«Explicar pacientemente[382]»
10 de enero de 1930
Estimados camaradas:
Me piden consejo sobre la línea de conducta que deben observar los elementos revolucionarios de la socialdemocracia austríaca. Lamentablemente, sé poco de la composición, objetivo y métodos del grupo de ustedes (los únicos elementos de juicio que poseo son el primer numero de su periódico, Revolutionärer Sozialdemokrat, la carta del camarada Frey[383] y la de ustedes). Por eso, en vez de dar «consejos» tácticos en el sentido estricto del término, me creo en la obligación de tratar ciertas cuestiones de principios, porque sin la clarificación preliminar de las mismas cualquier cambio de opiniones sobre problemas prácticos resultaría un castillo de arena.
Ustedes tienen reservas sobre la frase «explicar pacientemente», que utilicé para caracterizar las tareas fundamentales de los comunistas austríacos. Dicen que la misma podría haber sido apropiada hace dos años pero que, dada la tempestuosa marcha de los acontecimientos, no hay tiempo para eso. «Ahora es tarde», agregan más abajo.
Aquí observo un pequeño malentendido. En mi breve trabajo sobre la crisis austríaca[384] subrayé en un paréntesis que la fórmula «explicar pacientemente», fue utilizada por primera vez por Lenin, en abril de 1917. Seis meses más tarde conquistamos el poder. Esto significa que no es lo mismo que el partido revolucionario explique pacientemente a que emplee tácticas dilatorias, el gradualismo o el sectarismo aislado. «Explicar pacientemente» no implica explicar las cosas de manera incoherente, indolente, con cuentagotas. Al emplear esta fórmula en abril de 1917, Lenin le decía a su partido: «Comprended que sois una pequeña minoría y reconocedlo abiertamente; no os propongáis tareas que excedan vuestras fuerzas, como el derrocamiento inmediato del Gobierno Provisional; no temáis quedar en oposición a los defensistas, a los que siguen hoy la abrumadora mayoría de las masas; tratad de comprender la psicología de los defensistas honestos —obreros y campesinos— y explicadles pacientemente cómo poner fin a la guerra». El consejo de Lenin significaba, en otras palabras: «No creáis que existen recetas sofisticadas ni ardides que os permitirán fortaleceros repentinamente sin ganar la conciencia de las masas; dedicad todo vuestro tiempo, toda vuestra impaciencia revolucionaria, a “explicar pacientemente”». Éste es el verdadero significado de las palabras de Lenin.
Desde luego, no hay que irse al otro extremo e interpretar lo que digo en el sentido de que en el fondo considero que los comunistas austríacos llegarán al poder en siete meses. Esa perspectiva es, en el mejor de los casos, bastante improbable. Pero si se supone que la marcha de los acontecimientos del próximo período será verdaderamente tempestuosa (lo que no es de descartar), los frutos que dará el «explicar pacientemente», se acrecentarán rápidamente.
Por eso la frase «es demasiado tarde» revela para mi un malentendido total. ¿Qué otro método pueden emplear los revolucionarios proletarios? La pura impaciencia política, que busca cosechar antes de sembrar, conduce al oportunismo, al aventurerismo o a una combinación de ambos. En los últimos cinco o seis años hemos observado en todos los países decenas de ejemplos de intentos oportunistas o aventureristas de fortalecer artificialmente la posición del proletariado sin su participación consciente. Todos estos intentos culminaron en el fracaso y sólo sirvieron para debilitar al sector revolucionario.
Dicen ustedes que el estado de ánimo de las masas socialdemócratas de Austria es revolucionario, pero que su disposición a hacer la revolución se ve paralizada por el poderoso aparato de la socialdemocracia austríaca. Ustedes, dicen que a las masas «sólo (nur) les falta la dirección apropiada». «¡Sólo!». Pero esta pequeña palabra implica nada menos que toda la actividad del partido revolucionario, desde los primeros esfuerzos propagandísticos hasta la conquista del poder. Si no se gana la confianza de las masas a través de sus experiencias en la lucha, no puede haber dirección revolucionaria. En algunos periodos se tarda décadas en ganar esa confianza. En etapas revolucionarias, unos meses pueden ser más fructíferos (con una política correcta) que años enteros de desarrollo pacífico. Pero el partido jamas puede saltarse esta tarea fundamental, que está planteada para los revolucionarios proletarios austríacos en toda su envergadura. La frase «explicar pacientemente» se refiere sobre todo al objetivo «¡Ganar la confianza de los obreros!». Y constituye una advertencia contra el autoengaño burocrático, que necesariamente conduce al aventurerismo, o contra los métodos de fantoche y las maquinaciones de trastienda, cuyo fin es engañar a la historia e imponer la propia voluntad sobre la clase.
