25

 

 

TONOS DE COOL

 

 

SHADES OF COOL

Lana del Rey

 

Cuando Madison Brooks entró en el Vesper nadie se fijó en ella. La sala estaba en penumbra, la banda tocaba un tema ruidoso y la gente estaba tan concentrada en la música que nadie reparó en la famosa actriz, que se apoyó tranquilamente contra la pared del fondo y pareció conformarse con pasar desapercibida.

Cuando el grupo abandonó el escenario para tomarse un descanso, Tommy se abrió pasó entre el gentío haciendo inventario mental de todos aquellos asistentes a los que consideraba adquisiciones suyas. Fue entonces cuando vio algo tan inexplicable que al principio pensó que se trataba de una especie de broma. Puede que incluso fuera una doble. Había visto, sin embargo, suficientes portadas de revistas y tabloides como para reconocer a la verdadera Madison Brooks en cuanto fijó la mirada en él y en su bello rostro se dibujó una lenta y seductora sonrisa.

Recorrió la sala con la mirada buscando a los demás relaciones públicas. Quería asegurarse de que no la habían visto aún. Ni siquiera se le ocurrió que tal vez estuviera allí gracias a alguno de ellos. Convencido de que no era así, recorrió los pocos pasos que le separaban de ella mientras se preguntaba cómo debía llamarla (¿Madison? ¿Señorita Brooks?). Finalmente se decantó por un desenfadado «Hola».

Ella ladeó la cabeza y dejó que el cabello le rozara la mejilla mientras le miraba desde detrás de un velo de mechones sueltos.

—¿Qué te ha parecido el grupo? —Tommy señaló hacia el escenario, ansioso por trabar conversación con ella.

—Por lo poco que he oído, son buenos.

Se puso el pelo detrás de las orejas, realzando sus magníficos pómulos y sus aros de oro y turquesas. Pero nada de eso podía competir con aquellos ojos entre azules y violetas que le observaban atentamente.

—¿Acabas de llegar?

Sin duda Tommy se habría fijado en ella si hubiera llegado antes. Claro que, cuando no estaba de fiesta con sus invitados, estaba fantaseando con el día en que se subiría al escenario. Era fácil que le hubiera pasado desapercibida.

Ella tensó un poco los labios, formando una suerte de sonrisa que la hizo parecer tan insoportablemente bella que Tommy pensó que el corazón se le derretía dentro del pecho. Encogió sus hombros delicados, pero no dijo nada más. Tampoco intentó marcharse, de modo que Tommy contaba al menos con esa ventaja.

—¿Puedo ofrecerte una copa? ¿Un sitio donde sentarse?

Se enfadó consigo mismo nada más decir aquello, por parecer tan servicial. Claro que ¡tenía delante a Madison Brooks! Era increíble que fuera capaz de formar una frase hallándose ante su mágica presencia.

—Sí a ambas cosas —contestó ella, y aquella sencilla afirmación bastó para que a Tommy le diera vueltas la cabeza de alegría—. Pero esta noche no. Puede que en otra ocasión, cuando esto no esté tan lleno.

—Suele estar abarrotado. —Tommy esbozó una sonrisa humilde y satisfecha a un tiempo—. Tenemos las mejores actuaciones en vivo de la ciudad. Pero puedo reservarte la mesa que quieras.

—Sé lo de vuestro concurso.

Él se quedó boquiabierto, sin saber qué decir.

—Tú eres el único que no me ha acosado ya sea en Instagram, en Twitter o incluso en persona. Esas cosas suelen sacar lo peor de cada persona, menos en tu caso.

Tommy se encogió de hombros, intentando aparentar calma.

—Tenía la sensación de que ninguna de esas cosas iban a convencerte, así que preferí concentrarme en atraer a más gente.

—Pues parece que está funcionando. —Recorrió el local con la mirada antes de volver a fijarla en él—. Es una lástima que Layla y Aster no hayan usado tu estrategia. Esas son las peores. Puedes decirles que te lo he dicho yo.

—Paso —contestó Tommy, y de pronto se alegró de no haber unido fuerzas con Layla. Gracias a ello había conseguido a Madison.

La mirada de ella se enterneció, acercó una mano a su mejilla y por un instante deslizó los dedos por su piel como si descubriera algo, o quizás incluso como si recordara algo. Era imposible saberlo. Si Madison Brooks quería entrar en su sala y acariciarle la mejilla, ¿quién era él para cuestionar sus motivos?

Aunque tenía fama de ser muy juerguista, tenía una mirada sobria y despejada. Había sin embargo algo en lo hondo de sus ojos que hizo pensar a Tommy que estaba viendo a través de él, como si tuviera la mirada fija en un lugar distante.

—Tú no eres de aquí —dijo ella apartando la mano de su mejilla.

Él negó con la cabeza. Estaba hipnotizado. Madison era tal y como se la había imaginado (desenvuelta, hermosa, inalcanzable) y al mismo tiempo todo lo contrario de lo que esperaba (franca, auténtica, profunda).

—Déjame adivinar… ¿Has venido a Los Ángeles buscando fama y fortuna? —Ladeó la cabeza y sus ojos brillaron maliciosamente.

Tommy le lanzó una mirada tímida y hundió las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros, reducido de pronto a otro estereotipo de Los Ángeles.

Madison paseó la mirada por la sala.

—Me gusta este sitio. A nadie le importa una mierda que esté aquí. No sabes qué alivio es eso.

—Sí que lo sé. —Él sonrió—. Yo vengo todos los días y a nadie le importa una mierda.

Ella se rio de un modo que hizo que la broma pareciera mucho más ingeniosa de lo que era, y Tommy se preguntó si era sincera o si estaba actuando, quizá. Todo aquello era muy desconcertante. Lo único que sabía con certeza era que nunca había visto nada más bello que Madison Brooks riendo espontáneamente, por el motivo que fuese. Desde el momento en que la vio reír, Tommy se rindió a ella.

Regresó la banda y comenzó de nuevo a tocar. El súbito estallido de la música le hizo mirar hacia el escenario y, cuando se volvió hacia Madison, ella se había marchado.

Corrió tras ella, lo cual no era muy cool, pero aun así no se detuvo.

—¡Queda otra actuación! —gritó, pero ella ya se había ido.

Tommy agarró frenéticamente su móvil y le hizo una foto a su espalda. Necesitaba pruebas que demostraran que aquello había sucedido de verdad. Por Ira y por sí mismo.

Cuando dejó de verla, se tocó el lugar de la mejilla donde ella había posado los dedos. Lamentó no haberse molestado en afeitarse y al mismo tiempo se sintió mal por haberla tomado por otra zorrita caprichosa muy lejos de su alcance.

Tal vez estuviera lejos de su alcance, pero después de conocerla y hablar con ella tenía la sensación de que Madison Brooks era mucho más de lo que él pensaba. Se imaginó tomando una cerveza con ella y charlando sobre sus respectivas filosofías de la vida. Por lo que había visto, aquella escena parecía completamente plausible.