–Es la breve escena que te mencioné ayer.
Rachel se sentó, y el camarógrafo ajustó el foco. El director
se quedó parado fuera de cámara.
–¿Lista?
–Sí.
–Muy bien. Tú, tranquila. Va a salir todo fantástico, ya
verás. Cámara… Acción… Buenos días.
–Buenos días.
–Me dijeron que eres modelo.
Ella sonrió.
–Así es.
–¿Cómo fue que te iniciaste en la profesión?
–Tenía quince años. El dueño de una agencia de modelos me vio
en un restaurante con mi madre, se acercó a hablar con ella, y unos
días después ya me había convertido en modelo.
Durante los quince minutos que duró la entrevista, Rachel
hizo gala de aplomo e inteligencia.
El texto trataba sobre una mujer que le pedía el divorcio a
su marido. Lo leyó una vez más.
–Estoy lista.
Le presentaron a Kevin Webster, el actor que iba a hacer el
papel del esposo, un muchacho apuesto, típico de
Hollywood.
–Vamos a filmar. Cámara… Acción.
Rachel miró a Kevin.
–Esta mañana hablé con un abogado. Quiero el divorcio,
Cliff.
–Sí, me lo imaginaba. ¿No tendrías que haber hablado conmigo
primero?
–Esto ya lo hemos conversado. Te lo estuve diciendo todo el
año pasado. Lo nuestro ya no es un verdadero matrimonio, pero no
quisiste escucharme, Jeff.
–Corten -interrumpió Roderick-. Rachel, tu esposo se llama
Cliff.
–Vamos de nuevo. Toma dos.
"La escena es el fiel reflejo de lo que nos pasa a Jeff y a
mí", se dijo. "Ya no somos una verdadera pareja. ¿Cómo vamos a
serlo, si llevamos vidas separadas? No nos vemos casi nunca. Cada
uno por su lado conoce a gente interesante, y no podemos empezar
una nueva relación por culpa de un contrato que ya no significa
absolutamente nada".
–¡Rachel!
–Perdón.
La escena comenzó de nuevo.
Cuando terminó la prueba, ya tenía dos decisiones tomadas: La
primera, que Hollywood no era para ella. Y la segunda, que quería
divorciarse de Jeff.
Ahora, sin embargo, sintiéndose enferma y extenuada en su
hotel de Río, pensó: "Me equivoqué. Jamás tendría que haberme
divorciado de Jeff".
El martes, después de la escuela, Dana llevó a Kemal al
médico que lo estaba ayudando en el proceso de adaptación a la
prótesis. El brazo ortopédico parecía verdadero y funcionaba a la
perfección, pero al chico le resultaba difícil acostumbrarse a
usarlo. Era una cuestión física y también
psicológica.
–Primero sentirá que está unido a un objeto extraño a él -le
explicó el médico a Dana-. Nuestro objetivo es lograr que acepte
ese brazo como parte de su propio cuerpo. Tendrá que habituarse a
ser ambidiestro otra vez. El período de adaptación suele durar de
dos a tres meses. Debo advertirle que el proceso puede hacerse
difícil.
–No hay problema. Todo va a salir bien.