periódicos la alabaron: «La novena maravilla de nuestra era» (The New York World), «El acontecimiento del siglo» (The New York Sun), «El átomo de átomos» (New York Journal). Fui testigo, después, de sus triunfos con el empresario Frank C. Bostock. Me atrevo a asegurar que una carrera como la suya difícilmente podrá ser superada. Su vivacidad, su distinción y su gracia son únicas. Dios no volverá a regalarle a la humanidad una criatura semejante. Mide 26 pulgadas. Quiero aclarar que Espiridiona Cenda («Chiquita») no nació en México —como han dicho, erróneamente, algunos ignorantes—, sino en Matanzas, una de las más antiguas y bellas ciudades de la isla de Cuba. Fue amiga personal del presidente McKinley y de su esposa. En su momento de mayor popularidad, la gente pagó un dólar por el privilegio de estrechar su mano. Llegó a recibir un salario mensual equivalente a su peso en oro (algo de lo que ningún otro artista, del pasado o del presente, ha podido vanagloriarse).

OTRAS CRIATURAS PEQUEÑAS QUE JAMÁS OLVIDARÉ

Francis Joseph Flynn («General Mite») y señora. Un matrimonio primoroso. El diminuto General Mite era oriundo del condado de Chenango, en Nueva York, y su esposa Millie (de soltera Edwards) de Kalamazoo, en Michigan. Se casaron en Manchester, durante una larga gira por Inglaterra.

Stepanida Merkulova. Rusa, de personalidad avasallante. Me encantó un número en el que silbaba La danza de las horas, de Ponchielli, a dúo con un canario. Aunque viajó mucho por Europa, nunca se presentó en Estados Unidos (razón por la cual no la incluyo en el acápite de «los más grandes»).

Sister Queene, Comodoro Foots y Little Shrimp. Un divertido trío de comediantes. Los aplaudí en 1890, en el Huber’s Palace Museum de East 14th Street.

Baronesa Simona Flament. A esta pícara francesita la vi en un teatro de variedades de París, en 1920. La anunciaban como «la más pequeña personalidad». Es pura dinamita.

Isaiah A. Hatch («Little Man»). Nació en Provincetown, Massachusetts, medía tres pies y pesaba 80 libras. Dueño de un notable talento literario, publicó varios folletos de versos y viajaba por todo el país vendiéndolos. Aunque muchos empresarios quisieran contratarlo, él prefirió conservar su independencia. Murió en 1894, a los 63 años.

Franz Ebert y Die Liliputaner. Los vi en 1890, cuando debutaron en el Niblo’s Garden. Aunque un tanto petulante y fatuo, Franz Ebert, su principal figura, era un comediante excepcional. Ebert y Die Liliputaner volvieron a Estados Unidos en otras ocasiones. Los neoyorquinos los idolatraban.

Princesa Wee Wee. La más conocida liliputiense negra. Su verdadero nombre era Harriet Elizabeth Williams y nació en Bryn Mawr, Pensilvania, en 1892. La vi en el sideshow de Dreamland, en 1908, y luego, en 1920, en otra faceta de su carrera: cuando formó parte de las Whitman Sisters, una troupe de cantantes y bailarinas que trabajaba en los vaudevilles negros. También le decían «Winnie Wee, el Éclair de Chocolate Animado».

The Little Bengalis. Equilibristas franceses. Actuaron en el Palacio del Placer de Proctor a principios de 1896.

Asra, la Lady Godiva enana. ¡Impactante y muy atrevida! La descubrí en Bruselas, en 1913. También estuvo en la Exposición Internacional Panamá-Pacific de San Francisco, en 1915.

Sonia y Sacha. El mejor dúo de ballet liliputiense que he visto. Los conocí en París, en 1917, recién llegados de Rusia, y desde entonces tenemos una bonita amistad.

Los Zeynard. Temerarios acróbatas ecuestres. Los aplaudí en 1910, en Nueva York. Sé que actuaron también largas temporadas en el Tiny-Town de Londres.

Carrie Akers, la Señora Jabalí. Tuvo el mérito de ser, al mismo tiempo, liliputiense y fat lady. Medía 34 pulgadas y llegó a pesar 309 libras. Carecía de cualquier tipo de don artístico, pero verla comer era todo un espectáculo. Lo comprobé en 1881, cuando Barnum la presentó en su Greatest Show on Earth.

Príncipe Theodor die Kanone. Violinista y director de orquesta. Medía menos de 30 pulgadas. Pude verlo en Londres, durante mi infancia. Al finalizar su actuación, mi tío Elek Koltai (quien me transmitió su curiosidad y su admiración por la gente muy chiquita) me llevó a saludarlo.

Más figuras relevantes. Me habría gustado compartir también mis impresiones sobre Rufus, el Gran Microbio; Eliza Nestel, la Reina de las Hadas; el Almirante Dot y su esposa «Lottie»; Smaun Sing Poo, la Mosca Birmana; Miss Corabella; la encantadora de serpientes Fanny Burnett; los hermanos filipinos Martina y Juan de la Cruz; los integrantes de la Lilliputian Opera Company de Alemania; Wenatchee, el Valiente Jefe Indio; Dolletta Boykin, la madre más pequeña del mundo; el turco Hayati Hassid; la Princesa Tiny (quien, a su minúsculo tamaño, sumaba la rareza de tener seis dedos en cada mano y en cada pie) y muchos, muchos otros. Pero ya he excedido el número de pliegos que me concedieron y debo poner fin a este artículo. Continuaremos hablando de este apasionante tema en otra oportunidad, si Dios lo permite[89].