Radek y la Oposición[120]

26 de mayo de 1929

Desde hace varias semanas se habla en la prensa mundial sobre la «desintegración» de la Oposición rusa y se señala al camarada Radek como líder del grupo que está por unirse a Stalin. Los que están mal informados —que en Occidente son mayoría— pueden llegar a la conclusión de que el viraje de Radek, desde la Oposición hacia los centristas del aparato es cosa reciente. En realidad, el camarada Radek viene vacilando desde hace un año y medio. Estaríamos más cerca de la realidad si dijéramos que desde 1923 el camino del camarada Radek se cruzó con el de la Oposición, luego se alejó hacia la derecha o hacia la izquierda —en la mayoría de los casos hacia la derecha— para luego volver a ella. Hasta 1926 Radek sostuvo que era imposible aplicar una línea económica diferente a la de Stalin y Bujarin. Hasta 1927 se ilusionó con la posibilidad de trabajar en colaboración con Brandler y su grupo. Se opuso a que el Partido Comunista Chino abandonara el Kuomintang. Después de la huelga general británica, estuvo en contra de la disolución del Comité Anglo-Ruso. Cuando la izquierda y la derecha del Kuomintang traicionaron la revolución, se pronunció en contra de la consigna de dictadura proletaria y a favor de la de dictadura «democrática», dándole a esta consigna el mismo contenido que le daban Stalin, Bujarin y Martinov[121]. En 1923-1924 Radek sostenía que la teoría de la revolución permanente coincidía en lo esencial con la línea estratégica de Lenin. En 1928 trató de encontrar una contradicción fundamental entre Lenin y Trotsky a ese respecto. Tuvo que repetir, con algunas reservas de importancia secundaria, los argumentos trillados de Zinoviev. En cambio, en lo que hace al termidor y a los dos partidos, adopté en 1927 una posición ultraizquierdista. En varias ocasiones intentó proclamar que el termidor era un hecho «consumado». Durante un tiempo se negó a firmar el programa porque se pronunciaba en forma demasiado categórica a favor de un partido único. No hay nada de extraño en esta combinación de conclusiones ultraizquierdistas y premisas derechistas. Por el contrario, la historia de la Comintern está repleta de ejemplos similares. Tampoco hay nada de extraño en la facilidad con que Radek se desplaza de las deducciones ultraizquierdistas respecto del termidor y los dos partidos al camino de la conciliación sin principios con el viraje izquierdista del centrismo. Ya hemos visto en otros países, sobre todo en Alemania, cómo los que acusan a la Oposición rusa de «quedarse a mitad del camino» y proclaman en decenas de ocasiones que el termidor ya está «consumado», se desplazan con su escaso bagaje al bando de los socialdemócratas.

Por cierto, no queremos poner a Radek al mismo nivel con esos veletas. Radek cuenta en su haber con un cuarto de siglo de trabajo marxista revolucionario. No sólo es incapaz de apoyar a los socialdemócratas, sino que es dudoso que pueda unirse a los stalinistas. En todo caso, no podrá convivir con ellos. Es demasiado marxista y, sobre todo, demasiado internacionalista. La desgracia de Radek es lo que a la vez lo hace fuerte: es excesivamente impulsivo.

Radek es, sin lugar a dudas, uno de los mejores periodistas marxistas del mundo, no solamente por la precisión y la fuerza de su estilo, sino, principalmente, por su capacidad de reaccionar con asombrosa rapidez ante los nuevos fenómenos y tendencias, a veces ante sus primero síntomas. Ése es el lado fuerte de Radek. Pero la fuerza de un periodista, en un político, se convierte en debilidad. Radek exagera y se anticipa demasiado. Usa un metro cuando se trata de medir un par de centímetros. Por eso siempre se encuentra a la derecha o a la izquierda —en general a la derecha— de la posición correcta.

Cuando todos vivíamos en Moscú, la impulsividad de Radek le prestó frecuentes servicios a la Oposición. En casi todas las reuniones sugería cambios radicales en la línea general de la Oposición o respecto a tal o cual problema. Generalmente chocaba con una resistencia fraternal y no tardaba en ceder. Pero, detrás de sus innovaciones exageradas y peligrosas, frecuentemente se podía encontrar alguna observación valiosa, alguna impresión nueva. Por eso la participación de Radek siempre resultaba benéfica para el trabajo colectivo. Y a ninguno de nosotros se le ocurrió hacer una lista de los virajes de Radek, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda, aunque el primer caso era el más frecuente. Pero desde 1928 el grupo dirigente de la Oposición está disperso. Todos nos encontramos separados por enormes distancias y abandonados a nuestros propios recursos. Es evidente que en estas circunstancias a Radek le perjudican sus impulsos excesivos.

