56. Los últimos días: enseñanza final
Nubes lúgubres y sombrías se perfilaban como presagios en el horizonte junto con un estruendo distante de trueno y relámpago. Sabíamos que se acercaba la tormenta, el inexorable e implacable nivelador que nada considera sacrosanto.
Los órganos vitales de nuestro amado Maestro habían sido consumidos por el cáncer y sabíamos que su frágil cuerpo desfallecería pronto, quizá más pronto de lo que temíamos. Con todo, nos cuidábamos de no mostrar ante él este temor nuestro, pues le iba a hacer daño descubrir que su enseñanza había sido tiempo perdido en nuestro caso. El nos había enseñado que los seres humanos son sólo formas conceptuales, sin más realidad que la que tienen las imágenes de un sueño, y que es únicamente el cuerpo lo que está sujeto al nacimiento y a la muerte, no el Yo, el cual no sólo es eterno sino libre del todo de nacimiento y de muerte. Que él era el Yo Supremo. Sí, todo esto lo sabíamos, pero ante la perspectiva de su desaparición nos habíamos empezado a sentir como huérfanos, ¡lo amábamos demasiado! ¡Era difícil ponerse por encima de los sentimientos y debilidades humanos!
Durante sus últimos días —de mayo o junio al 8 de septiembre de 1981, cuando dejó su vestimenta mortal—, su cuerpo se había debilitado día a día en forma visible y, no obstante, su espíritu siguió siendo indomable hasta el fin. El continuó hablando con esa autoridad inherente, aunque era débil ahora, y con su sola palabra, por así decirlo, se marchitaban las ilusiones y quimeras de quienes lo escuchaban.
Ofrezco en lo que sigue minutas de algunas de sus pláticas durante esos últimos días. El no podía hablar mucho tiempo, tenía que ser breve, pero cuanto decía era como una semilla y una especie de catalizador para quien lo escuchaba. ¡Era el Más Allá el que hablaba, no un hombre frágil y viejo en garras de la muerte!
Hace más de dos semanas —en junio de 1981— que Maharaj no ha podido hablar a los visitantes con su antiguo entusiasmo. En atención a los insistentes ruegos de muchos de nosotros, ha estado de acuerdo en limitar los discursos a media hora y es lo mejor que pudo haber hecho, pues hablar incluso treinta minutos lo ha agotado tanto que más tarde no puede levantarse. Las palabras de Maharaj, si bien más escasas, son ahora más significativas. El ha dicho que su debilidad física le impide elaborar lo que pretende comunicar. Esto, añade, es una especie de bendición encubierta, pues quien lo escucha ahora tiene que poner más atención y no permitir que su mente divague. ¡Tendrán que reflexionar por sí mismos un poco!
Muchos de los visitantes, en vista de la extrema debilidad de la condición física del Maestro, restringen sus preguntas al mínimo, aun cuando Maharaj insiste en que aclaren sus dudas. “Queda ya muy poco tiempo”, dice.
Cierta mañana, uno de los visitantes regulares, tal vez con la idea de alejar de la mente de Maharaj el sufrimiento físico, comenzó a hablar de diversos temas y a hacer preguntas bastante superficiales. Desde luego, Maharaj se dio cuenta enseguida de sus intenciones y se incorporó en su sillón. “Sé lo que tratas de hacer —dijo—, pero olvidas que no soy lo que tú crees. Yo no sufro; no puedo sufrir porque no soy un objeto. Desde luego hay sufrimiento. Pero, ¿no tedas cuenta de lo que es este sufrimiento? Yo soy el sufrimiento. Sea lo que fuere que se manifieste, yo soy el movimiento. Soy la percepción de cualquier cosa perceptible. Cualquier cosa que se haga, yo soy esa acción; yo soy el hacedor y, comprende esto, también soy aquello que es hecho. De hecho, yo soy la manifestación en su totalidad.
