Relación de las sabias medidas adoptadas por el gran Igny de Calenda en ocasión de la gloriosa primavera

RELACIÓN DE LAS SABIAS MEDIDAS DE GOBIERNO ADOPTADAS POR EL GRAN IGNY DE CALENDA EN OCASIÓN DE LA GLORIOSA PRIMAVERA[1]

«Venidos como fueron los grandes calores, y agotada el agua no sólo de ríos y de fuentes, sino también de regatos y aljibes, así como de pozos y veneros bravíos, el pueblo, incitado por los malos consejos del hambre y de los falsos profetas surgidos del polverío que la tierra levantaba en aquellas gloriosas fechas, comenzó a alborotarse contra la benéfica presencia del Gran Igny de Calenda en las tierras que heredado había de sus antepasados. Y un día los aguadores acudieron a Palacio a quejarse al señor natural de tierras y vidas de que, a causa de la sequía, no tenían con qué llenar sus cántaros y poder ganarse su pan y el de sus hijos.

»Como entonces había en Calenda setecientos aguadores, el Gran Igny mandó decapitar a un diezmo de entre ellos. Y con la sangre que manaba de sus cercenados cuellos mandó llenar los cántaros de los que habían quedado con vida. Y, mandando a los pregoneros a las esquinas, a los patios de los cortijos, a las eras del común y a los cruces de los caminos, ordenó que todos bebieran de lo que los aguadores les vendían de sus cántaros. Los más rebeldes quisieron ver antes el color del bebedizo que los alguaciles les obligaban a tragar, conforme los aguadores lo escanciaban; pero a estos rebeldes les fueron vaciadas las cuencas de los ojos con verdes chupones de olivo encendidos en los por aquellos días tan frecuentes fuegos de las rastrojeras.

»Para establecer sobre la paz un sereno dominio, el Gran Igny adoptó en aquellos días, además de las dichas, las siguientes sabias y prudentes medidas de gobierno.

»Prohibió que se encendieran candelas para hacer la comida, tanto en los hogares como en los campos, por el peligro que había de que la lumbre prendiera en los árboles secos y en las mieses agostadas. No dejó lucir en todo Calenda más llama que la del Milagroso Altar de las Benditas Animas del Purgatorio, donde una vez al día los alguaciles cargaban contra las mujeres rezadoras para que pudieran entrar los hombres y encender de aquella lumbre los cigarros, aunque fuera en sagrado, que para ello nuestro señor había obtenido la oportuna licencia del ordinario del lugar, así como gracias abundantes para los que lo hicieran.

»Mandó cortar la lengua, por herejes, a los que se quejaban del Cielo a causa de la tardanza de las lluvias.

»Mandó rezar por las lluvias que había que propiciar.

»Ordenó que se alterara la costumbre de que las campanas doblaran a los muertos, dejando que taparan los badajos con estopa, tendente a que los que agonizaban pudieran dormir las últimas horas de su vida sin ser despertados por los toques.

»En todo tiempo glorificó al Cielo y mandó levantar monumentos para pedir lluvia, y para doblar los jornales en tan gloriosos días en que vio crecer su poder prohibió que ni bestias ni carros fueran empleados en el transporte de las piedras con que hacer tales monumentos, piedras que eran portadas a hombros por los braceros que en cuadrilla llegaban hasta Calenda comiendo raíces por las cunetas de los caminos después de matar a las cabras que lo mismo que ellos querían hacer.

»Permitió que los que morían trayendo a cuestas una piedra para los monumentos de pedir las lluvias quedaran para siempre sepultados bajo ellas, rehusando recibir el tributo de sepultura que hasta entonces había estado en vigor.

»Mandó a sus soldados a luchar contra los países vecinos que querían derribar la grandeza de su dominio y su paz mediante la manda de caravanas de socorredores con odres de agua, para poner en duda ante sus súbditos su poder. Los soldados llegaron y colgaron de los árboles a los socorredores con jirones de tela de las mismas banderas blancas que traían, y con sus mismas espadas horadaron los odres, mientras vitoreaban el poderío de su señor. Y un soldado que intentó calmar su sed con el agua que se escapaba de un odre que acababa de apuñalar fue decapitado mientras bebiendo estaba y, traído a Calenda, fue dejado para ejemplo en la plaza, sobre el fláccido pellejo que había intentado usar contra el poder de su señor; y congregado el pueblo, mientras los aguadores repartían el contenido de sus cántaros, llenos hasta los bordes con la sangre reciente sacada con sanguijuelas a los enemigos colgados de los árboles, tocaron las músicas, y desfiló la tropa ante el cadáver del traidor y las moscas que lo empezaban a cubrir, mientras todos aclamaban a su señor, que salió a contemplar la escena desde el balcón de Palacio, llevando en su serena mano una copa de vino, que bebía a pequeños sorbos, con nobleza, mientras correspondía a las aclamaciones que su pueblo le hacía.

»Y fueron talados todos los avellanos que en sus tierras había, para que los sabios no cortaran varas e indujeran al pueblo a pensar cosas malas, recorriendo con ellas en las manos los campos en adivinación de veneros.

»Y con los cangilones de las norias mandó hacer estribos de gala, recubriéndolos con plata, para toda su caballería, que cada tarde desfilaba en la plaza ante los huesos de los traidores antiguos y los pájaros que los cubrían y ante las agusanadas carnes de los recientes y los olores que daban.

»Y habiendo comprobado la fidelidad de su pueblo durante dos inviernos y tres veranos, plúgole al Señor que los cielos mandaran la lluvia deseada. Y entonces el señor de tierras y vidas, para que las aguas no cayeran sobre los rebeldes, mandó encerrar a éstos y a los aguadores, que murieron todos después que fueron bebiendo en la reclusión sus propios orines».