10. El limpiaparabrisas
Mary Anderson (1866-1953) era una de esas mujeres emprendedoras y capaces de todo. Lo curioso es el tiempo en el que desarrolló toda su actividad: desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX.
Nació en el condado de Greene (Alabama) en un entorno rural. En 1889, tras enviudar su madre, se trasladó con esta y su hermana a la principal ciudad del Estado (Birmingham), en pleno auge económico. Allí abrió el hotel Fairmont. En 1893 se mudó a Fresno (California), donde montó una viña y una ganadería.
Cierto día del invierno de 1902, Mary Anderson tuvo que viajar hasta Nueva York. Estaba nevando muchísimo y observó cómo los conductores tenían que irse bajando continuamente de sus automóviles para ir limpiando y apartando la nieve de los parabrisas. Fue entonces cuando pensó en algún tipo de dispositivo que accionándolo desde dentro del automóvil limpiase el parabrisas de nieve y lluvia.
Trabajó en el desarrollo del invento y un año después, el 18 de junio de 1903, presentó el proyecto en la oficina de patentes.
El 10 de noviembre de 1903 se le concedió una patente por 17 años y Mary Anderson se dedicó a ofrecer su invención a las diferentes compañías y empresas de automoción, pero todas rechazaban el artilugio porque no le encontraban utilidad alguna. Más de uno se rió del invento y algunos expertos vaticinaron que los limpiaparabrisas provocarían más de un accidente debido a que el movimiento distraería la atención de los conductores.
Eran tiempos en los que muy pocas personas disponían de un coche. Pero las risas y burlas pronto acabarían. En 1908 Henry Ford presentó su modelo T que incorporaba limpiaparabrisas y en 1913 la práctica totalidad de automóviles que se fabricaban en Norteamérica lo llevaba de serie.