“Una vez que apercibes esto, nada más necesitas conocer ya. Esta es la Verdad. Pero la palabra importante es “apercibir”. Lo que he dicho lo he dicho con respecto a mí mismo. Más si tienes una apercepción de esto, puedes también decir lo mismo. Tú y yo no somos dos, sino la misma Unicidad Absoluta. Si esta apercepción prevalece, no podrás tener ninguna riña con nadie, sea lo que sea que haga o deje de hacer la otra persona. ¿Por qué? Porque te habrás dado cuenta de que todo lo que sucede es parte del funcionamiento general de la conciencia y de que ningún objeto fenoménico (que en verdad no es más que una apariencia en la conciencia de alguien más) puede tener una existencia independiente o libre voluntad para actuar. Reflexiona a fondo sobre esto”.
Otra mañana, Maharaj se sentó recostado a medias en su cama con los ojos cerrados. Los visitantes habían llegado uno por uno y habían tomado asiento en silencio. Al ver al Maestro descansar, se sentaron en meditación con los ojos cerrados. Es sorprendente lo fácil que es entrar en un estado de “quietud” mental en presencia del Maestro. De pronto, Maharaj comenzó a hablar, aunque con voz muy débil.
“Ustedes vienen aquí en busca de algo. Lo que pretenden puede ser el Conocimiento con mayúscula —la Verdad suprema—, pero sin duda algo buscan. La mayoría de ustedes ha venido durante bastante tiempo. ¿Por qué? Si hubiera habido la apercepción de lo que he estado diciendo, ¡hace tiempo que habrían dejado de venir! Lo que ha sucedido, en cambio, es que han venido un día tras otro identificándose como seres individuales, hombres o mujeres, con diversas personas y cosas que ustedes llaman “mías”. Piensan, asimismo, que han venido aquí, por voluntad propia, a ver a otro individuo —un gurú— quien, esperan ustedes, los “liberará” de su “esclavitud”.
“¿No se dan cuenta de lo ridículo que es todo esto? El hecho de que vengan día tras día muestra únicamente que no están dispuestos a aceptar mi palabra de que no existe nada semejante a un “individuo”, de que el “individuo” no es otra cosa más que una apariencia; que una apariencia no puede tener “esclavitud” alguna y, en consecuencia, no hay “liberación” posible para ella.
“Si el fundamento mismo de su búsqueda es erróneo, ¿qué pueden encontrar? ¿Existe en realidad algo que haya que conseguir? ¿Quién lo ha de conseguir? ¿Una apariencia?
“Esto no es todo. Cuanto digo está siendo grabado por algunos; otros, en cambio, toman sus propias notas. ¿Con qué propósito? ¿Para hacer el condicionamiento todavía más poderoso? ¿Acaso no se dan cuenta de que el “quien” nunca ha sido posible? Todo lo que ha acontecido (si ha acontecido algo) ha sido espontáneo. Nunca ha habido sitio para un individuo en la totalidad de la manifestación; todo el movimiento se da a nivel del espacio físico conceptual (Mahadakasha), el cual está contenido en un fragmento conceptual de conciencia, o el espacio mental del tiempo, la percepción y la cognición (Chidakasha). La totalidad de lo conocido finalmente se une a la potencialidad infinita que es la Realidad a temporal e ilimitada (Paramakasha). En esta manifestación conceptual se crean y se destruyen un sinnúmero de formas, en tanto que el Absoluto es inmanente a todas las formas fenoménicas. ¿Dónde figuran los individuos como individuos? En ninguna parte. Y, no obstante, en todas partes, pues nosotros somos la manifestación. Somos el movimiento. Somos la vida que es vivida. Somos lo que vive en el sueño. Pero no como individuos.
“La apercepción de esta verdad echa por tierra al buscador individual; el buscador se convierte en lo buscado y lo buscado es la apercepción”.
En otra sesión, Maharaj planteó otro aspecto del mismo tema, esto es, las personas que vienen a verlo en busca de conocimiento. Esta vez preguntó: “¿Qué es este “conocimiento” que ustedes buscan, este conocimiento sobre el que toman notas? ¿Qué uso les darán? ¿Han ustedes reflexionado sobre este aspecto de la cuestión?
