Testimonio número 3
Testimonio número 3
«Tengo desde luego un empleo mal remunerado y socialmente poco considerado: soy director-gerente de una fábrica de vehículos automóviles. Según un acuerdo del Gobierno, fueron hace años enviados a la fábrica que dirijo técnicos en investigación sobre metales que habían cursado ampliación de estudios en otros países. De acuerdo siempre con la planificación gubernamental, dejé el equipo de producción en manos de los investigadores, que hicieron determinadas correcciones y alteraron sustancialmente los esquemas de la cadena de montaje, así como los sistemas de adquisición de materias primas. Se trataba, en definitiva, tal como me informaron, que, dada la carencia de materias primas que venimos padeciendo por agotamiento de los recursos naturales, era altamente recomendable —al igual que se hacía en aquellos años en otros países— la vuelta a materiales desechados por viejos, tales como el caucho natural, la gasolina, etcétera. Habían descubierto —seguían diciendo en su informe— que aunque últimamente se creía que ya no quedaban reservas de estas materias en el planeta, habíanse hallado algunos restos en determinadas regiones donde la explotación no fue demasiado racional en las primeras décadas de la revolución industrial, y en cantidades tales que hacían pensar en una reexplotación de tales yacimientos. Este descubrimiento, añadían, pudo conseguirse gracias al trabajo de un equipo de especialistas en Arqueología de Recursos Naturales.
»Hice una rápida adecuación de los sistemas de producción, montaje, distribución y comercialización de acuerdo con las recomendaciones del equipo de investigadores, y continuamos nuestra tarea normalmente. Pero ahora, al cabo de cinco años, fui llamado a juicio. Resultaba, según el informe del ordenador general del ministerio público, que los vehículos que habíamos lanzado al mercado duraban más años de los previstos en las planificaciones estatales. De esta forma —me demostraron— aún circulan vehículos lanzados por mi fábrica hace tres y hasta cuatro años, cuando lo normal es que un vehículo quede fuera de servicio o al menos superado por otro nuevo modelo en un plazo que oscila entre los ocho y los diez meses.
»Este fallo técnico, seguía diciendo el informe del ministerio fiscal, ha colapsado la industria del ramo y alterado sustancialmente las previsiones de consumo en el sector, ya que personas que en estos cinco años debían haber comprado, como media estadística mínima, de seis a ocho nuevos vehículos, aún siguen utilizando los que lanzamos en nuestra fábrica tras la reestructuración técnica. De aquí que se hayan producido en otras fábricas alarmantes stocks ya invendibles, puesto que se trata de modelos intermedios, de hace dos o tres años, con escasa versatilidad, porcentaje de contaminación superior al últimamente autorizado, etcétera.
»En mi defensa pulsé el programa C; esto es, aceptar solamente parte de la acusación. Para ello añadí a la programación prevista por la máquina de defensa unos datos sobre el «Ford T», que me facilitó un investigador en Arqueología Industrial al que consulté antes del juicio. Pero no me sirvió de nada: me condenaron. Y lo que más me preocupa en este momento es que, si no hago provechosamente mi rehabilitación en la clínica, seguramente me degradarán y aparte de director general me harán también consejero delegado de la fábrica.