32

 

 

ASÍ SE ROMPE UN CORAZÓN

 

 

THIS IS HOW A HEART BREAKS

Rob Thomas

 

De pie junto a la barra, Layla miró la hora en su teléfono.

—¿Vas a ir a la fiesta? —preguntó Zion acercándose a ella.

Layla se fijó en su cabeza afeitada, en su tez morena y reluciente, en su perfecta estructura ósea y en sus ojos del color del bronce, y se encogió de hombros. Zion era absurdamente bello, y sabía cómo sacarle partido a su belleza. Pero por algún motivo aquel rasgo era menos irritante en él que en Aster Amirpour.

—¿No me digas que vas a dejar pasar la oportunidad de ver a Aster, la Puta Reina, en pleno apogeo? —preguntó él.

—La fiesta no es en honor de Aster —le recordó ella—. Solo da la casualidad de que se celebra en Night for Night. Ira prometió que las fiestas irían rotando.

—Pues no se lo digas a Aster. Ella cree que la discoteca es suya. Igual que la fiesta.

Layla puso los ojos en blanco. Era agradable tener un enemigo común. Además, Zion era el único miembro de su equipo que todavía le hablaba. Brandon había sido eliminado y Karly nunca le había tenido simpatía. Aunque con frecuencia sospechaba que, si Zion hablaba con ella, era porque no la consideraba un peligro. Había conseguido atraer a Heather Rollins, sí, pero él llenaba todas la noches el club con modelos tan impresionantes que eclipsaban por completo a sus modestos invitados.

De todos modos, a ella poco le importaba. Gracias a Heather y a los cotilleos sobre Madison que le había proporcionado, su blog estaba despegando. Pero, para seguir teniendo información de primera mano, tenía que seguir en el concurso y estaba tan decidida a seguir adelante como Zion.

—¿A ese le has traído tú? —Zion sacudió la cabeza y puso cara de asco al señalar a un hombre al que solo podía describirse como de color beis—. Cariño, ni siquiera es normalito, es un muermo. Y parece que ese tipo tan alto, tan pálido y tan insulso viene derecho hacia aquí. Te dejo con él.

Layla vio acercarse al hombre, en cuya cara danzaban como enloquecidas las sombras que proyectaban las luces del techo. Con sus pantalones chinos de pinzas, sus zapatos marrones y su polo blanco, parecía tan fuera de lugar entre los jóvenes vestidos a la última moda que llenaban la discoteca que Layla se preguntó por un instante si no sería el padre de alguno de ellos.

—¿Es usted Layla Harrison? —Su mirada pálida se deslizó sobre ella.

Layla hizo un gesto afirmativo y vio desconcertada que metía la mano en el bolsillo trasero de su pantalón y le entregaba un papel doblado.

—¿Qué es esto? —Layla entornó los ojos para mirar la hoja, que parecía un documento oficial.

—Una orden de alejamiento.

Pestañeó y sacudió la cabeza, convencida de que había oído mal.

—A partir de este momento, no puede usted acercarse a menos de quince metros de Madison Brooks.

—¿Me está tomando el pelo? —Tembló de rabia y de frustración al arrugar el papel con el puño—. ¿Tropiezo y se me vierte el café y por eso soy una acosadora? ¿Es una broma?

—Una denuncia por acoso no es ninguna broma. Como tampoco lo son las historias difamatorias que publica en su blog. —Su rostro impasible no dejaba traslucir nada.

—Si son ciertas, no pueden ser difamatorias —rezongó Layla sin poder evitarlo.

Sacudió la cabeza y recorrió la sala con los ojos, convencida de que Zion o Karly le estaban jugando una mala pasada. Luego miró de nuevo a aquel hombre alto y anodino y vio cómo entornaba los párpados, fijos en ella, hasta que sus ojos prácticamente desaparecieron.

—¿Quién demonios es usted? —preguntó.

Su cara le sonaba vagamente, aunque no tenía ni idea de por qué.

—Represento a Madison Brooks. Y le conviene tomarse esto en serio. ¿Está claro?

—Clarísimo.

Le miró, rabiosa, mientras daba media vuelta y se dirigía a la salida.

En cuanto se marchó, Layla rompió el documento, tiró los pedazos a la papelera de detrás de la barra, echó encima un montón de cubitos de hielo y rodajas de lima y salió de Jewel hecha una furia.

Cuando Madison le había dicho que tendría noticias de sus abogados, había dado por sentado que era un farol.

