ADIÓS A GARAMA
La primera sorpresa que recibió Benasur en Garama fueron los pregones de la boda de Zintia con el rey Aidemán. Zintia lo había repudiado ante los tribunales de Garama, y declarado Benasur en contumacia, se le concedió el divorcio. Las mujeres garamantas estaban alborozadas con el precedente que sentaba su Reina de repudiar al marido. Claro que el matrimonio se debía a razones de Estado. Y tanto Zintia como Aidemán se lo aseguraron así a Benasur durante el banquete nupcial, al que fueron invitados él y los miembros de la comisión.
Aidemán trató y obsequió con tanto regalo a Sixto Afro y los suyos; se mostró tan atento y expedito para proporcionar los documentos y testimonios que le pedían, que la comisión no tuvo motivo ni pretexto para insinuar la más pequeña queja. Y el propio Aidemán se lamentaba:
- ¡ Cuánto siento, Benasur, el despojo de que has sido objeto! Porque tal como refieres las cosas, es evidente que el granuja de Agarán se quedó con tu oro… ¿No sabes que cuando ardía en la pira se le quemaron las ligas y el condenado saltó entre los leños encendidos y se puso a correr en llamas por toda la explanada?
Zintia que desde muy joven apuntaba para tacaña, se lamentó de otra forma:
- Ahora que estás arruinado, cuánto me alegraría ayudarte; pero sabes que soy pobre, que no tengo sino unas cuantas monedas de plata ahorradas y mis alhajas. -Y como remate consolador-: No creo que Aidemán viva mucho: ya ves lo viejo y achacoso que está.
A lo que Benasur le repuso:
- Comprendo tus razones para casarte con él; lo que no entiendo que te puedas acostar con un individuo que tiene semejantes bigotes.
Porque Aidemán tenía unos bigotes como púas, de tanto como se los retorcía y engomaba. Y tan largos que las guías le llegaban hasta las sienes.
Respecto a Benalí… un verdadero desastre. El mozo y sus amigotes de corte no salían del harem. Y sólo dejaba a las mujeres para distraer su inútil ociosidad con los caballos de carreras.
Las únicas satisfacciones que Benasur tuvo en Garama se las proporcionó Leda S eleuco, y ésas muy comprometidas. Leda le confesó que permanecía soltera porque no había podido olvidarle. Benasur se amoscó con la facilidad que le salían enamoradas por todas partes. Sin embargo, aprovechó este ánimo de Leda para darle celos a Zintia, sin saber que la misma alhuma había aconsejado a su dama de corte que acosara al judío. En cierta forma a Zintia le alegraba ver al viejo navarca y a la otoñal princesa haciéndose arrumacos, pues aliviaba su conciencia de los difusos remordimientos que le asaltaron al aceptar la proposición matrimonial de Aidemán. Mas Benasur tuvo sus dudas sobre el amor de Leda cuando en vísperas de salir de Garama le propuso que lo acompañase a Roma, cosa a la que se negó la mujer, exponiendo razones poco convincentes.
Roma ya era otra. Nerón, el cándido y discreto Nerón, había cambiado la toga. Si Calígula por su demencia hacía maldades; Nerón por su maldad hacía locuras. Las locuras de Nerón, aunque muy empapadas en sangre, divertían a la plebe. Séneca y Burro estaban alarmados. Tarde descubrían que Agripina con sus intrigas y ambiciones, había neutralizado las ambiciones e intrigas del joven emperador. Como ya no era oportuno el momento para cortar de raíz el mal, dieron en pensar los remedios que acortaran aquella ansia desenfrenada de pasiones, caprichos y deseos del César. Y puesto que una de sus manías era el deporte y el arte escénico, considerados de siempre como torpes y propios de gentes ruines, convinieron en fomentar estas frivolidades de su discípulo. Ordenaron que en el campo Vaticano se reconstruyera un circo sobre la estructura en ruinas de aquel que había empezado a levantar Calígula. Un circo particular en que el César se divirtiera corriendo sus carros en competencia con aurigas famosos. Por lo menos, el príncipe satisfaría su gusto sin exponerse a las ricas y comentarios del pueblo.
Mas lo que no pudieron ocultar fueron sus actividades líricas, pues Tigelino se las arreglaba muy bien para procurar al príncipe éxitos completos en sus actuaciones. El cuerpo de augustiani era tan eficaz que Nerón extendió sus aficiones al teatro, y en ellas comprometió a miembros de las familias patricias que, con gran escándalo de su estirpe y señorío, veíanse obligadas a salir a representar en público comedietas y pantomimas, haciendo oficio de cómicos, tenido entonces por el más vil.
Con estos excesos la plebe sentíase halagada, pues muchas cosas y costumbres motejadas de vergonzosas y de poca honra eran ensalzadas en la Corte, tomadas en mucho mérito y honor; con lo que el pueblo veía satisfecho que el príncipe abandonaba los «convencionalismos» de las clases altas para ponerse a ras de la plebe.
Recién llegado Benasur a Roma vio anunciada una de estas representaciones de teatro, en la que el Emperador hacía el papel principal. Entre otros patricios figuraba Petronio. Benasur fue al teatro para ver a Petronio en aquellas denigrantes andanzas, mas el arbiter elegantiarum no apareció. Su papel lo representó Tigelino que hubo de dejar su claque en manos de un segundo. Y como las ovaciones no eran sólo y exclusivamente para el César, sino que Tigelino se llevaba también las suyas, la representación aburrió a los espectadores, y la plebe, que no tenía como la aristocracia la obligación de permanecer en la cavea, abandonó sus localidades. Luego Benasur se enteró de que Petronio había cambiado el papel a fin de pasar inadvertido durante la representación.
