La situación política en China y las tareas de la Oposición Bolchevique Leninista[124]

Junio de 1929

En el plenario de febrero [de 1928] del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista y en su Sexto Congreso se hizo una evaluación absolutamente errónea de la situación en China. Para disimular las terribles derrotas se declaró que subsiste la situación revolucionaria («entre dos oleadas») y que la línea sigue siendo la misma: hacia la insurrección armada y los soviets.

En realidad, la segunda revolución china de 1925-1927 culminó en una serie de derrotas aplastantes, sin alcanzar sus objetivos. Ahora estamos frente a una etapa interrevolucionaria, dominada totalmente por la contrarrevolución burguesa y el fortalecimiento del imperialismo extranjero.

Es imposible predecir la duración del periodo interrevolucionario puesto que depende de muchos factores internos e internacionales. Pero el surgimiento de una tercera revolución es inevitable; se deriva absoluta y totalmente de las circunstancias creadas por la derrota de la segunda revolución.

Las tareas de la Oposición comunista china, es decir, los bolcheviques leninistas, son: comprender claramente las causas de las derrotas, evaluar correctamente la situación actual, reagrupar a los elementos más firmes, valientes y probados de la vanguardia proletaria, buscar nuevamente el camino hacía las masas apoyándose en las consignas transicionales y, en todas las áreas de la vida social, preparar a la clase obrera para la tercera revolución china.

La segunda revolución china fue derrotada en tres etapas en el transcurso de 1927: Shangai, Wuhan y Cantón[125]. La causa directa e inmediata de las tres derrotas fue la política fundamentalmente errónea de la Internacional Comunista y del Comité Central del Partido Comunista Chino.

La línea totalmente oportunista de la Comintern se expresó en las cuatro cuestiones que sellaron la suerte de la revolución china:

1. El problema del partido. El Partido Comunista Chino entró en un partido burgués, el Kuomintang, mientras se ocultaba el carácter burgués de dicho partido tras una filosofía charlatanesca sobre un supuesto «partido obrero y campesino» e inclusive sobre un partido de «cuatro clases» (Stalin - Martinov). De esa manera se privó de su partido al proletariado en el momento más critico. Peor aún: se convirtió a ese partido seudocomunista en una herramienta más para que la burguesía engañara a los obreros. La historia del movimiento revolucionario mundial no conoce un crimen de igual magnitud. La responsabilidad recae exclusivamente sobre sus inspiradores: el Comité Ejecutivo de la Comintern y Stalin.

Dado que, a pesar de ello, hoy día se están construyendo nuevos partidos «obreros y campesinos», es decir, nuevos Kuomintangs en la India, Corea y otros países, la Oposición comunista china considera necesario afirmar, sobre la base de la experiencia de la segunda revolución china que:

El partido del proletariado, jamás y en ninguna circunstancia, puede fusionarse organizativamente con un partido de otra clase. El partido proletario absolutamente independiente es el primer y principal requisito de la política comunista.

2. El problema del imperialismo. La línea errónea de la Comintern se basaba en la afirmación de que el yugo del imperialismo obliga a unirse a todas las clases «progresistas». En otros términos, según la teoría stalinista de la Comintern, el yugo del imperialismo alteraría de alguna manera las leyes de la lucha de clases. En realidad, en China la penetración económica, política y militar del imperialismo agudizó al extremo la lucha de clases interna.

Mientras que por abajo, en las bases agrarias de la economía china, la burguesía está orgánica e indisolublemente ligada a las formas de explotación feudales, por arriba está ligada a forma igualmente orgánica e indisoluble al capital financiero mundial. La burguesía china no puede romper por sus propios medios, con el feudalismo agrario ni con el imperialismo foráneo.

Sus conflictos con los militaristas feudales más reaccionarios y sus choques con los imperialistas extranjeros siempre pierden importancia, en el momento critico, frente a su irreconciliable antagonismo con los obreros y los campesinos pobres.

Con el respaldo de los imperialistas del mundo contra los obreros y campesinos chinos, la llamada burguesía nacional eleva la lucha de clases al nivel de guerra civil, y lo hace más rápida e implacablemente que cualquier otra burguesía del mundo, ahogando en sangre a sus adversarios.

La dirección de la Comintern perpetró un crimen histórico colosal al ayudar a la burguesía nacional china a encaramarse sobre las espaldas de los obreros y campesinos y al defenderla de las críticas y protestas de los bolcheviques revolucionarios. Jamás, en la historia de todas las revoluciones, la burguesía contó con un camuflaje y un disfraz como el que la dirección stalinista le proporcionó a la burguesía china.

La Oposición recuerda a los obreros chinos y de todo el mundo que, apenas un par de días antes del golpe de Shangai de Chiang Kai-shek, Stalin llamó repentinamente a confiar en Chiang Kai-shek y apoyarle y reprimió ferozmente a los bolcheviques leninistas (los «trotskistas»), que en su momento previnieron sobre la derrota que aguardaba a la revolución.