¿Qué clase de niña mimada denunciaba a otra persona por verterle el café encima accidentalmente?

«No puede acercarse a menos de quince metros de Madison Brooks», había dicho aquel hombre. Como si Madison pudiera decirle dónde ir. Sacudió la cabeza, agarró su teléfono y estuvo a punto de llamar a Mateo aunque fuera solo para desahogarse, pero colgó antes de que acabara de marcarse el número. La última vez que había hablado con él sobre su encontronazo con Madison, no le había mostrado la más mínima empatía. No pensaba darle motivos para que le dijera «Ya te lo dije».

Subió a su moto y bajó el bulevar en dirección a Night for Night. El aire cálido de la noche de verano acarició su piel, y le dieron ganas de seguir adelante, de no volver jamás. Se preguntó si alguien la echaría de menos, aparte de su padre. Mateo sí. Al menos al principio. Pero entre ellos había tanta tensión que no tardaría en darse cuenta de que estaba mejor sin ella.

Pero Layla no tiraba la toalla fácilmente. Así que dejó la moto junto a la acera y saludó a James con una inclinación de cabeza cuando el portero descolgó el cordón de terciopelo y la dejó pasar.

Tenía previsto pasarse por la mesa de Ira para dejarse ver y saludarle un momento, y luego largarse de allí. No estaba de humor para fiestas. Lo único que quería era meterse en la cama, taparse la cabeza con las mantas y no volver a salir.

Cruzó la sala camino de donde estaba Ira, pero en ese momento estalló una pelea en la pista de baile, el gentío se dispersó y Layla vio pasmada que Ryan Hawthorne, Madison Brooks y Aster Amirpour se hallaban en el centro de la pelea.

—¿Cómo has podido? —gritó Madison con labios temblorosos.

Sus mejillas brillaban al resplandor de las lámparas de cobre. Aster la miraba horrorizada y Ryan se limpiaba los labios con el dorso de la mano. Layla echó mano instintivamente de su móvil, puso en marcha la cámara de vídeo y se acercó lentamente.

Al diablo con la orden de alejamiento. Layla era una profesional y aquello era demasiado jugoso para dejarlo pasar.

Aster tendió la mano hacia Madison, intentando calmarla, pero Madison se revolvió como un animal herido.

—¡Apártate de mí! —gritó—. ¡No te atrevas a tocarme!

Ryan se interpuso entre ellas de un salto y levantó las manos en señal de rendición.

—¿Qué haces, Mad? —preguntó con incredulidad mientras miraba frenéticamente de un lado a otro, fijándose en los muchos testigos antes de fijar de nuevo los ojos en su famosa y enfurecida novia.

—Me he pasado por aquí confiando en darte una sorpresa. Hace semanas que no nos vemos ¡y ahora ya sé por qué!

Señaló a Aster con dedo acusador y Aster se encogió detrás de Ryan. Él se acercó con intención de calmar a Madison. Parecía enfadado, sí, pero no del todo sorprendido.

Layla se acercó con cautela, viendo la escena a través de su móvil. Todavía le costaba creer que estuviera presenciando en primera fila la que sin duda sería la noticia de la que más se hablaría durante semanas, o incluso meses si en ese verano escaseaban los escándalos. Enfocó a Madison, que lloraba mientras preguntaba una y otra vez a Ryan «¿por qué?» y Aster se escondía torpemente tras él.

Aquella era sin duda la mejor actuación de su vida, y Layla continuó grabándola. Siguió a Madison con la cámara cuando esta echó a correr hacia la puerta. Con la cabeza agachada y los brazos cruzados sobre la cintura, atravesó corriendo el gentío, que la dejó pasar sin ningún tropiezo, hasta que llegó adonde estaba Layla. Entonces levantó la barbilla y la miró fijamente, casi como si esperara verla allí.

Todo sucedió tan deprisa que Layla no pudo deducir hasta qué punto aquella mirada era producto de su pánico a ser descubierta a menos de quince metros de la persona que la había denunciado por acoso.

Aguzó el oído cuando Ira intervino para decir unas palabras, pero la música ahogó su voz. Estaba a punto de dejar de grabar cuando Madison llegó a la entrada, en el mismo instante en que llegaba Tommy. Y se quedó de piedra cuando vio que Tommy le rodeaba los hombros con el brazo, le susurraba algo al oído y la conducía afuera, hacia la oscuridad de la noche.