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NO ME SALVES

 

 

DON’T SAVE ME

Haim

 

Layla salió de la sala de interrogatorio y echó a andar por el oscuro pasillo, que apestaba a miedo, a angustia y a café quemado. No sabía si acababa de librarse de sospechas o si había sellado fatalmente su destino. Seguramente era buena señal que no llevara esposas ni grilletes. Pero, a pesar de que tenía la impresión de haber pasado horas defendiendo su inocencia, Larsen parecía convencido de que, entre la orden de alejamiento y los ataques de su blog, Layla tenía motivos sobrados para querer librarse de Madison Brooks. Lo único que faltaba eran pruebas.

Ansiosa por alejarse del detective Larsen, se dirigió a su moto pensando en dar un largo paseo para despejarse. Pero teniendo en cuenta cómo se estaba descontrolando su vida, seguramente podía dar varias vueltas al mundo sin que le sirviera de nada.

Además, necesitaba hablar con Aster y Tommy más que nunca. No era coincidencia que los hubieran metido en salas de interrogatorio separadas más o menos al mismo tiempo. Estaba claro que los detectives querían que se vieran, posiblemente confiando en que les entrara el pánico y confesaran toda clase de cosas que antes se habían callado.

¿Eran culpables Aster o Tommy de haberle hecho daño a Madison? Lo dudaba, en principio, del mismo modo que dudaba que cualquiera de sus conocidos fuera capaz de una cosa así. Pero ¿acaso no era ese un modo muy ingenuo de ver el mundo? ¿No era mucho más probable que, dándose las circunstancias oportunas, cualquiera fuese capaz de todo?

Era evidente que Tommy la consideraba capaz de hacer daño a Madison, o al menos eso era lo que le había dicho a Larsen. O quizá no lo hubiera dicho. Quizá Larsen solo los estaba manipulando para volverlos unos contra otros. Lo único que sabía con seguridad era que estaba más inquieta cada día que pasaba.

Dio una patada a una piedra con la puntera de la bota, miró la hora en su móvil y luego miró la puerta de la comisaría. ¿Habría salido Tommy antes que ella? No tenía forma de saberlo, a no ser que volviera sobre sus pasos y preguntara. Decidió esperar un poco más. Entre las pulseritas negras que había repartido entre menores de veintiún años y su rollo con Madison, ya había visto de lo que era capaz para ganar el concurso. ¿Quién sabía hasta dónde sería capaz de llegar ahora que estaba en juego su vida?

Oyó el ruido de un motor al arrancar y levantó la vista a tiempo de ver que el coche de Tommy salía marcha atrás del aparcamiento. Corrió hacia él gritando su nombre, pero Tommy metió primera y pisó el acelerador, y Layla no supo si no la había oído porque llevaba las ventanillas bajadas y la música alta, o porque prefería ignorarla. Solo cuando se puso de un salto delante de él pareció verla por fin.

Chirriaron sus frenos y el coche dio una sacudida, deteniéndose a escasos centímetros de ella. Tommy se asomó por la ventanilla y gritó:

—¿Es que estás loca?

Layla se apoyó en el capó y luchó por recobrar el aliento. Al menos no se equivocaba en una cosa: Tommy no era un asesino. Estaba claro que había decidido no atropellarla cuando muy bien podría haberlo hecho alegando que había sido un accidente.

—¿Se puede saber qué haces? —gritó él, con los ojos azules entrecerrados por la rabia.

—Tenemos que hablar. —Layla rodeó el capó y se situó junto a su puerta—. Aster, tú y yo. ¿Puedes convencerla?

—¿Crees que me has convencido a mí? —Sacudió la cabeza, mirándola como si estuviera loca.

Layla se apartó el pelo de la cara.

—No pienso pasarme la vida en prisión por algo que no he hecho, ni creo que tú debas hacerlo. Reuníos conmigo en Hollywood Forever, dentro de una hora.

Se dirigió a su moto.

—¿En el cementerio? —gritó Tommy tras ella.

Layla miró hacia atrás y clavó la mirada en él.

—Junto a la tumba de Johnny Ramone. Seguro que sabes dónde está. No te preocupes: no pienso enterrarte. Pero si no encontramos la forma de reunirnos y hablar, ellos sí nos enterrarán. —Señaló la comisaría con el pulgar antes de ponerse el casco.

Vio que Tommy se encogía y arrancaba, y confío en que fuera lo bastante listo como para hacer lo que fuera preciso.