21. «Llame a una ambulancia»
En 1792, durante la guerra franco-austriaca, Dominique-Jean Larrey trabajó como medico a cargo de las tropas de Napoleón. Pero la obsoleta organización sanitaria militar hizo que propusiera una innovación estratégica para atender de la manera debida a los múltiples soldados que caían heridos en el campo de batalla.
Tal y como estaba establecido hasta aquel momento, si un soldado era herido, el tiempo de reacción para atenderle era muy alto, por lo que la mayor parte de ellos fallecían antes de recibir ayuda, si no eran abandonados o rematados.
Larrey solicitó permiso para la creación de un servicio de ambulancias. Este estaba compuesto por equipos formados por un médico, un oficial de intendencia, un suboficial, 24 soldados y un tambor encargado de llevar el material de vendaje. Junto a la parte humana, el servicio se complementaba con doce camillas ligeras, cuatro pesadas y una carreta, diseñada especialmente por Larrey y denominada ambulance (del latín ambulare, en movimiento), que combinaba la rapidez con la seguridad y la comodidad, y que consistía en una cámara cerrada que estaba unida, por medio de ballestas, a un carro ligero de dos ruedas y tirado por dos caballos.
Las pistoleras de las sillas de montar fueron transformadas en bolsas de transporte para material sanitario. Su propuesta era seguir la vanguardia del ejército y evacuar a los heridos durante la batalla, lo más rápidamente posible.
Las ambulancias tuvieron su bautismo de fuego en la batalla de Landau, en el transcurso de la cual Larrey fue herido en una pierna, pese a lo cual siguió operando.
El éxito fue total y Larrey fue destinado en 1793 a París con el fin de organizar un servicio de ambulancias para todo el ejército.