–No necesitas un taxi. Tenemos un lindo auto para
ti.
Ella los miró azorada.
–¿Quiénes son ustedes? No sé de qué me
hablan.
Uno de los hombres se quedó mirándola.
–¡No es Dana Evans!
–¡Por supuesto que no!
Los hombres se miraron, la dejaron ir y volvieron corriendo a
la tienda. Uno de ellos se comunicó por su transmisor
portátil.
–Persona equivocada, persona equivocada,
¿entendido?
Cuando los otros llegaron al local, Dana había
desaparecido.
Estaba presa en una pesadilla viviente, un mundo hostil con
enemigos desconocidos que trataban de matarla. Se sentía prisionera
en una red de terror, casi paralizada por el miedo. Cuando bajó del
taxi, comenzó a caminar rápido, aunque sin correr para no llamar la
atención, y sin la más mínima idea de adónde ir. En eso, pasó
frente a un negocio cuyo letrero decía: EL MUNDO DE LA FANTASÍA.
DISFRACES PARA TODAS LAS OCASIONES, y sin pensarlo dos veces,
entró. El lugar estaba lleno de disfraces, pelucas y
maquillajes.
–¿Puedo ayudarla?
"Sí, llama a la policía y diles que alguien está tratando de
matarme".
–¿Señorita?
–Ah… sí. Quiero probarme una peluca rubia.
–Por aquí, por favor.
Un minuto después, miraba en un espejo cómo quedaba
convertida en rubia.
–Es increíble lo cambiada que está.
"Eso espero".
Cuando salió del local, paró un taxi.
–Al aeropuerto O'Hare. – "Tengo que buscar a
Kemal".
* * *
–Hola… Ah, cómo le va, doctor Young… ¿Ya están los resultados
del estudio?
Jeff vio cómo su rostro se llenaba de
tensión.
–Me lo puede decir ya mismo. Espere un minuto. – Miró a Jeff,
respiró profundamente y se llevó el teléfono al
dormitorio.
A Jeff le llegaba su voz débilmente.
–Sí, dígame, doctor.
Se produjo un silencio que duró unos tres minutos, y Jeff,
preocupado, estaba a punto de entrar en la habitación cuando Rachel
salió con un resplandor en la cara que no le había visto
nunca.
–¡Funcionó! – Estaba casi sin aliento de la emoción. – Jeff,
estoy en etapa de remisión. ¡La nueva terapia dio
resultado!
–¡Gracias al cielo! Es maravilloso, Rachel.
–El doctor quiere que me quede acá unas semanas más, pero lo
peor ya pasó. – Su voz estaba cargada de júbilo.
–Salgamos a celebrar. Me quedo contigo hasta
que…
–No.
–¿No, qué?
–Ya no te necesito.
–Lo sé, y me alegra que…
–No me entiendes. Quiero que te vayas.
La miró sorprendido.
–¿Por qué?
–Mi queridísimo Jeff, no quiero herir tus sentimientos, pero
ahora que entré en etapa de remisión, puedo volver a trabajar. Ésa
es mi vida, eso es lo que soy. Ya mismo llamo a ver qué puedo
hacer. Me sentía encerrada acá contigo. Gracias por ayudarme. Te lo
agradezco inmensamente, pero es hora de despedirse. Estoy segura de
que Dana te extraña, así que por favor, ¿por qué no te vas, no
más?
Él la miró un momento e hizo gestos de aceptar la
propuesta.
–De acuerdo.