–¿Se refiere a algún tipo de acuerdo comercial o con el
gobierno?
–No sé muy bien a qué me refiero -confesó
Dana.
El embajador pensó un momento.
–Yo tampoco. No, no se me ocurre qué puede
ser.
–¿Alguna de las personas que trabajan acá, ahora, estuvieron
en la época de él?
–Ah, sí. De hecho, mi secretaria, Lee, fue secretaria
suya.
–¿Le molesta si hablo con ella?
–En absoluto. Más aún, si quiere le doy una lista de personas
de la embajada que quizá puedan ayudarla.
–Se lo agradecería mucho.
El hombre se puso de pie.
–Tenga cuidado mientras esté en el país, señorita Evans. Hay
mucho delito en las calles.
–Así me han dicho.
–No beba agua de la canilla, que ni siquiera los ruso beben.
Ah, y cuando vaya a un restaurante, no se olvide nunca de aclarar
chisti stol, que quiere decir "mesa limpia", o se va a encontrar
con que se la llenan de aperitivos e ingredientes caros que usted
no pidió. Si va de compras, el mejor lugar es el Arbat. Ahí las
tiendas venden de todo. Y tenga cuidado con los taxis: tome los más
viejos y destartalados, porque los estafadores casi siempre andan
en autos nuevos.
–Gracias, lo tendré en cuenta.
Cinco minutos después, Dana hablaba con Lee Hopkins, la
secretaria del embajador. Estaban solas en una pequeña sala con la
puerta cerrada.
–¿Cuánto tiempo trabajó para el embajador
Winthrop?
–Un año y medio. ¿Qué quiere saber?
–¿Winthrop se hizo de algún enemigo mientras estuvo
aquí?
Lee Hopkins la miró, sorprendida.
–Sí, me imagino que en un trabajo como éste a veces uno tiene
que decirle "no" a gente que puede tomarlo a mal. Seguramente el
embajador Winthrop no habrá podido dejar a todo el mundo
contento.
Lee Hopkins meneó la cabeza.
–No sé qué es lo que está buscando, señorita Evans, pero si
su intención es escribir cosas malas sobre Taylor Winthrop, no ha
acudido a la persona indicada. El señor Winthrop era el hombre más
amable y atento que conocí en mi vida.
"Otra vez lo mismo", pensó Dana.
Durante las dos horas siguientes, habló con otras cinco
personas que habían trabajado en la embajada en la época de Taylor
Winthrop.
"Era un hombre brillante…
No tenía problemas con nadie…
Se desvivía por ayudarnos…
¿Enemigos? Cualquiera menos Taylor
Winthrop…’’
‘’Estoy perdiendo el tiempo’’, pensó Dana, y volvió a
reunirse con el embajador Ardí.
–¿Consiguió lo que quería? – le preguntó éste, en tono menos
cordial que antes.
Dana titubeó.
–No del todo.
Él se inclinó hacia delante.
–Y no creo que lo consiga, señorita, si lo que busca son
datos negativos acerca de Taylor Winthrop. Ha logrado alterar a
todos en la embajada. Todos lo apreciaban, y yo también. No trate
de desenterrar secretos que no existen. Si ha venido nada más que
para eso, puede irse.
–Gracias, lo haré.
Pero no tenía la más mínima intención de
irse.
El Club Nacional VIP, ubicado justo frente al Kremlin y la
Plaza Manezh, era un restaurante y casino privado. Tim Drew la
estaba esperando allí.
–Bienvenida. Creo que este lugar te va a gustar. Acá se junta
la flor y nata de la alta sociedad moscovita. Si cayera una bomba
en este restaurante, creo que el gobierno no podría funcionar
más.