Una vez más sobre Brandler y Thalheimer[130]

12 de junio de 1929

Estimado camarada:

Muchas gracias por su detallada carta del 3 de junio. Abunda en informes valiosos que espero utilizar en el futuro. Aquí sólo quiero referirme al problema de nuestra actitud hacia la Oposición de Derecha alemana.

1.Usted reconoce que Brandler y Thalheimer no comprendieron la situación revolucionaria de Alemania en 1923, la situación revolucionaria de China en 1925-1927, la situación revolucionaria de Gran Bretaña en 1926 y, por último, el carácter termidoriano de la lucha contra el «trotskismo» (1923-1927). Al aceptar todo esto usted reconoce que Brandler y Thalheimer no son revolucionarios, porque los revolucionarios se definen y revelan por su actitud frente a problemas fundamentales de la revolución mundial. ¿Qué podemos tener en común nosotros, los bolcheviques, con ésos no revolucionarios o, peor aún, con personas que han combatido nuestras resoluciones y consignas revolucionarias en los momentos más críticos de los últimos seis o siete años?

2. A pesar de todo, le molesta que califiquemos a Brandler y Thalheimer de liquidadores y mencheviques. Esta calificación, en su sentido literal, por supuesto, es errónea. Pero la tendencia que los opone a nosotros es indudablemente liquidacionista y menchevique. El Arbeiter Zeitung[131] de Viena me hace exactamente las mismas críticas que Thalheimer. Éste y el Arbeiter Zeitung se unen con Stalin en mi contra y con Rikov y Bujarin contra Stalin. Pero el Arbeiter Zeitung de Viena lo hace abiertamente, mientras que Brandler y Thalheimer se dedican a un miserable juego de escondite. En estos casos prefiero al Arbeiter Zeitung, que es un enemigo declarado.

3. Su carta contiene argumentos demoledores contra la derecha. No obstante, usted considera necesario agregar que la situación «en el Partido Comunista Alemán mejoraría si se aplicara la política llamada derechista en lugar de la que se aplica actualmente».

Pero, después de todo, ya vimos a la política brandlerista en la dirección del partido. Provocó la mayor de las catástrofes a fines de 1923. Esta catástrofe constituye la base de todos los violentos virajes subsiguientes del comunismo alemán, hacia la derecha y hacia la izquierda. Esta catástrofe sentó las bases de toda la etapa posterior, de estabilización del capitalismo europeo. ¿Cómo se puede pasar por alto el hecho de que Brandler, como político, está del otro lado de la barricada?

4. Usted sabe que no llegué repentinamente a esta conclusión devastadora. Tenía esperanzas de que Brandler aprendiera. En el otoño de 1923 adquirió conciencia de su propia incapacidad. Me dijo varias veces que le faltaba talento para orientarse en una situación revolucionaria. Sin embargo, después de que dejó pasar la situación revolucionaria se volvió muy arrogante. Comenzó a acusarme de «pesimista». Aguardaba 1924 con «el mayor optimismo». Entonces comprendí que este hombre era incapaz de diferenciar el frente y el reverso de la revolución.

Si se tratara de un asunto de idiosincrasia personal, no sería tan grave. Pero ahora todo esto se convirtió en un sistema, y sobre este sistema se está construyendo una fracción. ¿Qué podemos tener en común con esta fracción?

5. No asumo, de ninguna manera, la defensa de la línea de Maslow y los otros[132]. En 1923 el radicalismo verbal de Maslow derivaba de la misma pasividad que originaba los errores de Brandler. Maslow, que no comprendía el abecé del problema, trató de poner en ridículo mi propuesta de fijar fecha para la insurrección. En el Quinto Congreso seguía creyendo que la revolución estaba ganando impulso. En otras palabras, en los problemas más importantes tuvo la misma posición que Brandler, sazonada con un poco de condimento ultraizquierdista. Pero Maslow trató de aprender, hasta que cayó en el pantano de la capitulación. Otros ex ultraizquierdistas sí aprendieron algunas cosas. No asumo la menor responsabilidad por la línea del Volkswille en su conjunto, que contiene muchos restos del pasado, es decir, es una combinación de tendencias oportunistas y ultraizquierdistas. No obstante, estos camaradas aprendieron bastante y muchos de ellos demostraron que son capaces de aprender más. Brandler y Thalheimer, en cambio, dieron un colosal paso hacia atrás al elevar su ceguera revolucionaria al nivel de un programa.