“La cuestión importante —continuó— es: ¿Tenían necesidad de algún conocimiento hace cien años? Ese, que no conocen y no pueden conocer, es su verdadero estado. Este, que piensan real porque puede objetivarse, es lo que ustedes parecen ser. Cualquier conocimiento que en este momento busquen acerca de su estado real es incognoscible, pues ustedes son lo que están buscando. Todo lo que se puede obtener a manera de conocimiento se halla a un nivel conceptual; el conocimiento que conseguirían como apariencia objetiva. Tal “conocimiento” no es en modo alguno distinto de la “ignorancia”, pues ambos son contrapartes interrelacionadas en el nivel conceptual. En otras palabras, la comprensión al nivel de la mente viene a ser sólo conceptualización y, en consecuencia, por completo ilusoria. Entiendan por favor la diferencia existente entre este conocimiento conceptualizado y la apercepción intuitiva que no se halla en el nivel conceptual. Apercibir es, en realidad, una visión total o interna que en lo básico es distinta de la sola visión intelectual. Una vez que se da la apercepción, desaparece por completo la dualidad de los contrarios, el fundamento de la simple comprensión intelectual. No hay cabida para el pensamiento de “alguien” en el sentido de haber comprendido algo mediante el uso del razonamiento y la lógica. La verdadera comprensión es apercepción espontánea, intuitiva, sin elección y totalmente no dualista. Mediten acerca de lo que he dicho”.
Cierto día en que un visitante planteó el problema de la “ética” y la conducta moral (cuestiones que siempre han sido consideradas ajenas a nuestra discusión aquí) Maharaj se sintió tan divertido que, pese a su extrema debilidad física, se incorporó y dijo que nunca dejaría de asombrarle la confusión de pensamiento que mostraban incluso aquellas personas que se suponía eran intelectuales. Se rió tanto que tuvo un ataque de tos. “Una vez que se ha entendido que hay un sitio determinado, el retrete, para propósitos específicos, ¿usarían la sala o la recámara para tales propósitos?”, preguntó.
“En el momento en que ustedes tengan una apercepción inequívoca de su verdadera naturaleza, cuando con claridad adviertan la falsedad de lo falso, ¿podrá plantearse el problema de tener que decidir la conveniencia o inconveniencia de alguna acción? ¿Quién tomará la decisión? ¿Tenemos una voluntad independiente para tomar la decisión? ¿Existe en realidad alguna elección? Una vez que se apercibe que no existe una entidad con libertad de acción, ¿en adelante no sería “vivir” un vivir totalmente carente de volición? En otras palabras, ¿no llevaría acaso la apercepción misma a un abandono —o, con más precisión— a un cese espontáneo del propio concepto de actividad volitiva? Uno puede creer que vive, pero en realidad tan sólo “está siendo vivido”.”
Exhausto por esta breve pero animada exposición, Maharaj se volvió a recostar en su cama y dijo que le hubiera gustado hablar más sobre este punto, pero francamente no tenía la fuerza necesaria. Y añadió, con cierta ironía, que quizá era mejor que ahora sólo pudiera divulgar cápsulas de conocimiento.
Esa mañana en particular, Maharaj se encontraba demasiado débil incluso para levantarse, pero tenía ganas de hablar. Con suavidad y lentitud inició su plática: “¡Qué fantástico tema es éste! Es un tema escurridizo, la persona que cree que está escuchando es ilusoria, ¡y no obstante, nadie cree que no exista! Cuando ustedes llegan aquí, les doy la bienvenida y les ofrezco mi humilde hospitalidad, pero al hacerlo tengo conciencia plena de la verdadera situación: no existe un hablante ni un escucha. ¿Por qué es que nadie puede decir con honestidad que no existe? Porque cada persona sabe que está presente —o, más bien, porque hay un sentido de presencia intuitivo— y, esto es importante, no existe ninguna entidad que pueda decir que no existe. Si una entidad afirmara que no existe, ¡esa misma afirmación demostraría su existencia!
“Empero, el punto más importante, el cual no es tan fácil comprender, es que el origen de esta presencia fenoménica (que es la manifestación de lo inmanifestado) es la ausencia nouménica. Esto quiere decir, además, que siempre que la mente está en “ayuno”, sin conceptualización alguna, hay ausencia fenoménica, y esta presencia de ausencia fenoménica es nouménica. Me pregunto cuántos de ustedes comprenderán esto”.
