V

Mil pensamientos asaltan mi cabeza afeitada, con su barba

poblada de canas, sus párpados hinchados y caídos por el llanto que, noche tras noche, dejan escapar mis ojos, fruto maduro de las pesadillas más terribles que un ser humano pueda imaginar, que son los recuerdos de la realidad ya vivida.

La llamada del jesuita me hizo recordar lo que no quería

recordar… ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

El Poder, siempre ha estado presente, dirigiendo nuestros

destinos y, cuando alguien se ha aferrado a Él, ha hecho lo imposible para no perderlo. Porque el Poder es dulce, muy dulce. El Poder es la peor de todas las drogas: primero da felicidad, nos otorga el precioso don de la felicidad, a todos, desde el más poderoso hasta al más desarrapado

de nosotros. Luego, nos convierte en seres psicóticos, esquizofrénicos y paranoicos. Nos creemos perseguidos por todos. Todos nos intentan controlar, todos están en nuestra contra, todo el mundo quiere vernos mal, hundidos, más que muertos, arrastrándonos por el suelo como seres vermiformes, cubiertos por los desechos de nuestro propio triunfo… que

envidian… que desean... que quieren para sí... Y al final, ya conquistados por el Poder en nuestra totalidad, morimos solos, consumidos por el miedo… El miedo a perder lo que nunca hemos poseído, pues es el Poder, el Poder, quien, realmente, nos ha poseído a nosotros.

Recuerdo ahora, pues esas canas que nos van conquistando a

todos, más tarde o más temprano, como el otoño se hace presa del frescor y la lozanía del verde bosque… y lo marchita… Esas canas que nos van vistiendo de invierno, son heraldos del recuerdo… Como decía, aquel día…

Aquel día, todas las plazas de los pueblos, en sus calles, en todas las ciudades, en todas las villas, en las grandes metrópolis… en todos y cada uno de los lugares de este lugar al que llamamos Mundo, fueron ocupados por los pueblos… por El Pueblo… pacíficamente…

Todos y cada uno de nosotros queríamos hacernos sentir en las altas esferas, en el Parlamento… queríamos, más aún, deseábamos, que nuestros dirigentes nos escuchasen, nos protegiesen, nos abrazasen, nos entendiesen, nos amaran y nos cuidaran como debía ser… como era su real y sagrada obligación… ya hace tiempo olvidada… El cuidado de la Ley, había sido sustituido por el burdo acopio de poder, por la repugnante juntura de influencia, por la nauseabunda

acaparación de dinero… El cuidado de la Cultura y de la Educación, fue trocado por la deseducación y la represión de todo aquello que, por nimio que fuese, pudiera oler a conocimiento, juicio o crítica. Esa represión, que no sólo se reflejaba en lo referente al Conocimiento, si no que, se hacía más y más patente cada día en la masacre constante de

la población honrada y trabajadora que, debido a ésto, a la deseducación y gracias al permisivo trato de las autoridades hacia la delincuencia, que era agasajada como prohombres, se volvían más y más mezquinos, egoístas y reaccionarios contra todo aquello que, la hilada fina del gobierno, les hacían creer, era el caldo de cultivo de todos sus males: todo lo que era diferente a lo establecido por la velada censura, que apuntó como primer blanco a la inmigración, que si bien era cierto que

una buena parte se dedicaba a sus inmorales quehaceres delictivos, amparados como ya he dicho por la permisiva ley, la gran mayoría, también trabajaba, sudaba de sol a sol, lloraban y sangraban por sus hijos como cualquiera, como cada uno de nosotros mismos…

 ¡Maldita sea!... Ellos fueron los primeros en caer… como cayó todo lo que era Puro… Y las buenas gentes, la gente de todo color, religión o credo, sin mirar el color, la religión o el credo del que estaba a su lado, las familias con sus niños y sus ancianos, el Pueblo unido… se levantó…

De la forma más humilde que recuerdan los escritos, de la forma más pacífica que pudiese recordar la Historia…

La Tecnocracia.. respondieron con fuego.

La Iglesia... con silencio.