–Ya mismo se lo enviamos.
A la mañana siguiente, después de dejar a Kemal en la
escuela, Dana llegó a la oficina y buscó el nombre "Joan Sinisi" en
la guía telefónica de Washington. No encontró nada. Se fijó luego
en la guía de Maryland y Virginia, pero tampoco tuvo suerte.
"Seguro que esta mujer se mudó a otro lado",
pensó.
En ese momento entró Tom Hawkins, el productor del
noticiario.
–Anoche volvimos a superar a la competencia.
–Qué bien. – Se quedó pensativa. – Tom, ¿conoces alguien en
la compañía telefónica?
–Claro. ¿Necesitas un teléfono?
–No. Quiero verificar si una persona tiene un número que no
aparece en la guía. ¿Podrías preguntar?
–¿Cuál es el nombre?
–Joan Sinisi.
Él frunció el entrecejo.
–No sé por qué, pero me resulta conocido.
–Es una mujer que demandó a Taylor Winthrop.
–Ah, sí, ahora me acuerdo. Fue hace casi un año. Tú estabas
en Yugoslavia. Pensé que iba a surgir una historia interesante,
pero el asunto se silenció con bastante rapidez. Seguramente está
viviendo en algún lugar de Europa, pero voy a tratar de
averiguarlo.
Quince minutos después, Olivia Watkins le
avisó:
–Tiene un llamado de Tom.
–¿Hola?
–Joan Sinisi sigue viviendo en Washington. Conseguí su número
de teléfono, que no figura en guía. ¿Quieres
anotarlo?
–Fantástico. – Tomó una lapicera. – Dime.
–555-2690.
–Gracias.
–Prefiero que me lo agradezcas con un
almuerzo.
–De acuerdo.
–El programa de hoy va a tener un tono bastante catastrófico.
Hubo dos descarrilamientos, un accidente de aviación y una gran
avalancha -anunció Robert Fenwick.
Los cuatro comenzaron a leer los cables que iban llegando al
canal. Dos horas después, una vez concluida la reunión, Dana marcó
el número de teléfono que había anotado.
Le respondió una voz de mujer.
–Residencia de la señorita Sinisi.
–¿Podría hablar con ella, por favor? Habla Dana
Evans.
–Voy a ver si se encuentra. Un momentito.
Dana esperó. Luego oyó la voz suave y vacilante de otra
mujer.
–Hola…
–¿Señorita Sinisi?
–¿Sí?
–Le habla Dana Evans. La llamo porque…
–¿Dana Evans? ¿La del noticiario?
–Exacto.
–¡ Ah! La veo todas las noches. Soy una gran admiradora
suya.
–Gracias, muy amable. ¿Podría dedicarme unos minutos de su
tiempo? Me gustaría hablar con usted
personalmente.
–¿En serio? – Parecía gratamente
sorprendida.
–Sí. ¿Podríamos encontrarnos en alguna
parte?
–Por supuesto. ¿Quiere venir a mi casa?
–No hay problema. ¿Cuándo le resulta más
conveniente?
La mujer vaciló.
–Cuando quiera. Yo no me muevo de aquí en todo el
día.
–¿Qué le parece mañana a eso de las dos de la
tarde?
–De acuerdo. – Le dio la dirección.
–Entonces, nos vemos mañana. – Dana cortó. “¿Por qué sigo
dándole vueltas a este asunto? Bueno, supongo que con la entrevista
de mañana lo doy por terminado".