Era un día domingo y la pequeña habitación de Maharaj se encontraba llena por completo. La mayoría de los visitantes eran los que siempre iban, sólo un pequeño grupo había llegado de un lugar lejano del país. El guía del grupo se dio cuenta de la débil condición física de Maharaj y se resignó a la idea de que tendrían que contentarse con un darshan solamente. Sin embargo, Maharaj se incorporó en su cama, miró directamente al nuevo grupo y con una sonrisa preguntó si tenían alguna pregunta. Añadió que no se encontraba del todo bien físicamente y que esperaba que las preguntas se plantearan a un nivel adecuado. Hubo un breve murmullo de consulta entre ellos, y su guía dijo en forma respetuosa que sólo tenía una pregunta: ¿En verdad existe la “iluminación”? Y agrego que dicha pregunta no estaba siendo planteada en forma frívola, sino con base en una larga búsqueda espiritual. Maharaj sonrió y comenzó a hablar pese al cansancio que claramente se traslucía en su rostro. Se incorporó hasta quedar bien erguido y su voz tomó un vigor inesperado.
“Por más que lo repita constantemente —dijo—, ni siquiera aquellos que me visitan con regularidad parecen poder aceptar el hecho fundamental de que es un completo sinsentido pensar en la necesidad de iluminación de un individuo. Básicamente, sólo existe Yo; no existe “mí” ni “tú” que haya de ser iluminado. ¿Cómo puede un objeto fenoménico, que es tan sólo una apariencia, ser transformado mediante la “iluminación” en algo distinto de lo que es, es decir, una simple apariencia?
“Cuando tiene lugar la “iluminación”, hay una apercepción en el sentido de que lo que concebimos como nuestra condición normal —la de ser objetos fenoménicos— es tan sólo una condición temporal, lo mismo que una enfermedad, que ha invadido nuestro verdadero estado normal nouménico. Es darse cuenta de pronto de que lo que se consideraba “normal” no lo era en realidad. El resultado de dicha apercepción es una especie de cambio de la existencia de un individuo a la existencia como tal; la voluntad desaparece y cualquier cosa que suceda parece correcta y adecuada. Uno toma su posición como testigo de cuanto sucede o, más bien, sólo ese atestiguamiento queda”.
Esta mañana Maharaj se recostó en la cama, obviamente en el estado de mente vacía. Durante varios minutos, los visitantes —que no eran muchos, pues era un día de trabajo se sentaron en silencio. De pronto el Maestro abrió los ojos y dijo muy bajito que no habría plática porque se sentía demasiado débil para hablar. Con todo, sonrió con benevolencia y agregó muy lentamente: “Si tan sólo pudieran aprehender de manera profunda e intuitiva lo que ustedes eran antes de asumir este cuerpo con conciencia, digamos hace unos cien años, aun desde esta prisión física verían el mundo sin el sentido de dualidad, no a partir de su identidad como centro individual ilusorio. Entonces la conceptualización cesaría”.
El Maestro hizo entonces una seña para indicar que la sesión había finalizado y los visitantes se dispersaron.
Domingo 12 de julio de 1981. Como es usual en estos días, Maharaj estaba acostado en su cama mientras su devota y asistente fiel, Anna, daba un masaje a sus piernas. Su respiración era bastante penosa, casi siempre por la boca, y parecía profundamente dormido. De improviso, hizo esfuerzos por levantarse y lo ayudaron a reclinarse sobre unos cojines. Comenzó a hablar, su voz era sorprendentemente firme. “Lo que deseo decirles es asombrosamente simple, si tan sólo pudieran apercibirlo, ¡Y lo más sorprendente es que sólo puede apercibirse si el “oyente” se halla del todo ausente! Entonces sólo la apercepción queda y ustedes son esa apercepción.
“Lo que sucede es que el Absoluto inmanifestado se expresa en la manifestación. La manifestación tiene lugar a través de millones de formas; la conciencia opera en cada una de ellas, y la conducta y el comportamiento de éstas, en términos generales, son acordes con la naturaleza básica de la categoría a la que pertenecen (ya se trate de una planta, un insecto, un león, o un hombre), y de manera particular, acordes con la naturaleza de la combinación específica de los elementos básicos de cada forma.
“No hay dos seres humanos idénticos (las huellas digitales de ningún par de personas son exactamente iguales) porque las permutaciones y combinaciones de los millones de posibilidades de los ocho aspectos (los cinco elementos básicos y los tres gunas) dan por resultado billones y trillones de formas, de modo que la naturaleza de ningún par de formas es la misma. Constantemente se crean y se destruyen millones de estas formas en el proceso de la manifestación.