La Oposición china declara traidores a quienes apoyan, difunden o defienden en relación al pasado la leyenda de que la burguesía «nacional» es capaz de dirigir a las masas en la lucha revolucionaria. Para que las tareas de la revolución china puedan ser realizadas efectivamente es preciso que el proletariado chino, a la cabeza de las masas oprimidas, derribe la dirección política burguesa y tome el poder. No existe otro camino.

3. El problema de la pequeña burguesía y el campesinado. En esta cuestión, de importancia decisiva tanto para China como para todos los países de Oriente, la línea de la Comintern no es más que una falsificación menchevique del marxismo. Cuando la Oposición hablaba de la necesidad de forjar la alianza revolucionaria del proletariado y la pequeña burguesía, se refería a las masas oprimidas, a las decenas y centenas de millones de pobres de la ciudad y el campo. Para la dirección de la Comintern, la pequeña burguesía era y es la cúpula pequeñoburguesa, integrada en su abrumadora mayoría por intelectuales que, a través de partidos y organizaciones democráticas, explotan a los pobres de la ciudad y el campo, entregándolos en el momento crítico a la gran burguesía. Para nosotros, no se trata de formar una alianza con Wang Ching-wei[126] contra Chiang Kai-shek, sino de forjar una alianza con las masas trabajadoras contra Wang Ching-wei y Chiang Kai-shek.

4 . El problema de los Soviets. Se remplazó la teoría bolchevique de los soviets por una falsificación oportunista, complementada luego por una práctica aventurerista.

Tanto para los países de Oriente como para los de Occidente, los soviets son una forma de organización que puede y debe crearse desde la etapa inicial de un gran ascenso revolucionario. En general, surgen como organizaciones revolucionarias de huelga y luego amplían sus funciones y acrecientan su autoridad ante las masas. En la etapa siguiente se convierten en órganos de la insurrección revolucionaría. Por ultimo, luego de la victoria de la insurrección, se transforman en organismos del poder revolucionario.

Al obstaculizar la creación de soviets por parte de los obreros y campesinos chinos, la dirección stalinista de la Comintern desarmó y debilitó artificialmente a las masas trabajadoras frente a la burguesía, permitiéndole aplastar la revolución. El intento posterior (diciembre de 1927) de crear en veinticuatro horas un soviet en Cantón no fue más que una aventura criminal, cuya única consecuencia fue la de preparar la derrota final de los heroicos obreros de Cantón por los militares desenfrenados.

Éstos son los crímenes fundamentales que cometió en China la dirección stalinista de la Comintern. Demuestran que se sustituyó el bolchevismo por un menchevismo perfeccionado y llevado hasta sus últimas consecuencias. El aplastamiento de la segunda revolución china es, fundamentalmente, una derrota de la estrategia menchevique, que en esta ocasión se ocultó tras la máscara bolchevique. No es casual que en todo este proceso la socialdemocracia internacional se solidarizara unánimemente con Stalin y Bujarin.

No se podrá avanzar si no se comprenden las grandes lecciones por las que la clase obrera china pagó tan alto precio. La Oposición de Izquierda china se apoya total y absolutamente en esas experiencias. La burguesía china, después de la derrota de las masas populares, tuvo que soportar la dictadura militar. En esta etapa ésa es la única forma posible de poder estatal, la cual surge de los antagonismos irreconciliables de la burguesía con las masas populares por un lado, y de la dependencia de la burguesía respecto del imperialismo extranjero por el otro. Hay sectores aislados y grupos provinciales de la burguesía que están descontentos con el gobierno de la espada, pero la gran burguesía en su conjunto no puede mantenerse en el poder sin la espada.

Como la burguesía «nacional» es incapaz de ponerse a la cabeza de una nación revolucionaria, el parlamentarismo democrático le resulta inaceptable. Con el pretexto de un régimen temporal de «guardianes del pueblo», la burguesía «nacional» sienta las bases de la dominación de las camarillas militares.

Estas últimas, que reflejan los intereses específicos y locales de distintos sectores de la burguesía, entran en conflictos y guerras abiertas, que son la consecuencia de que hayan podido aplastar la revolución.

Sería una actitud lamentable y despreciable tratar de determinar ahora cuál de los generales es «progresista» para atar nuevamente a su espada la suerte de la lucha revolucionaria. La tarea de la Oposición consiste en enfrentar a los obreros y los pobres contra el mecanismo social de la burguesía contrarrevolucionaria. La línea de la Oposición no será la política stalinista de colaborar y concertar alianzas con los líderes sino la irreconciliable política clasista del bolchevismo.

A fines de 1927 la revolución china cedió ante una contrarrevolución que sigue profundizándose. La expresión más patente de este proceso es la suerte corrida por el partido chino. En el Sexto Congreso se informó jactanciosamente que el Partido Comunista Chino cuenta con cien mil militantes. En ese momento la Oposición dijo que después de 1927 el partido difícilmente podría conservar siquiera diez mil militantes. Así fue: hoy el partido nuclea apenas entre tres y cuatro mil, y sigue en la curva descendente. La errónea orientación política, que a cada paso se contradice implacablemente con los hechos, está destruyendo al Partido Comunista Chino y lo llevará inexorablemente al desastre si la Oposición comunista no logra imponer un cambio fundamental en la línea y en el régimen partidario.