6. Usted considera meritoria su lucha por la democracia partidaria. No veo dónde está el mérito. Brandler y Thalheimer jamás elevaron sus voces para protestar contra el aplastamiento de la Oposición de Izquierda. No sólo toleraron el régimen stalinista, también lo apoyaron. Se unieron al coro termidoriano de persecución al «trotskismo». ¿Cuándo empezaron a sentirse obligados a luchar por la democracia en el partido? Cuando el aparato comenzó a aplastarlos y cuando se convencieron de que para llegar al poder no bastaba con servir a los stalinistas. ¿Se puede considerar meritoria la actitud de los oportunistas que empiezan a gritar cuando los centristas, temerosos de las críticas de la izquierda, comienzan a perseguirlos? A nadie le gusta que lo apaleen; no hay mérito alguno en ello.

Los métodos que emplea el centrismo para combatir a la derecha son repugnantes, y en última instancia la ayudan. Pero esto no significa que, si hubiera un régimen democrático en el Partido Comunista, tendría la obligación de otorgar el derecho de afiliación a la tendencia oportunista de Brandler.

Es ilícito enfocar la democracia partidaria como un concepto en sí. Hablamos de la democracia partidaria sobre bases revolucionarias específicas que excluyen al brandlerismo.

7. Según usted, el segundo mérito de los brandleristas reside en su lucha por las reivindicaciones transicionales, su intento de vincularse con las masas, etcétera. Pero ¿acaso buscamos establecer vínculos con las masas por los vínculos en sí, o por objetivos revolucionarios (por ende , internacionalistas)? Si nos guiáramos únicamente por los vínculos con las masas, deberíamos volver los ojos hacia la Segunda Internacional y a la de Amsterdam[133]. Con este criterio, la socialdemocracia alemana es mucho más imponente que Brandler y Thalheimer.

Desde luego, se puede decir que todo esto es una exageración: sabemos que Brandler y Thalheimer no son la socialdemocracia. Por supuesto: todavía no son la socialdemocracia, no la actual. Pero hay que observar los hechos en su dinámica. Tampoco la socialdemocracia alemana se inició con Hermann Mueller. Por otra parte, Brandler quiere ganar a las masas; todavía no las ganó. Usted mismo observa con indignación que los brandleristas le vuelven la espalda al proletariado internacional. No les preocupa la Revolución Rusa, ni la revolución china, ni el resto de la humanidad. Quieren realizar su política en Alemania, así como Stalin quiere construir el socialismo en Rusia. Vivir y dejar vivir. Sin embargo, ya vimos a dónde condujo en el pasado esta política: al 4 de agosto de 1914[134]. Permítame recordarle una vez más que las fracciones oportunistas jóvenes, sobre todo las de oposición, no son «mejores» que los viejos partidos socialchovinistas, así como un joven lechón no es «mejor» que un cerdo viejo.

8. Pero quienes creen que Brandler es realmente capaz de conducir a las masas «en el terreno de la realidad» (es decir, del reformismo nacional), cometen un grave error. No: en este terreno, Brandler tiene un adversario imbatible. En la medida en que el obrero común deba elegir entre Brandler y Wels[135], optará por Wels, y a su manera tendrá razón: no existe la menor razón para reiniciar desde el comienzo un hecho ya consumado.

9. Usted aparentemente aprueba la crítica de Brandler y Thalheimer a la política de Thaelmann en el Primero de Mayo. Agrega al pasar que está seguro de que yo no apruebo dicha política. No sé si leyó mi carta al Sexto Congreso Mundial ¿Y ahora? [Reproducida en La Tercera Internacional después de Lenin]. En esta carta hay un capítulo especial dedicado a las perspectivas de radicalización de la clase obrera alemana, con una advertencia directa y categórica contra la pueril sobrestimación thaelmannista del nivel alcanzado por dicha radicalización y contra el peligro de caer en el aventurerismo ultraizquierdista, latente en la misma. Me referiré a este tema con mayor detalle en un folleto que espero publicar el mes que viene. Pero al criticar el aventurerismo burocrático, trazaré una demarcación aún más tajante entre mi crítica y la de Brandler. Los oportunistas siempre aparecen en actitud triunfal al criticar el aventurerismo revolucionario. Pero también le allanan el camino: Brandler le allanó el camino a Maslow así como Maslow le allanó el camino a Thaelmann, que combina todos los errores de Brandler y Maslow y les agrega sus propias torpezas, producto de la estupidez burocrática y la ignorancia jactanciosa.

10. Usted señala a varios grupos de la Oposición de Izquierda y los llama «sectarios». Tendríamos que ponernos de acuerdo sobre el contenido de esta palabra. Existen entre nosotros individuos que se satisfacen con permanecer en sus casas y criticar desde allí los errores del partido oficial, sin imponerse tareas más amplias, sin asumir obligaciones revolucionarias prácticas, que hacen de la oposición revolucionaria un título honorífico, algo parecido a la Orden de la Legión de Honor. Hay, también, tendencias sectarias que se expresan buscando la quinta pata de cada gato que se les cruza.

