–Jeff, mi amor, ¿dónde estás?
–En el hospital de Florida. Acaban de terminar la
mastectomía. El oncólogo sigue examinando a
Rachel.
–¡Ay, Jeff! Espero que no se haya extendido.
–Yo también. Rachel quiere que me quede unos días más. No sé
si te parece…
–Por supuesto. Tienes que quedarte.
–Serán pocos días, nada más. Voy a avisarle a Matt. ¿Alguna
novedad por ahí?
Estuvo a punto de mencionarle lo de Aspen y contarle que
seguía adelante con la investigación. "Ya bastantes preocupaciones
tiene", se dijo después.
–No. Todo tranquilo.
–Dale muchos besos a Kemal de mi parte. Y el más grande para
ti.
Cuando Jeff colgó, se le acercó una
enfermera.
–¿Señor Connors? El doctor Young quiere hablar con
usted.
–La operación salió bien -le explicó el médico-, pero la
señorita Stevens va a necesitar mucho apoyo emocional. Tal vez se
sienta menos mujer. Cuando se despierte, va a tener mucho miedo.
Usted tiene que hacerle entender que el miedo es algo lógico, y no
hay de qué avergonzarse.
–Entiendo.
–Seguramente el miedo y la depresión se agudizarán cuando
comencemos con las sesiones de rayos para detener el avance del
cáncer. Eso puede ser muy traumático para ella.
Jeff pensó en todo lo que se avecinaba.
–¿La señorita Stevens tiene alguien que la
cuide?
–Me tiene a mí. – Y mientras lo decía se dio cuenta de que él
era la única persona en el mundo con quien Rachel podía
contar.
El vuelo de Air France a Niza fue muy tranquilo. Dana
encendió su computadora portátil para evaluar la información que
había reunido hasta ese momento. Eran datos sugestivos, pero nada
concluyentes. "Lo que necesito son pruebas", pensó. "Sin pruebas,
no puedo hacer una nota. Si pudiera…".
Se volvió hacia el hombre sentado junto a ella. Era alto y
atractivo, y hablaba con acento francés.
–Sí, ya lo creo.
–¿Usted ya conoce Francia?
–No. Ésta es mi primera vez.
Él sonrió.
–Ah, un viaje de placer. Es un país mágico, ya verá. – La
miró con expresión sentimental, y se inclinó para hablarle más de
cerca. – ¿Tiene algún amigo que la lleve a pasear?
–Me esperan mi marido y mis tres hijos.
–Dommage. – Asintió con la cabeza, se dio vuelta y tomó su
ejemplar de France-Soir.
Dana volvió la vista hacia la computadora. Un artículo le
llamó la atención. Paul Winthrop, que había muerto en un accidente
automovilístico, era fanático de las carreras de
autos.
Luego de que el avión aterrizó en el aeropuerto de Niza, se
dirigió a la oficina de alquiler de autos.
–Soy Dana Evans. Tengo un…
El empleado levantó la vista.
–¡Ah! Señorita Evans. Su auto está listo. – Le entregó un
formulario. – Firme aquí, por favor.
"Qué buen servicio".
–Necesito un mapa del sur de Francia. ¿Por casualidad
tendrá…?
–Por supuesto, mademoiselle. – Se fijó detrás del mostrador y
eligió un mapa. – Voilá -dijo, y se quedó mirando marcharse a
Dana.
En la torre principal de WTN, Elliot Cromwell le preguntaba a
Matt: