–¡Aprésenlo!
Kemal corría a toda velocidad, pero como ocurre en las
pesadillas, las piernas se le volvían más lentas y pesadas a cada
paso, y cada vez que respiraba sentía como si le estuvieran
clavando un cuchillo en el pecho. "Si logro llegar a la escuela
antes de que cierren a las tres, estaré a salvo", pensó. "No se
atreverán a hacerme daño con tantos chicos
alrededor".
Más adelante vio un semáforo en rojo, pero no le prestó
atención y cruzó corriendo la avenida, esquivando autos sin
preocuparse por los furiosos bocinazos ni por el chirrido de las
frenadas. Llegó a la otra acera y siguió
corriendo.
La señorita Kelly va a llamar a la policía, y ellos
protegerán a Dana.
Estaba quedándose sin aliento y comenzaba a sentir una
opresión en el pecho. Volvió a echar un vistazo a su reloj: las
tres menos cinco. Levantó la vista y vio la escuela ya muy cerca.
"Dos cuadras más".
"Estoy a salvo", pensó. Los chicos todavía no salieron. Un
minuto después llegó a la puerta de entrada y se quedó mirándola
sin poder creerlo. Cerrada. De repente, sintió que una poderosa
mano lo aferraba por atrás.
–Hoy es sábado, estúpido.
–Pare acá -le indicó Dana al taxista cuando estaban a dos
cuadras de su departamento. Se bajó y esperó a que el taxi se
fuera. Luego empezó a caminar lentamente, con el cuerpo tenso,
todos los sentidos alerta, escudriñando las calles en busca de
cualquier detalle fuera de lo común. Estaba segura de que Kemal se
hallaba a salvo, de que Jack Stone lo protegía.
Cuando llegó a la esquina de su edificio, no utilizó la
entrada principal sino que se metió por el callejón que conducía a
la parte de atrás. Estaba desierto. Entró por la puerta de servicio
y subió la escalera sigilosamente. Al llegar al primer piso,
comenzó a recorrer el pasillo, pero de pronto se detuvo. La puerta
de su departamento estaba abierta de par en par. En el acto la
invadió el miedo. Corrió hacia la puerta y entró gritando:
"¡Kemal!"