Apuntes de un periodista[572]
Publicado en agosto de 1930
¿Dos, o ni siquiera uno?
Una de las primeras sesiones del Decimosexto Congreso del Partido recibió el saludo de Bluecher[573], comandante del cuerpo del ejército del Lejano Oriente. El hecho en si no reviste importancia política y casi no merece que se lo mencione. Tampoco tiene importancia para el partido: si el soldado Bluecher es muy inferior a Budeni[574], aquél como militante no es mucho mejor que éste. Además, el discurso de saludo de Bluecher fue corregido de antemano por Voroshilov[575] y, por eso mismo, muy mal corregido. Del principio al fin campeaba el espíritu del lacayo que cumple órdenes. El discurso incluyó embelesadas loas a Stalin y calidísimos saludos a Voroshilov, igual que varios dardos dirigidos contra el ala derecha, ante la cual, hasta el día de ayer, Bluecher se había inclinado con respeto. Todo es como debe ser. Hubo, también, una afirmación interesante: «En el período entre el Decimoquinto Congreso y el Decimosexto, nuestro partido y la organización juvenil comunista libraron, dentro del ejército, una lucha victoriosa contra el trotskismo contrarrevolucionario». En su momento se dijo que el Decimoquinto Congreso había efectuado el balance final de la «lucha contra el trotskismo» y lo había liquidado totalmente. Ahora escuchamos en boca de Bluecher que en el ejército se libró «una lucha victoriosa contra el trotskismo» en el trascurso de dos años y medio, entre el Decimoquinto y el Decimosexto Congreso. Debemos suponer que en el Decimoséptimo Congreso aprenderemos más de una lección valiosa extraída del curso posterior de esta lucha que, no bien termina, vuelve a comenzar. El tiempo lo dirá.
Pero no nos detuvimos en el discurso de Bluecher para comentar esa confesión, ni su tono general, que se puede resumir en dos palabras: ¡para servirles! Este discurso o, en todo caso, los informes del mismo, contienen una afirmación de gran importancia, que no caracteriza a Bluecher sino a lo que se está haciendo en y con el partido.
Según el informe publicado en Pravda del 28 de junio de 1930, Bluecher declaró: «Nosotros, los combatientes del Ejército Rojo, tenemos el orgullo de informarles que en todas estas batallas [sino-soviéticas] no tuvimos un solo desertor, ni un solo desertor que se pasara al enemigo. El ejército hizo gala de una elevada moral política y clasista, al servicio de la construcción del socialismo».
Esta noticia es grata para cualquier revolucionario. Sin embargo, desgraciadamente, tenemos una segunda versión, que nos obliga a desconfiar de todo el informe. En el periódico Rabochi [El Obrero], publicación diaria del Comité Central del Partido Comunista de Bielorrusia, esta frase del discurso de Bluecher aparece de la siguiente manera:
Tenemos el orgullo de informarles que no tuvimos desertores, ni un solo desertor que se pasara al campo enemigo. Tenemos dos baldones tristes, vergonzosos: dos reclutas calificados, que prestaban servicios desde hacía nueve meses se pasaron al enemigo. Ambos resultaron ser trotskistas.
Las palabras que subrayamos no figuran en el informe de Pravda. ¿Pertenecen a Bluecher, o no? Si hemos de juzgar por el texto, debemos deducir que fueron introducidas arbitraria e incongruentemente en el informe después de elaborado éste, resultando de ello un obvio disparate. Empieza diciendo que no hubo «un solo desertor» y luego informa que hubo dos. Es obvio que aquí hay algún error. Si no hubo ni uno solo, ¿de dónde salieron estos dos? Y si realmente hubo dos, ¿cómo se puede decir que no hubo «ni uno solo»? Pero, supongamos que fue una incoherencia de Bluecher; lamentablemente, en su discurso el entusiasmo prima sobre la sensatez. Pero, en tal caso, ¿por qué omite el informe de Pravda un bocado tan sabroso como el de los dos desertores? ¿Por qué ocultó Pravda las intrigas contrarrevolucionarias de los «trotskistas»? Si Pravda no ocultó nada, si Bluecher no lo dijo, ¿cómo pudo suceder que estas palabras aparecieran el mismo día en el Rabochi de Minsk?
Sabemos perfectamente bien cómo se preparan los informes sobre el congreso. Sin el visto bueno de la comisión de publicaciones, no puede salir una sola línea de la sala del congreso. Esto significa que es imposible que la historia de los desertores trotskistas se haya inventado en Minsk. Debía llegar de Moscú y con el sello de la comisión de publicaciones del congreso. Pero, en ese caso, ¿por qué omitió Pravda estas líneas? Ésta es la primera pregunta.
Hay, también, una segunda pregunta: «Dos reclutas calificados se pasaron al enemigo —nos dice Bluecher o alguien que se hace pasar por él—. Ambos resultaron ser trotskistas». Esta frase aparece en el periódico de Minsk en letra destacada. ¡Naturalmente! Pero no tiene sentido. Entre el Decimoquinto y el Decimosexto Congreso, dice Bluecher, el ejército fue purgado de todo resto de trotskismo. ¿Por qué no fue purgado de estos dos? Es evidente que no se los descubrió hasta el momento de la huida. ¿Cómo descubrió Bluecher que eran «trotskistas» después que huyeron? «Ambos resultaron ser [?] trotskistas». ¿Qué significa «resultaron ser»? ¿Cómo, de qué manera? Turbia es el agua, tan turbia que parece estancada. Y diríase que alguien se dio un chapuzón en ella.