“Una percepción clara de este proceso de manifestación implica la comprensión de que: a) en realidad no hay posibilidad alguna de identificación con una forma individual porque la base misma de este espectáculo-manifestación es la duración (de cada forma) y la duración es un concepto de tiempo, y b) nuestra verdadera naturaleza es el ser testigo de este espectáculo. Huelga decir que el atestiguar sólo puede tener lugar en tanto la manifestación continúe y ésta sólo puede continuar en tanto haya conciencia. ¿Quién ha de comprender todo esto? La conciencia, desde luego, la cual trata de encontrar su origen sin hallarlo, pues el buscador es lo buscado. La apercepción de esta verdad es la liberación final y única, y el comodín de la baraja es el hecho de que incluso la “liberación” es un concepto. Ahora vayan y reflexionen sobre esto”.
Martes 14 de julio de 1981. Un grupo de tres personas visitaba a Maharaj por vez primera. Aunque languidecía en la cama dada su condición de debilidad extrema, les preguntó si tenían alguna pregunta. Tuvieron una breve plática entre ellos y decidieron hacer sólo una: “Maharaj, los tres hemos hecho durante algún tiempo un cierto sadhana, pero el progreso no parece el adecuado, ¿qué debemos hacer?” Maharaj respondió que el propósito de cualquier esfuerzo es conseguir algo, un beneficio que no se tiene. “¿Qué es lo que ustedes tratan de conseguir?” La respuesta fue rápida y categórica: “Queremos volvernos, como tú, iluminados”. Maharaj se rió incorporándose en la cama. Cuando se le ayudó a ponerse un poco más cómodo con un par de cojines para apoyar su espalda, conminó:
“Es aquí donde radica el error de comprensión: en pensar que ustedes son una entidad que debe lograr algo que los convierta en una entidad semejante a la que creen que yo soy. Es éste el pensamiento que constituye la “esclavitud”, el identificarse con una entidad, siendo que nada, absolutamente nada que no sea dejar de identificarse podrá “liberarlos”.
“Como dije, se ven a sí mismos y a mí como entidades, como entidades independientes; yo los veo, en cambio, como me veo a mí mismo. Ustedes son lo que yo soy, pero ustedes se han identificado con lo que piensan que son —un objeto-y buscan liberarse de ese objeto. ¿No es una gran ironía? ¿Puede un objeto tener una existencia independiente y voluntad para actuar? ¿Puede un objeto estar esclavizado? ¿Y acaso puede ser liberado?”
El consultante juntó sus manos en un gesto de namaskar y de manera sumamente respetuosa señaló que lo que Maharaj había dicho podía ser incuestionable como ideal teórico, pero que seguramente, aun cuando las personas no puedan ser más que entidades ficticias, meras apariencias en la conciencia, ¿cómo hemos de vivir en el mundo si no es aceptando como bastante “reales” en la vida a las diferentes entidades?
Esta discusión al parecer animó de manera extraordinaria a Maharaj: poco a poco fue desapareciendo la debilidad en su voz. Dijo: “Te das cuenta de lo delicado que es este tema. Te has respondido en tu pregunta misma, pero se te ha escapado la respuesta. Lo que has afirmado es que sabes que la entidad como tal es totalmente ficticia y no tiene voluntad propia; es sólo un concepto. Pero esta entidad ficticia tiene que tener una vida normal. ¿Dónde está el problema? ¿Es tan, tan difícil llevar una vida normal sabiendo que la vida en sí es un concepto? ¿Has comprendido el punto? Una vez que hayas visto lo falso como falso, una vez que te percates de la naturaleza dual de lo que llamas “vida” —que en realidad es vivir— lo demás será simple; tan simple como la actuación de su papel que desempeña con entusiasmo el actor, a sabiendas de que sólo desempeña un papel en una obra teatral o en una película, nada más.
“Reconocer este hecho con convicción, apercibir la situación, es la única verdad. El resto es mera actuación”.
