Dana supuso que sería fácil encontrar información sobre la
forma prematura en que Taylor Winthrop abandonó su puesto en la
OTAN, y que después de eso podría volverse a su casa. Pero buscar
algo en la OTAN resultó ser tan difícil como encontrar una aguja en
un pajar. Además de sus dieciséis Estados miembro, había allí
oficinas de NAC, EAPC, NACC, ESDI, CJTF, CSCE y por lo menos una
decena de siglas más.
Se dirigió a la central de prensa del organismo, situada en
la Rue Des Chapeliers, y encontró a Jean Somville en la sala de
periodistas.
–¡Dana! – exclamó éste, levantándose para
saludarla.
–Hola, Jean.
–¿Qué te trae por Bruselas?
–Estoy trabajando en una nota, y necesito
información.
–Ah, otra nota sobre la OTAN.
–Más o menos… -replicó ella, reservada-. En una época, Taylor
Winthrop fue asesor de los Estados Unidos en la
OTAN.
–Sí. Hizo un buen trabajo; era un gran tipo. Qué trágico lo
que le ocurrió a esa familia… -La miró con curiosidad. – ¿Qué es lo
que quieres saber?
Dana eligió sus siguientes palabras con mucho
cuidado.
–Muy sencillo -afirmó Jean Somville, encogiéndose de
hombros-. Terminó lo que había venido a hacer.
Dana sintió una aguda desilusión.
–Mientras Winthrop estaba trabajando acá, ¿pasó algo… fuera
de lo común? ¿Estuvo envuelto en algún escándalo?
Jean Somville la miró, sorprendido.
–¡Por supuesto que no! ¿Alguien te dijo que Taylor Winthrop
estuvo envuelto en un escándalo en la OTAN?
–No -replicó ella al instante-. Lo que oí fue que hubo una…
una pelea, cierto enfrentamiento entre Winthrop y alguien de
aquí.
Somville frunció el entrecejo.
–¿Te refieres a un enfrentamiento de tipo
personal?
–Sí.
Él apretó los labios.
–No lo sé, pero quizá pueda averiguarlo.
–Te lo agradecería muchísimo.
Al día siguiente, Dana llamó por teléfono a Jean
Somville.
–¿Pudiste averiguar algo más sobre Taylor
Winthrop?
–Lo siento mucho. Hice el intento, pero creo que no hay nada
que averiguar.
Dana medio se había imaginado esa respuesta.
–Bueno, gracias igual -dijo, pero se sentía
decepcionada.
–No tienes por qué. Siento que hayas hecho este viaje
inútilmente.
–Jean, leí que el embajador francés en la OTAN, Marcel
Falcon, renunció sorpresivamente y volvió a Francia. ¿No es un poco
raro?
–¿Por qué renunció?
–No es ningún misterio. Renunció por una circunstancia muy
lamentable: su hijo murió en un accidente automovilístico. El
conductor huyó.