22. ¿Por qué algunas rozaduras nos provocan una ampolla y otras una herida sangrante?
El órgano más extenso que poseemos y que recubre la totalidad de nuestro cuerpo es la piel. El grosor de la misma varía según el sitio en que se encuentre, pudiendo tener entre los 0,05 mm en los párpados hasta los 4 mm en el talón y este factor es el directamente responsable de que nos salga una ampolla o una herida sangrante, algo que depende del lugar en el que se ha producido la rozadura.
Nuestra piel está compuesta por diversas capas que están una sobre la otra (epidermis, dermis, hipodermis). Nuestros pies y las palmas de las manos son las partes de nuestro cuerpo que poseen las capas más gruesas de piel, lo que provoca que, cuando tenemos un rozamiento con un calzado nuevo, estrecho o pequeño, o al utilizar una determinada herramienta (destornillador, martillo…) en lugar de salirnos directamente una herida sangrante, la parte de piel que ha recibido dicha rozadura se separe y en su interior aparezca un líquido llamado linfa.
Esa protuberancia es lo que conocemos como ampolla y el continuo rozamiento sobre este mismo punto hace que esta se reviente, provocando un endurecimiento de esa piel y aparezca lo que acaba convirtiéndose en un callo.
Si esta fricción se produjese en otras partes del cuerpo en la que el grosor de la piel es mucho más fina, en lugar de ampolla nos produciría directamente una herida (en muchas ocasiones sangrante). Un ejemplo de cómo estos rozamientos pueden terminar en heridas son las heridas que se producen en los corredores de maratón por el simple roce de su camiseta sobre su pecho (para evitarlo utilizan tiritas o vaselina).