A Marco Tulio Sergio, Banca y Seguros no le iba mal, que era una forma de irle bien. Más no estaba todavía en condiciones de devolverle a Benasur el préstamo. Por tanto, el judío, con un millón escaso de sestercios por todo capital, se fue a ver a Aulo Gémino para que gestionara la devolución de la fianza. La cosa no era fácil, porque la reclamación había resultado un fracaso. Más Sixto Afro le había dicho a Benasur que él apoyaría el dictamen de la devolución de la fianza, una vez descontados los gastos de su tramitación así como del viaje a Garama.
Durante diez días Benasur estuvo pendiente del asunto, y al fin, con gran asombro de los propios funcionarios del Erario -que no tenían memoria de cosa igual- le devolvieron el resto. Pagados los honorarios de Aulo Gémino y otros picos pendientes del asunto, al judío le quedaron libres cerca de cinco millones, que ingresó en la Banca Tulia, como comenzaban a llamarla en el Cardo argenti.
- Hazme una transferencia de un millón a Gades, pues salgo para allá.
Después se fueron a almorzar al Octaviano. Una vez que Sergio le pormenorizó la situación de la Banca, le dio una noticia sorprendente: - ¿Sabes lo que le ha pasado a Mileto? Ha sido desterrado de Corinto por ataques a la moral pública… - ¡Cómo!
- El Pritano le tenía ojeriza desde que montó las escuelas… Pero lo que sirvió de base al proceso fueron unas manifestaciones que hizo contra los cultos de Isis, Poseidon y Venus Pandemos, que denunció «vergüenza y deshonra de Corinto, deshonor de toda la Hélade». El Bouleuterión le obligó a que compareciese ante la asamblea de ediles. Mileto se presentó en la sesión y lanzó un discurso ampliando su denuncia, poniendo de verde y morado a las autoridades corintias… Y no dijo más cosas porque tuvo que salir huyendo y pedir asilo en el Proconsulado… Durante varios días Corinto estuvo agitada… hasta que el procónsul declaró que Mileto no estaba en la ciudad, que había huido. Y era cierto. Las mismas autoridades romanas lo sacaron de noche del Proconsulado y lo embarcaron en una nave. La nave se hizo a la mar. Y volvió al día siguiente a Cencres, donde ya esperaban Ester y sus dos hijos y las tres hijas del primer matrimonio, para despedirse de Mileto… Ahora Ester anda gestionando permiso en Atenas para trasladar la central de la Banca a aquella ciudad, siempre que acepten a Mileto. Pero como resulta que el problema es religioso, el juicio se resolverá en Delfos. Mas Mileto no puede ir a Delfos, que lo ha declarado blasfemo.
- ¿ Y por dónde anda Mileto? -Creo que está en Alejandría… -Así que tiene dos hijos…
- Sí, los dos varones. Y pronto tendrá otro, porque Ester se halla en estado… Ha sido una catástrofe para la Banca Abramos, pues el Pritano ha recomendado a los corintios que no negocien con ella… Te lo digo porque uno de los buenos ingresos de mi Banca eran los seguros de Corinto.
Ante estas noticias, Benasur se preguntó si el orden estaba cambiando en el mundo. Generalmente negocios, posición social, fortuna se consolidaban en la vejez, pero a Mileto y a él, les estaba ocurriendo todo lo contrario. Cada año se veían más desposeídos y menos considerados.
- Lo mejor que pudo haber hecho Mileto fue casarse con Ester, hija de Abramos. Es animosa y decidida y ella le sacará de este apuro… -Y seguidamente-: ¿Has sabido algo de Clío?
- Sí, hace tres meses estuvo en Roma… Dio dos recitales. En los dos interpretó poemas de Nerón…
- ¿ Qué dijo al verte de banquero?
- Nada. Plinio que estaba en Roma, no se le despegaba… Ella vino a verme a la Banca. Abrió una cuenta y nos encomendó el cobro de su pensión.
- ¿ Cómo está?
- Bien. Me dijo que a fines de otoño se retira… La que está enferma es su madre. Si la vieras, no la reconocerías… Padece del hígado.
- ¿ Por qué se retira Clío?
- No lo sé, aunque sospecho que es por cuestión religiosa… Mi madre me dijo que era cristiana, que la habían visto en la iglesia de Suburra tres o cuatro veces…
- ¿ Y tu padre no frecuenta a los cristianos?
- No. Son ellos los que andan detrás de él. Precisamente un tal Sabino. Es un hombre un poco rudo, pero tenaz… Lo va a buscar a la casa y se lo lleva a pasear. Según me ha contado mi padre, siempre terminan en la iglesia de Capena.
- ¿ Y tú…?
Sergio sonrió.
- No creo que las actividades de un banquero se lleven bien con la doctrina cristiana -sonrió-: No sé… ¡Si me catequizara Clío…!
- Convendría que frecuentaras la iglesia de Suburra. No sacarás utilidad material alguna pero sí mucho provecho de otro género… A veces, uno siente necesidad de estar tranquilo consigo mismo.
Se despidieron. Pocos días después Benasur se embarcó en Ostia. Le llevaba a Gades un último residuo de esperanza mundana.