Por último, la tercera pregunta. ¿Por qué debieron huir los «trotskistas» al bando de la contrarrevolución china? A su cabeza está Chiang Kai-shek. Jamás fue aliado nuestro. Fue aliado de Stalin. Fue a ver a Stalin para negociar. Una semana antes del sangriento golpe de Chiang Kai-shek de abril de 1927, Stalin, en el Salón de las Columnas, respondió por la lealtad de Chiang Kai-shek. El partido de Chiang Kai-shek era miembro de la Comintern con voto consultivo. La Oposición lo combatió con intransigencia. Stalin y Rikov intercambiaron fotografías con Chiang Kai-shek. Una oficina de la Comintern envió a Trotsky un retrato de Chiang Kai-shek, con el pedido que enviara uno suyo a Chiang Kai-shek. Trotsky rehusó y devolvió el retrato. Stalin enseñó que el Kuomintang de Chiang Kai-shek era un sustituto de los soviets. La Oposición demostró que la alianza de Stalin con Chiang Kai-shek constituía un acto de traición a la revolución. ¿Por qué, pues, habrían de huir los «trotskistas» al campo de Chiang Kai-shek? Estimados señores: ¿no les convendría más no hablar de esto?
No sabemos a quién le dio este ataque de indiscreción: si a Bluecher, o al que corrigió su discurso, o a los dos. Pero es evidente que alguien fue presa de un ataque de indiscreción que excede los límites de lo verosímil. Por eso Pravda se negó a publicarlo. Se resolvió, no sin causa, que era demasiado estúpido. Pero al mismo tiempo la comisión de publicaciones del congreso vaciló antes de tirarlo a la basura; quizás pudiera serle de utilidad a alguien. Realmente, un bocado tan sabroso… Por un lado, ni un solo desertor, lo que habla muy a favor del ejército; por el otro, no uno sino dos desertores, «trotskistas» ambos y, para colmo, que revelan un vínculo directo entre la Oposición y Chiang Kai-shek. Sería una lástima desperdiciarlo; quizás les venga bien a los de Minsk.
Para terminar como corresponde, veamos la composición de la comisión de publicaciones. La integran el ex social-revolucionario Berdnikov, dispuesto a todo; el ex secretario de Stalin, Nazaretian, poseedor de una reputación clara y bien ganada; el ex menchevique Popov, ayudante de Berdnikov; Saveliev, jefe de cocina del Buró de Historia del Partido; Tovstuja, ex secretaria de Stalin. Con esto, está dicho todo.
La parábola de la cucaracha
En el discurso de cierre[576], Stalin dijo que Rikov, Bujarin y Tomski se asustan apenas escuchan «a una cucaracha que hace un ruidito en alguna parte, aunque todavía no haya salido de su agujero». Se refería, aparentemente a los kulakis y campesinos medios descontentos. Después, dijo que la mencionada cucaracha está «débil y moribunda». Acá se complica la metáfora. Reconozcamos que una cucaracha débil puede hacer un ruidito; pero que una cucaracha moribunda lo pueda hacer, francamente, lo dudamos. Coincidimos plenamente con la moraleja: no hay que temer a las cucarachas, ni siquiera a las que están vivas y sanas. Pero, por otro lado, sostenemos que a una cucaracha jamás se la debe llamar una pasa de uva, como hizo cierto «padre aldeano» —uno de los «administradores» de nuestra economía— cuando apareció una cucaracha asada en su hogaza de pan, lo que habla muy mal de la línea general. Además, ciertas personas —no sólo obreros de la economía, sino también «economistas»— a partir de 1924 creyeron y enseñaron a otros a creer que el kulak es, en términos generales, un mito, y que el socialismo es perfectamente conciliable con este «poderoso campesino medio». En síntesis, durante cuatro años se empeñaron en transformar esta cucaracha en la pasa de uva del socialismo nacional. Esto es algo que también convendría evitar.
Un autorretrato
El irremplazable colega Iaroslavski, en aras de la autocrítica, leyó ante el congreso una caracterización de un comunista hecha por alguna organización de alguna localidad perdida. «Consecuente, políticamente ilustrado, sus convicciones no son firmes, aguarda a que otros hablen». El informe registra «risas». Pero si uno se detiene a pensar, no es para reírse. Es muy cierto, demasiado cierto. Y quizás por eso resulta tan absurdo. La descripción dio en el blanco.
Si, echemos una mirada a Iaroslavski. En 1923 escribió panegíricos sobre Trotsky. En 1925 asentó por escrito su acuerdo con el «leninismo» de Zinoviev, dirigido de lleno contra Stalin. En 1927 escribió que Bujarin no reflejaba la menor desviación y educaba a la juventud en el espíritu del leninismo.
¿Puede decirse, empero, que Iaroslavski es inconsecuente? Nadie lo dirá. Es bastante consecuente, incluso demasiado consecuente. ¿Políticamente analfabeto? No, desde luego que no. En el peor de los casos, semialfabeto. ¿Posee convicciones firmes? Diríase que no. Pero ¿porqué las convicciones habrían de ser firmes? No están hechas de metal. ¿Pero, cómo es que Iaroslavski, carente de convicciones firmes, se mantiene en la cumbre? Muy sencillo; «Aguarda a que otros hablen».
No, el congreso no debió reír. La descripción es perfecta.
¿Por quién siente consideración Manuilski?
En el congreso, Manuilski, como es su costumbre, le señaló el camino al proletariado mundial: «Una lucha bolchevique abierta, audaz, sin consideración por los individuos afectados, contra el oportunismo práctico en todas sus formas».
¡Un Manuilski que procede «sin consideración por los individuos afectados»! Concretamente: ¿por quién piensa demostrar consideración de ahora en adelante?