El policía sacudió la cabeza.
–Non.
–¿Drogas?
–Non.
–¿Recuerda cómo estaba el tiempo ese día?
–Oui. Il pleuvait. Llovía.
A ella le quedaba una sola pregunta pendiente, y la hizo sin
ninguna esperanza.
–Supongo que no hubo testigos, ¿verdad?
–Mais ouoi, il y en avait.
A Dana se le aceleró el pulso.
–¿Sí los hubo?
–Uno. Iba detrás del auto de Winthrop y vio cómo ocurrió el
accidente.
EI corazón le brincaba dentro del pecho.
–Le agradecería mucho si me diera el nombre. Me gustaría
hablar con él.
Él asintió con la cabeza.
–No creo que haya problema -dijo-. ¡Alexandre! – Un momento
después, su asistente entró presuroso en la
oficina.
–Oui, Commandant?
–Apportez-moi le dossier de l'accident
Winthrop.
–Tout de suite. – El empleado se marchó.
El comandante volvió la vista a Dana.
–Una familia muy desgraciada. La vida es très fragile. – Miró
a Dana y sonrió. – Por eso los gustos hay que dárselos en vida
-agregó, esbozando una sonrisa sutil. – A propósito, ¿está sola en
Francia, mademoiselle?
–No; vine con mi marido y mis hijos.
–Dommage.
El asistente regresó con una carpeta llena de papeles. El
comandante los examinó, asintió con la cabeza y clavó sus ojos en
Dana.
–El testigo del accidente fue un turista estadounidense,
Ralph Benjamin. De acuerdo con su declaración él iba en su auto
detrás del de Paul Winthrop cuando vio que a Winthrop se le cruzaba
un perro por delante. Winthrop hizo una maniobra para esquivar al
perro pero el auto patinó y se precipitó por el acantilado. El
informe del forense indica que murió en forma
instantánea.
–¿Tiene la dirección del señor Benjamin? – preguntó ella,
esperanzada.
–Oui. – Volvió a mirar los papeles. – Vive en los Estados
Unidos. 420 Turk Street, Richfield (Utah). – Anotó la dirección en
un papel y se la entregó.
Ella tuvo que hacer un esfuerzo para ocultar su
exitación.
–Le agradezco mucho.
–Fue un placer. – Bajó la vista y vio que ella no IIevaba
anillo de casada. – Ah, madame…
–¿Sí?
–Deles saludos míos a su marido y sus hijos.
Llamó por teléfono a Matt.
–Matt-dijo con entusiasmo-. Encontré un testigo del accidente
de Paul Winthrop. Voy a entrevistarlo.
–Qué bueno. ¿Dónde vive?
–En Richfield, estado de Utah. Pienso estar de vuelta
mañana.
–Muy bien. Cambiando de tema, llamó Jeff.
–¿Y qué dijo?
–Tú sabes que está en Florida con su ex, ¿no? – Su voz tenía
un dejo de desaprobación.
–Sí, claro. Ella está gravemente enferma.
–Si Jeff se queda ahí mucho tiempo más, voy a tener que
pedirle que se tome una licencia especial.
–Estoy segura de que volverá pronto. – Deseaba poder creer
sus propias palabras.
–Eso espero. Suerte con el testigo.
–Gracias.
Después llamó a su casa y atendió la señora
Daley.
–Residencia de la señorita Evans.
–¿Cómo está, señora? ¿Cómo andan las cosas por ahí? – Dana
contuvo el aliento.