A partir de febrero de 1928 el camarada Radek efectuó un viraje muy pronunciado sobre la cuestión del termidor y los «dos partidos». No previó la posibilidad de que los centristas opusieran resistencia a la derecha, así como no lo previeron los que por primera vez escucharon la palabra termidor pronunciada por nosotros e inmediatamente comenzaron a jurar que era un «hecho consumado». Pero Radek, que no se limita a repetir frases generales y carentes de sentido sino que trata de observar e interpretar los hechos, se fue al otro extremo. Después de febrero de 1928, los stalinistas comenzaron a parecerle marxistas, y el termidor casi un mito. Si hubiéramos estado todos en Moscú, probablemente, después de sus primeras efusiones, se habría calmado… hasta inspirarse otra vez. Pero Radek estaba en Siberia. Envió cartas y tesis a una serie de camaradas. Todos se arrojaron sobre él. La GPU interceptó la correspondencia y la entregó al Comité Central. Iaroslavski informó en las reuniones sobre las posiciones de Radek, pero tergiversando toda la situación por no comprenderla y mintiendo maliciosamente. De esa manera, Radek cayó víctima de su propio carácter impulsivo. Comenzó a tergiversar los hechos para mejorar su posición. Se vio obligado a embellecer el viraje de Stalin para justificar el suyo.

Como ya dijimos, esta situación se viene repitiendo desde hace un año y medio. En julio del año pasado Radek redactó un proyecto de manifiesto al Sexto Congreso. En esa época los exiliados todavía podían comunicarse con cierta libertad; los stalinistas esperaban que de ese modo la ruptura afloraría más rápidamente. Mediante un intercambio de telegramas entre las colonias de oposicionistas, se votó cuál de los dos proyectos de manifiesto iría al Sexto Congreso. Radek reunió media docena de votos, mi proyecto varios centenares. Al filial, Radek también agregó su nombre a la declaración colectiva.

El 17 de julio analicé el proyecto de tesis de Radek en una carta enviada a los exiliados y a Moscú. Considero oportuno publicar ahora ese análisis[122]. Espero que con ello el lector se convenza que en 1929 Radek agregó muy poco a sus errores de 1928. En todo caso, estos zigzags individuales o de grupo, aunque obedezcan a las mejores intenciones, no pueden desviar a la Oposición de su camino.

Posdata, 7 de julio de 1929

En la carta de Radek publicada en Pravda puede observarse que fue mucho más lejos —o cayó mucho más abajo— de lo que yo había supuesto. Ahora explica muy apenado que la irresistible atracción que ejerce sobre él el centrismo stalinista le impide vivir bajo un mismo techo con los bolcheviques leninistas. Realmente ¡Radek es incapaz de vivir un año entero sin complementar alguno de sus errores ultraizquierdistas con un error simétrico hacia la derecha! En 1927 combatió persistentemente dentro de la Oposición, mi posición sobre los ultraizquierdistas (Sapronov, V. M. Smirnov y otros[123]), que ya se pronunciaban a favor de los dos partidos. En esa época Radek declaraba que no teníamos la menor diferencia con los ultraizquierdistas, y que no sólo no debíamos atacarlos sino inclusive teníamos que formar una sola organización con ellos. En general, hasta ahora nadie acusó a Radek de ser perseverante y serio. Pero esa vez, en cuanto a la unidad con el grupo Centralismo Democrático, hizo gala de una incuestionable perseverancia que duró desde octubre de 1926 hasta febrero de 1928, es decir, quince meses: ¡un lapso que en el caso de Radek no tiene precedentes! Ahora se dio vuelta y afirma que es necesario separarse de los autotitulados bolcheviques leninistas porque están totalmente contaminados de «cedemismo». Ahora ya no tiene diferencias con Stalin sino con Sapronov. Se puede predecir, sin gran temor a equivocarse, que, habiéndose separado de la Oposición leninista, es dudoso que Radek siga por mucho tiempo la línea stalinista; probablemente oscilará una vez más hacia el brandlerismo y el rikovismo para terminar otra vez en la oposición a Stalin… esta vez desde la derecha. ¡He ahí su desgraciado destino!

Escritos , Tomo I
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