Dirán quizás que todo esto constituye una verdad principista para los comunistas, pero no proporciona instrucciones aplicables a los «socialdemócratas revolucionarios».
No me detendré aquí en el hecho de que en nuestra época el concepto «socialdemócrata revolucionario» es contradictorio. Si no significa comunista, aparentemente designa a un centrista que se desplaza a la izquierda. Ni la base social ni los contornos políticos del grupo de ustedes surgen claramente de su carta ni del periódico.
En contraste con lo que afirma la socialdemocracia sobre ustedes, el periódico dice que su comité provisional está muy alejado de los comunistas (véase el artículo sobre Leuthner[385] en el N.º 1). En ese caso, ¿cuáles son sus diferencias con los comunistas? En ningún lado se las específica. ¿Creen tener diferencias principistas con el comunismo, o solamente con los errores del comunismo oficial? Opino que la fórmula teóricamente vacía y políticamente estéril del social-fascismo[386] constituye uno de los obstáculos principales para la tarea de «explicar pacientemente». ¿El grupo de ustedes está o no de acuerdo con esa fórmula? Es absolutamente necesario dar una respuesta clara a este interrogante: todas las perspectivas y las tácticas que uno se formule, sobre todo para Austria, dependen de la respuesta. Pero, si bien afirman que los separan profundas diferencias con el comunismo no se descargan la responsabilidad por la fórmula política que ha paralizado al comunismo oficial austríaco.
En otro artículo del mismo número dicen que la orientación democrática fundamental del austro-marxismo[387] es errónea y constituye la raíz de todos los males. Lejos de mí el querer negarlo. Pero no cabe duda de que la traición de la socialdemocracia en toda la etapa en cuestión consistió en su negativa a luchar por la democracia y, con sus métodos puramente parlamentarios, cedió la democracia al fascismo. Es precisamente en este terreno, tal como lo veo yo, que se expresará probablemente la cólera de los obreros socialdemócratas. Mientras tanto, su periódico responde a este sentimiento de indignación con formulas abstractas acerca de la bancarrota de la democracia en general.
El periódico no demuestra claridad de principios. Sin embargo, es sabido que esa claridad otorga grandes ventajas en política. Por otra parte, no considero que la indecisión del periódico refleje la indecisión de las masas socialdemócratas que pasan a la oposición. Un órgano de oposición socialdemócrata que realmente exprese los sentimientos de honestos obreros socialdemócratas, enfurecidos con sus dirigentes, tendría una gran importancia sintomática (lo que no excluiría de nuestra parte una lucha implacable contra sus vacilaciones; por el contrario, la presupondría). Desgraciadamente, el primer número de su periódico no presenta esas cualidades sintomáticas. Su indecisión y ambigüedad son características de una camarilla.
A esto se agrega que en él encontré un solo nombre, el del doctor Reich, a quien lamentablemente no conozco. El Comité Provisional actúa en el anonimato. Si se hace como defensa frente a la policía, no hay más remedio. No obstante, hay que comprender claramente lo perjudicial que es el anonimato para un grupo nuevo que lucha por ganarse la confianza de las masas.
Ustedes expresan el temor de que la burocracia austro-marxista llene el Comité Provisional de los agentes suyos. Sí, la provocación está indisolublemente ligada al burocratismo. Sin embargo, la única manera de combatirlo consiste en forjar vínculos más estrechos con las bases. Si el grupo de ustedes representa una tendencia de obreros socialdemócratas de base, es mediante su intervención que expulsarán a los dirigentes; no lo lograrán persiguiendo a burócratas ambiguos. Los obreros saben bien quién de los suyos cree ciegamente en la dirección, quién la critica, quién está enfurecido con ella. En tales circunstancias, la selección desde abajo es mil veces más digna de confianza que la selección desde arriba. Pero, para eso, desde luego, hay que contar con apoyo desde abajo. ¿Lo tienen?
Naturalmente, no creo que aquí se trate de un acto de camuflaje, es decir que haya comunistas tratando de aparecer como «socialdemócratas revolucionarios» para crear así un partido socialdemócrata independiente artificial, como puente hacia el comunismo. Los métodos encubiertos jamás produjeron buenos resultados en la política proletaria revolucionaria. Los años recientes lo demostraron con creces.
Saludos fraternales,
L. Trotsky