Jueves 16 de julio de 1981. Sólo estuvieron presentes unos cuantos de los visitantes habituales. Maharaj, aunque se encontraba visiblemente cansado y exhausto, pidió que alguien hiciera alguna pregunta ¡o que diera una charla alguno de los presentes! Así pues, alguien comenzó a hablar con las siguientes palabras: “La conciencia que tengo...” Si hubiera sido un visitante nuevo quien lo hubiera dicho, probablemente Maharaj habría ignorado la implicación de lo que se dijo, pero se trataba de un visitante “regular” y debería haber tenido una comprensión mejor. Maharaj gritó de repente: “¡Alto!”. A pesar de su débil condición, la palabra sonó como un disparo. Miró irritado a la persona que había hablado y dijo:
“¿Qué quieres decir con “la conciencia que tengo”? ¿Te das cuenta del sinsentido que has dicho? ¿Cómo puedes “tú”, o cualquier otra persona, tener conciencia? ¿No te das cuenta de la grandeza inimaginable, de la santidad de lo que tú llamas de manera despreocupada “conciencia”? Cualquiera que sea el nombre que le des, la palabra no es lo que significa. ¿Cómo es posible que olvides la verdad básica de que la conciencia es la verdadera expresión de lo-que-somos? Es por medio del movimiento de la conciencia que el Absoluto inmanifestado se hace conciente de su conciencia en sí a través de la manifestación, y que el universo entero viene a la existencia.
“Puede ser por irreflexión que uses estas palabras, no lo sé, pero el descuido mismo es muestra de la fuerza del condicionamiento que hace que te identifiques con el cuerpo. Piensas que tú eres ese cuerpo y que él tiene la conciencia. Si te es difícil considerar la cuestión si no es en términos de algo que posee otra cosa, seguramente ha de ser la conciencia la que posee no sólo el cuerpo que crees ser, sino todos los otros millones de cuerpos en los cuales la conciencia funge como prajna”.
Viernes 17 de julio de 1987. Era el sagrado día de Gurú Purnima y Maharaj tuvo que recurrir con gran dificultad a sus menguadas facultades físicas para decir unas cuantas palabras en su día más propicio, y se incorporó sobre la cama. Vestía un suéter grueso a pesar del calor que hacía en la pequeña habitación debido al gran número de los devotos. Comenzó hablando con voz muy débil, pero pronto ésta pareció cobrar una nueva fuerza.
“Ustedes han estado viniendo aquí con la esperanza continua de que les dé un programa de lo que deben hacer para “liberarse”. Y una y otra vez les he dicho que dado que no existe ninguna entidad como tal, el problema de la esclavitud no surge; y que si no hay alguien que esté encadenado, no hay necesidad de liberación. Lo único que puedo hacer es mostrarles que ustedes no son lo que piensan.
“Sin embargo, para la mayoría de ustedes no es aceptable lo que digo. Y algunos van a otros sitios, en donde se sienten contentos de que les den una lista de prescripciones y prohibiciones. Lo que es más, actúan de acuerdo con las instrucciones con fe y diligencia, pero de lo que no se dan cuenta es que, hagan lo que hagan como “entidades”, ello sólo fortalecerá su identificación con la entidad ilusoria y, por consiguiente, la comprensión de la Verdad seguirá estando lejana.
“En general se piensa que de algún modo debe cambiarse para convertirse de un ser humano imperfecto en uno perfecto, en sabio. ¡Si tan sólo se diera cuenta la gente de lo absurdo que es este pensamiento! Aquel que piensa en estos términos no es en sí más que un concepto, una apariencia, una imagen en un sueño.
“¿Como ha de poder un fantasma fenoménico despertar de un sueño perfeccionándose a sí mismo?
“El único “despertar” posible es apercibir aquello-que-es. En esta apercepción de hecho no hay sitio para un “quien”, pues la apercepción misma es nuestra verdadera naturaleza, y es prerrequisito de tal apercepción la desaparición del fenómeno. La manifestación en su totalidad es lo que se apercibe, pero no se trata de una apercepción que realiza “alguien” que se mantiene como un observador al margen. La apercepción es el movimiento total del Absoluto: la apercepción es lo que tú eres. El universo que aparece en la conciencia es el origen mismo del universo aparente. La conciencia no es distinta de su contenido o manifestación.
“Esta apercepción no tiene nada que ver con un “quien”, con un fenómeno, una apariencia en la conciencia, que es tan sólo una parte infinitesimal del movimiento en su totalidad. La profunda comprensión intuitiva de este hecho es el único “despertar”, la única “iluminación” o “liberación” ilusoria de la “esclavitud” ilusoria, el despertar del sueño que es la vida.
