Capítulo IV

Luz en la oscuridad, cortesía de Von Wau Wau

De camino a la Comisaría en un taxi (Strasse se negó a que subiéramos a un vehículo policial), Ralph me contó algo más acerca de Alfred Escarlatina.

—Es el hijo de un profesor que tomó la nacionalidad alemana y de una mujer de Hamburgo. Naturalmente, habla inglés como un nativo de California. Se interesó en la pintura a una edad muy temprana y desde su adolescencia ha vagabundeado por toda Alemania pintando escenas rurales y urbanas. Es extremadamente guapo, y por esto atrae a las mujeres. Tiene una memoria fotográfica y es un dibujante excelente. Sus cuadros eran bastante convencionales hasta la última década, cuando fundó la escuela fauve mauve. Está bien dotado de conocimientos sobre literatura inglesa y alemana y tiene especial predilección por los trabajos de Frank Baum y Lewis Carroll. Con frecuencia usa sus personajes en sus cuadros. A propósito, ambos escritores son muy aficionados a las adivinanzas.

—Ya lo sabía —dije fríamente. Después de todo a uno no le gusta ser considerado como un ignorante por un perro—. ¿Y qué quiere decir todo esto?

—Puede que no signifique nada.

A los diez minutos estábamos en una gran habitación llena de cachivaches relacionados con el crimen. La señora Escarlatina nos condujo hasta el cuadro (aunque esto no hubiera hecho falta), y nos quedamos todos mirándolo. Strasse, a un lado, nos miraba sospechosamente. Yo no entendía nada del cuadro y así lo hice saber sin intención de ofender a la señora Escarlatina. Muy al contrario, ella se rió y dijo que mi reacción era como la de muchas otras personas.

Ralph estudió el cuadro mucho tiempo.

—Es posible que se confirmen mis sospechas. Lo veremos.

—¿Veremos qué? —dijo Strasse, acercándose y mirando a las muchas figuras que había en el lienzo.

—Podemos suponer que la señora Escarlatina conoce todas las obras de su marido, por lo menos hasta que desapareció. Este cuadro surgió más tarde, y podemos suponer que lo pintó en los últimos dos meses. Es evidente que fue secuestrado, no con el propósito de conseguir un rescate, sino para conseguir dinero de la venta de sus nuevos cuadros. Seguro que le amenazaron de muerte si no pintaba. Ha pintado uno y probablemente haya pintado, o esté pintando, más. No pueden vender los Escarlatinas en el mercado abierto. Pero hay suficientes coleccionistas fanáticos y sin escrúpulos que pagarían grandes cantidades para conseguir uno para sus colecciones particulares. Lausitz era uno de estos tipos. Escarlatina está prisionero, y suponemos que quiere escapar. No puede, pero es un hombre inteligente, y piensa que puede sacar un mensaje al exterior. Sabe que sus cuadros están siendo vendidos, aunque esto no se lo cuenten. Está claro. ¿Por qué no poner el mensaje en sus cuadros?

—¡Qué maravilloso! —dijo la señora Escarlatina mientras le acariciaba la cabeza. Ralph movía la cola, y yo volví a sentir celos.

—¡Tonterías! —gruñó Strasse—. Seguro que sabía que el cuadro iría a parar a un coleccionista particular que no podría revelar que Escarlatina estaba prisionero. Primero, porque se le metería en la cárcel por haber llevado a cabo una transacción ilegal. Segundo, ¿por qué había de sospechar que el cuadro contenía un mensaje? Tercero, ¡yo no me creo que haya un mensaje en el cuadro!

—Escarlatina debe estar desesperado y dispuesto a hacer lo poco que podía —dijo Ralph—. Al menos eso sería mejor que no hacer nada. Posiblemente tuviera la esperanza de que el coleccionista recapacitara y contase todo a la policía. Admito que esto no es muy probable. Podía pensar que el coleccionista no se resistiera a la tentación de enseñar el cuadro a algún amigo íntimo. Quizá uno de éstos lo contase a la policía, y de esta manera, la policía descubriría el cuadro. Entre todos los policías, a lo mejor habría uno lo suficientemente inteligente y bien formado que pudiera dilucidar el significado del cuadro. Admito, sin embargo, que ninguna de estas teorías es probable.

Strasse gruñía.

—Luego, cabía una remota posibilidad de que, como realmente sucedió, sin embargo, alguno de estos coleccionistas muriese. De esta manera, el inventario legal de sus bienes revelaría el Escarlatina. Y así se abriría la posibilidad de que alguien interpretase el significado, si es que lo hay.