Es necesario combatirlas, y estoy personalmente dispuesto a hacerlo, sin dejarme arredrar, llegado el caso, por viejas amistades, vínculos personales, etcétera.

Sin embargo, no hay que hacerse ilusiones. Una vez más —no es la primera ni será la última— los marxistas revolucionarios se ven reducidos a la situación de una sociedad internacional de propaganda. Esta situación, por su propia naturaleza, entraña ciertos elementos de sectarismo que sólo se pueden superar gradualmente. Usted parece asustado porque su organización tiene pocos militantes. Por supuesto, es desagradable; es mejor tener organizaciones con millones de militantes. Pero ¿dónde hemos de encontrar nosotros, la vanguardia de la vanguardia, organizaciones de millones de militantes, cuando apenas ayer la revolución sufrió derrotas catastróficas en los países más importantes, derrotas provocadas por una dirección menchevique que se oculta tras una falsa máscara bolchevique? ¿Dónde?

Atravesamos ahora un período de reacción colosal, que sobreviene después de los años revolucionarios (1917-1923). En un plano histórico nuevo y más elevado, nosotros, los marxistas revolucionarios, volvemos a ser una minoría pequeña y perseguida, casi como al principio de la guerra imperialista. Toda la historia —a partir digamos, de la Primera Internacional—[136] demuestran que esas regresiones son inevitables. La ventaja que tenemos respecto a nuestros antecesores es que hoy la situación es más madura y nosotros mismos somos más «maduros», puesto que nos apoyamos en Marx, Lenin y muchos más. Sólo podremos capitalizar nuestra ventaja si somos capaces de desplegar una gran intransigencia ideológica, más implacable aún que la desplegada por Lenin al estallar la guerra. Los impresionistas sin carácter, como Radek, se alejarán de nosotros. Hablarán de nuestro «sectarismo». No debemos temer a las palabras. Ya vivimos situaciones similares en dos ocasiones: durante la reacción de 1907-1912 en Rusia, y en toda Europa durante los años de guerra. Habrá nuevas capitulaciones individuales, deserciones, traiciones declaradas. Lo cual es inherente al carácter de la etapa.

Lo que queda en nuestras filas será más digno de confianza. El mayor honor —a que puede aspirar hoy un revolucionario auténtico es seguir siendo un «sectario» del marxismo revolucionario para los filisteos, los quejumbrosos y los pensadores superficiales. Permítame repetir: hoy volvemos a ser sólo una sociedad internacional de propaganda. No veo en ello el menor motivo para caer en el pesimismo, a pesar de que tenemos detrás de nosotros la gran montaña de la Revolución de Octubre. O más precisamente, justamente porque tenemos detrás de nosotros esta gran montaña histórica. No me cabe la menor duda de que la base del desarrollo del nuevo capítulo de la revolución proletaria será nuestro grupo «sectario».

11. Para terminar, dos palabras sobre el conjunto del grupo de Brandler. Usted concuerda conmigo en que Brandler y Thalheimer son incorregibles. Yo estoy dispuesto a concordar con usted en que la fracción es superior a sus líderes. Muchos obreros fueron a dar a esta fracción desesperados por la política del partido oficial, y recordando al mismo tiempo la lamentable dirección de los ultraizquierdistas a partir de 1923. Todo esto es cierto. Un sector de estos obreros, lo mismo que un sector de los obreros ultraizquierdistas, se pasará a la socialdemocracia. Otro se acercará a nosotros, si no somos indulgentes con la derecha. Nuestra tarea consiste en explicar que la fracción brandlerista no es más que una nueva puerta de entrada a la socialdemocracia.

12. ¿Necesitamos un programa de consignas transicionales? Sí. ¿Debemos aplicar una táctica correcta en los sindicatos? Indudablemente. Pero sólo se puede discutir estos problemas con quienes hayan resuelto clara y firmemente con qué fin necesitamos todo esto. Así como no discuto las diversas corrientes del materialismo con un hombre que se persigna al pasar por una iglesia, no voy a elaborar consignas y tácticas con Brandler, quien, por una cuestión de principios, confunde el frente con el reverso de la revolución. Primero debemos atrincherarnos en nuestros principios, luego buscar un punto de partida correcto, y sólo entonces avanzar según los lineamientos tácticos. Estamos ahora en una época de autoclarificación principista e implacable diferenciación respecto de los oportunistas y confusionistas. Éste es el único camino que conduce a la revolución.

Con saludos cálidos e intransigentes

L. Trotsky

Escritos , Tomo I
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