¿Sí o no[428]?

Una primera aproximación al asesinato de Blumkin

1.º de marzo de 1930

Tal como anticipamos, la prensa comunista oficial trató, durante varias semanas, de guardar silencio sobre el asesinato del camarada Blumkin a manos de Stalin. Pero, por fin, la conspiración de silencio se quebró, al menos en un punto. El periódico vienés Rote Fahne [Bandera Roja] ha iniciado una polémica con la prensa socialdemócrata respecto del asunto Blumkin. Es obvio que la socialdemocracia no podía desperdiciar tamaña oportunidad para dar nuevo lustre a su imagen. Se daba por sentado que el partido internacional de Noske, responsable de la muerte de Liebknecht, Luxemburgo[429] y miles de los mejores obreros revolucionarios se lanzaría con avidez sobre el fusilamiento por los stalinistas de un revolucionario sin tacha. No es éste el aspecto del problema que nos interesa aquí.

Independientemente de las conspiraciones, intrigas y calumnias de la socialdemocracia, todo obrero revolucionario tiene planteado el problema: ¿es cierto que Stalin fusiló al camarada Blumkin porque éste visitó a Trotsky en Constantinopla y trató de llevar las cartas de él a sus compañeros de Moscú? Si es así, ¿cómo calificar a las personas que manchan el nombre del comunismo con semejantes actos? Ésta es la única cuestión importante. Porque es perfectamente evidente que este acto de sangrienta traición perpetrado por la dirección oficial significó un golpe tremendo para el prestigio revolucionario del poder soviético, no entre las filas de la burguesía ni de los intelectuales, abogados, periodistas y escritores «simpatizantes» que con toda condescendencia viajan a expensas soviéticas a festivales y sitios de veraneo, sino entre los obreros revolucionarios de base. Por eso el problema de la suerte de Blumkin debe quedar totalmente aclarado.

¿Qué dice, en esencia, Rote Fahne de Viena? Califica la noticia del fusilamiento de Blumkin de «mentira torpe que cualquier imbécil puede descubrir a primera vista». Parece una refutación muy categórica. Y estriamos plenamente dispuestos a acoger el tono firme y categórico de Rote Fahne. En efecto: el hecho en sí es tan monstruoso que la reacción primera y más natural de cualquier revolucionario seria no creerlo, rechazarlo y repudiarlo por calumnioso.

Desgraciadamente, la refutación se vuelve luego mucho menos categórica. Y no es casual. Rote Fahne no abrió la boca hasta el 19 de febrero, es decir, hasta seis semanas después de que la noticia llegó a la prensa burguesa y socialdemócrata y se planteó como pregunta directa en la prensa comunista de oposición. En el transcurso de esas semanas Rote Fahe podría haber obtenido información, no podía dejar de obtenerla. Pero tras un comienzo tan categórico, en las líneas siguientes del artículo se produce un cambio imperceptible. Ahora la «calumnia» pasa a ser que «al legendario Blumkin» lo fusilaron «simplemente por trotskista». Este cambio imperceptible de énfasis constituye una especie de cuidadosa medida de resguardo para el periódico, a la vez que le quita peso moral a la refutación. Es patente que el diario stalinista vienés deja la puerta abierta para dos versiones: negar categóricamente el hecho en sí, es decir que Stalin asesinó a Blumkin, o reconocer el hecho pero bajo una «luz» nueva, todavía no elaborada.

¿Por qué Rote Fahne califica a Blumkin de «legendario»? ¿Qué significa este amago repugnante de burla? ¿Acaso Rote Fahne pone en duda la existencia (es decir, la existencia anterior) de Blumkin? ¿Acaso Rote Fahne pone en duda que Blumkin haya sido un revolucionario sin tacha, que en decenas de ocasiones hizo gala de un coraje excepcional y dedicación absoluta a la causa del proletariado? ¿Acaso Rote Fahne pone en duda el fusilamiento de Blumkin? ¿O tal vez la duda se refiere únicamente a si lo fusilaron por llevar una carta de Trotsky? El artículo no es claro al respecto, y la falta de claridad es intencional. Rote Fahne se limita a aguardar que Stalin escoja una versión definitiva.

Mientras tanto, éste prepara su versión desde lejos. Ciertos periódicos Soviéticos han difundido el rumor de que unos «trotskistas» de Siberia perpetraron actos de sabotaje, como descarrilamientos, etcétera, contra los trenes que transportaban tropas al frente de guerra con Chian Kai-shek. Es el tercer intento de Stalin de ligar a la Oposición con los contrarrevolucionarios. Los dos Primeros se derrumbaron en forma vergonzosa. Descartamos que al tercero le sucederá lo mismo. Si a pesar de ello Stalin resolvió seguir adelante con su despreciable experimento, se debe a que todavía tiene que encontrar una versión o explicación del fusilamiento del camarada Blumkin.

Rote Fahne remata el articulo con un panegírico a Stalin, el «amado discípulo de Lenín». Sabemos que tales panegíricos son ahora un requisito indispensable para retener el puesto de editor, secretario, comisario del pueblo, dactilógrafo o presidente de la Comintern. Pero aun así creemos que el director de Rote Fahne cometió una imprudencia al ligar el caso Blumkin con las características de Stalin y sus relaciones con Lenín.

Es un hecho que Lenín se pronunció contra el nombramiento de Stalin para el puesto de secretario general, expresando con temor que «este cocinero sólo preparará platos excesivamente picantes». Desde luego, en 1922 Lenín todavía no preveía platos tan picantes como el fusilamiento de Blumkin.

Es un hecho que el testamento de Lenín habla de la deslealtad de Stalin, de su tendencia al abuso de poder, razón por la cual recomendaba sacar a Stalin de ese puesto de responsabilidad. Inclusive después de escrito el testamento, el 6 de marzo de 1923, Lenín envió una nota por la que rompía toda relación personal y partidaria con Stalin… debido a la deslealtad y traición de éste.

Así estaban las cosas hace siete años, cuando el secretariado general era un puesto estrictamente subordinado, cuando todo el poder estaba concentrado en el Buró Político, encabezado por Lenín. Ahora la situación es radicalmente diferente. El dominio del aparato hizo surgir la dictadura personal de Stalin. El papel de la opinión partidaria se redujo enormemente. Stalin demostró que utiliza contra el partido armas y medios sin precedentes. El caso Blumkin echa una luz aterradora sobre esta nueva situación.

Si, nuestros enemigos de clase, sobre todo los socialdemócratas, utilizan el fusilamiento de Blumkin. Pero ¿quién tiene la culpa? La tienen los que perpetraron este acto horripilante, es decir los que asesinaron a Blumkin. Seguramente sabían que la Oposición no permanecería en silencio. Porque el silencio significaría quitarle el freno a la burocracia stalinista y preparar decenas y cientos de crímenes como el de Blumkin.

Por eso les decimos a los redactores, secretarios y funcionarios oficiales de todo tipo: no les permitiremos que esquiven el problema mediante polémicas con periodistas burgueses y socialdemócratas. Les obligaremos a dar una respuesta a los obreros sobre lo ocurrido. Les obligaremos a responder a la pregunta: Asumen o no la responsabilidad del asesinato de Blumkin. ¿Sí o no?

Escritos , Tomo I
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