—Justo lo que yo iba a decir —afirmó Strasse—. Incluso si lo que tú dices que pudo haber sucedido sucedió en realidad —continuó diciendo—, los secuestradores no dejarían pasar un cuadro sin haberlo examinado antes. Lo primero que se les ocurriría sospechar es que había un mensaje oculto. Es tan obvio.

—No pensaba eso hace un minuto —dijo Ralph—. Pero tiene razón… en estar de acuerdo conmigo. Ahora vamos a crear una hipótesis. Escarlatina pinta una obra de arte, pero, además, desea ocultar un mensaje en ella. Probablemente un mapa que guiará a la policía, o a otra persona que lo esté buscando, directamente al lugar donde le mantienen prisionero. ¿Cómo iba a hacer esto sin que se dieran cuenta sus secuestradores? Tiene que ser lo suficientemente críptico como para pasar su inspección. Pero… ¿críptico hasta qué punto? Esto depende de su educación o de su sensibilidad. Pero si es demasiado críptico no se enteraría nadie. Por otro lado, está limitado en cuanto a simbología por la situación, por los nombres y las profesiones de sus secuestradores, eso, si los conoce, y por el lugar en el que se encuentra su prisión, si lo conoce.

—¡Sí, sí, sí! —dijo Strasse echando las manos al cielo.

—Pero, en primer lugar —siguió Ralph—, consideremos que Escarlatina se expresa igualmente en inglés que en alemán. Le encantan las adivinanzas de Carrol y Baum. Así que, quizá por las imposiciones de su situación, está obligado a expresar adivinanzas en los dos idiomas.

—Va con su estilo —dijo la señora Escarlatina—. ¿Pero sería plausible que utilizase esto, aun sabiendo que hay muy pocas personas capaces de entenderle?

—Como ya le he dicho, señora, no podemos descartar nada. Esto es mejor que no tener nada. Bien, Weisstein, sea lo que sea, ante todo soy un perro. Por lo tanto soy completamente daltónico (pero no lo fue durante toda su carrera; véase La aventura del hombre de color cansado, pendiente de publicación). Por favor, descríbame los colores de cada objeto que hay en el lienzo.

Strasse se echó a reír, pero no le hicimos caso. Cuando hube terminado, Ralph dijo:

—Gracias, mi querido Weisstein. Bien, ahora separemos lo significativo de lo que no significativo. Dese cuenta de las dos paredes pintadas que dividen el cuadro en tres partes, como Gaus. Una empieza en el centro del lado izquierdo y sube haciendo una curva hasta la mitad del lado superior. La otra empieza en la mitad del lado derecho y baja hasta la mitad del lado inferior. Las tres partes están rellenas de objetos extraños y aparentemente no relacionados. Los defensores de la escuela fauve mauve, sin embargo, mantienen que sus creaciones surgen del subconsciente colectivo, no del individual ni personal, y, por lo tanto, son inteligibles por todos.

—¡Vaya una tontería! —dije yo indignado, olvidándome de que estaba Lisa.

—Sospecho que no en este caso —dijo Ralph—. Ahora quiero que se fije en que las dos paredes, que se parecen a la Gran Muralla china tienen muchos ceros en su borde superior. Y que dentro del área que encierran hay muchos ceros desperdigados. ¿No le dice nada esto?

—Un cero es lo mismo que nada —dije yo.

—Una observación rudimentaria, doctor, aunque válida —dijo Ralph—. Yo diría que Escarlatina está diciéndonos que los objetos que encierran estas paredes no tienen ningún significado. Es la porción central la que tiene el mensaje. Allí no hay ceros.

—Pruébalo —dijo Strasse.

—Lo primero es lo primero, si es que se puede encontrar lo primero. Observe en la esquina superior derecha la extraña figura de un hombre. La parte de arriba es obviamente Sherlock Holmes con su gorra, su capa, su pipa —aunque no se puede distinguir bien si la de madera o la de barro— y la lupa en la mano. La mitad de abajo, con pantalón tirolés y demás, obviamente indica que es un alemán en general, y un bávaro en particular. La figura de Sherlock Holmes sólo puede querer decir dos cosas para el que verdaderamente sabe buscarlas. Una, que debemos usar métodos de detective para descifrar este cuadro. Dos, que la mitad de este rompecabezas está en inglés y la otra mitad en alemán. Lo cual ya supuse.

—¡Absurdo! —dijo Strasse—. ¿Y qué quiere decir ese otro personaje, vestido con trajes del siglo XVI?

—Ah, sí, el torso de un caballero calvo con barba y con un collarín alrededor del cuello. Está escribiendo con una pluma sobre una hoja de papel. Hay un título en la parte superior del papel. Doctor, mírelo, por favor, con la lupa que encontrará en mi maletín.