Al seguir ocultando sus errores, la actual dirección de la Comintern allana el camino para que dos enemigos —La socialdemocracia y el anarquismo— penetren en el movimiento obrero chino. La única defensa que tiene el movimiento revolucionario ante estos peligros complementarios es la Oposición comunista, que libra una lucha implacable contra el oportunismo y el aventurerismo, consecuencias inexorables de la dirección stalinista de la Comintern.

En la actualidad no existe en China un movimiento revolucionario de masas. Lo único que se puede hacer es prepararlo, llevando a sectores obreros cada vez más amplios a participar en la vida política del país, en la medida en que lo permita esta época de contrarrevolución triunfante.

La consigna de soviets como consigna para el presente es aventurerismo puro cháchara sin sentido.

La lucha contra la dictadura militar se expresará inevitablemente a través de reivindicaciones transicionales democrático-revolucionarias, que culminan en la consigna de asamblea constituyente convocada en base al sufragio universal, directo, igualitario y secreto para la solución de los problemas más apremiantes que enfrenta el país: jornada laboral de ocho horas, expropiación de la tierra y conquista de la independencia nacional.

Al rechazar las reivindicaciones transicionales democrático —revolucionarias, el Sexto Congreso dejó al Partido Comunista Chino sin consignas, negándole, por consiguiente, la posibilidad de asumir en la situación contrarrevolucionaria la tarea de movilizar a las masas.

La Oposición china repudia esa política inoportuna y derrotista, y predice que apenas los obreros comiencen a superar su parálisis levantarán inevitablemente consignas democráticas. Silos comunistas se quedan atrás, el reanimamiento de la lucha política beneficiará a la democracia pequeñoburguesa, y se puede predecir desde ya que los stalinistas chinos quedarán rezagados, al otorgarle a las consignas democráticas un contenido conciliador no revolucionario.

Por lo tanto, la Oposición considera necesario aclarar de antemano que el verdadero camino hacia la solución de los problemas de la independencia nacional y la elevación del nivel de vida de las masas populares es un cambio radical en el conjunto de la estructura social, a través de una tercera revolución china.

Por ahora, resulta difícil predecir cuándo y de qué manera se iniciará en el país el reanimamiento revolucionario. Sin embargo, existen síntomas que permiten concluir que el reanimamiento político estará precedido por un cierto reanimamiento económico, con mayor o menor participación del capital extranjero.

Un reanimamiento económico, aunque sea de corta duración, volverá a reunir a los obreros en las fábricas, elevará su confianza de clase y sentará así las condiciones para la creación de organizaciones sindicales y para una nueva ampliación de la esfera de influencia del Partido Comunista. El reanimamiento industrial no liquidaría a la revolución. Todo lo contrario: en ultima instancia, reviviría y agudizaría todos los problemas no resueltos y todos los antagonismos de clase y subclase (entre los militares, la burguesía y la «democracia», entre la burguesía «nacional» y el imperialismo y, por ultimo, entre el proletariado y la burguesía en su conjunto), que en la actualidad están reprimidos. El ascenso sacaría de la opresión y la pasividad a las masas populares chinas. La crisis que sobrevendría inevitablemente daría un nuevo impulso a la revolución.

Desde luego, estos procesos podrían verse frenados o acelerados por factores de índole internacional.

Por lo tanto, la Oposición no se ata a esquemas prefabricados. Su deber es seguir el desarrollo real de la vida interna del país y de la situación internacional. Todos los virajes tácticos de nuestra línea deben efectuarse en concomitancia con la verdadera situación de cada etapa sucesiva. Y nuestra línea estratégica general ha de conducir a la conquista del poder.

La dictadura del proletariado chino debe enmarcar a la revolución china en la revolución socialista internacional. La victoria del socialismo en China, como en la URSS, es imposible fuera del contexto de una revolución internacional victoriosa. La Oposición rechaza categóricamente la reaccionaria teoría stalinista del socialismo en un solo país.

Las tareas inmediatas de la Oposición son:

a) publicar los documentos más importantes de los bolcheviques leninistas (Oposición).

b) Comenzar a publicar lo antes posible un órgano semanal teórico y político de la Oposición.

c) Seleccionar, en base a un criterio claro, a los mejores elementos comunistas, los más dignos de confianza, capaces de soportar la presión de la contrarrevolución, para crear una fracción centralizada de bolcheviques leninistas (Oposición) y prepararse a si mismos y a los demás para un nuevo ascenso.

d) Mantenerse constantemente en contacto activo con la Oposición de Izquierda de los demás países, con el fin de poder construir, en el menor tiempo posible, una fracción bolchevique leninista (Oposición) internacional fuerte e ideológicamente unificada.

Sólo esa fracción, que abierta y audazmente levantará sus propias banderas dentro y fuera de los partidos comunistas, podrá salvar a la Internacional Comunista de la decadencia y la degeneración y hacerla volver al rumbo marcado por Marx y Lenin.

Escritos , Tomo I
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