Capítulo 18


La sede de la OTAN -la Organización del Tratado del Atlántico Norte- se encuentra en el Edificio Leopold III, en cuya terraza flamea la bandera belga: tres franjas verticales de color negro, amarillo y rojo.


Dana supuso que sería fácil encontrar información sobre la forma prematura en que Taylor Winthrop abandonó su puesto en la OTAN, y que después de eso podría volverse a su casa. Pero buscar algo en la OTAN resultó ser tan difícil como encontrar una aguja en un pajar. Además de sus dieciséis Estados miembro, había allí oficinas de NAC, EAPC, NACC, ESDI, CJTF, CSCE y por lo menos una decena de siglas más.

Se dirigió a la central de prensa del organismo, situada en la Rue Des Chapeliers, y encontró a Jean Somville en la sala de periodistas.

–¡Dana! – exclamó éste, levantándose para saludarla.

–Hola, Jean.

–¿Qué te trae por Bruselas?

–Estoy trabajando en una nota, y necesito información.

–Ah, otra nota sobre la OTAN.

–Más o menos… -replicó ella, reservada-. En una época, Taylor Winthrop fue asesor de los Estados Unidos en la OTAN.

–Sí. Hizo un buen trabajo; era un gran tipo. Qué trágico lo que le ocurrió a esa familia… -La miró con curiosidad. – ¿Qué es lo que quieres saber?

Dana eligió sus siguientes palabras con mucho cuidado.




–Sé que renunció a su puesto en Bruselas antes de tiempo, y me preguntaba cuál sería la razón.


–Muy sencillo -afirmó Jean Somville, encogiéndose de hombros-. Terminó lo que había venido a hacer.

Dana sintió una aguda desilusión.

–Mientras Winthrop estaba trabajando acá, ¿pasó algo… fuera de lo común? ¿Estuvo envuelto en algún escándalo?

Jean Somville la miró, sorprendido.

–¡Por supuesto que no! ¿Alguien te dijo que Taylor Winthrop estuvo envuelto en un escándalo en la OTAN?

–No -replicó ella al instante-. Lo que oí fue que hubo una… una pelea, cierto enfrentamiento entre Winthrop y alguien de aquí.

Somville frunció el entrecejo.

–¿Te refieres a un enfrentamiento de tipo personal?

–Sí.

Él apretó los labios.

–No lo sé, pero quizá pueda averiguarlo.

–Te lo agradecería muchísimo.


Al día siguiente, Dana llamó por teléfono a Jean Somville.

–¿Pudiste averiguar algo más sobre Taylor Winthrop?

–Lo siento mucho. Hice el intento, pero creo que no hay nada que averiguar.

Dana medio se había imaginado esa respuesta.

–Bueno, gracias igual -dijo, pero se sentía decepcionada.

–No tienes por qué. Siento que hayas hecho este viaje inútilmente.

–Jean, leí que el embajador francés en la OTAN, Marcel Falcon, renunció sorpresivamente y volvió a Francia. ¿No es un poco raro?

–En pleno ejercicio de un cargo, sí, por supuesto.


–¿Por qué renunció?

–No es ningún misterio. Renunció por una circunstancia muy lamentable: su hijo murió en un accidente automovilístico. El conductor huyó.