“¿Qué es lo que hace el gurú? Un gurú realizado haría lo único que puede hacerse: apuntar al sadgurú que se encuentra en el interior. El sadgurú está siempre ahí, lo recuerden o no, y una asociación constante con él —sea cual sea la actividad que puedan estar realizando— es lo único que se necesita. Cualquier otra cosa a manera de esfuerzo no sólo no ayuda, sino que puede ser un obstáculo y un peligro.
Domingo 26 de julio de 1981. Había un público numeroso, como es común la mañana del domingo. La habitación estaba completamente llena. Maharaj sonrió y se preguntó qué esperaba conseguir la gente que, a sabiendas de que no estaba en condiciones de hablar, seguía visitándolo. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para incorporarse, ayudado por su devoto asistente. Miró en torno suyo y dijo que no podía reconocer a nadie, pero que si había alguna pregunta, no se contuvieran de hacerla. “Lo que sí es importante —añadió-es que tengan presente que en el nivel intelectual no pueden tener fin las preguntas”.
Un visitante preguntó: “En el curso de la búsqueda de nuestra verdadera naturaleza oponen numerosos obstáculos el mundo desde fuera y la mente desde el interior. ¿Por qué, y qué es lo que debemos hacer?” La respuesta de Máharaj fue inmediata:” Aferrarte al que realiza la búsqueda. Es todo lo que tienes que hacer. Si lo haces —es decir, si no dejas que se te escape en ningún momento el-que-busca— al final descubrirás que el buscador no es otra cosa que la conciencia en busca de su origen, y que el buscador mismo es a un tiempo la búsqueda y lo buscado, y eso es lo que eres tú”.
Hubo otras preguntas más que Maharaj despachó de manera más o menos sucinta, aunque tenían que ver con el comportamiento en el mundo, siendo el punto principal que la naturaleza, o la conciencia en acción, es la responsable del desarrollo espontáneo del cuerpo desde el momento de la concepción hasta el nacimiento del cuerpo y, más tarde, de la infancia y la niñez a la juventud para completar el desarrollo y morir finalmente. “¿Por qué de pronto ustedes aceptan la responsabilidad de las acciones del cuerpo y con ello la cadena de la retribución de esas acciones?”, preguntó.
Por último, ya para finalizar, surgió la siguiente pregunta: “¿Existe alguna diferencia entre una persona que es un avadhuta y otra que es un jñani? Lo pregunto porque quiero saber cómo actúa en este mundo una persona que se ha realizado”.
Maharaj sonrió y dijo: “Todas las palabras que tú empleas al preguntar y todas mis palabras que intentan dar respuesta parecen no conducir a nada. De cumplir su objetivo al menos una de mis respuestas, no habría ninguna pregunta más. Así que, en cierto modo, es mejor lo que en realidad sucede; sus preguntas persistentes y mis respuestas contribuyen de igual manera aun cierto entretenimiento para pasar el tiempo. No hay, en verdad, nada más que se deba hacer, pues esto que se contempla como el universo no tiene ningún “propósito”; todo es lila, y nosotros somos partícipes de ese pasatiempo. Debemos comprender esto.
“Ocupémonos, empero, de tu pregunta. Avadhuta, jñani y realización son todos nombres de un estado cuyo supuesto básico es la negación total de la individualidad de una entidad particular; no obstante, la pregunta se funda en el entendimiento de que un jñani es una “persona”, y tú quieres saber cómo una persona de esta clase se conduce en este mundo. ¿Te das cuenta de la contradicción que hay en esto? En el momento en que hay realización, desaparece la diferencia entre “yo” y los “otros” y, claro está, junto con ella la autoría de la seudopersonalidad. Por consiguiente, una vez que la realización tiene lugar —entiéndase que no hay “alguien” que “logre” la realización— no puede ya más haber sitio para el sentido de voluntad, el deseo o la elección.
“Traten de comprender el significado de lo que acabo de decir. Si lo han comprendido, entenderán también que no puede haber una “persona “realizada y, por lo tanto, no tiene sentido preguntar cómo se conduce en el mundo tal persona. ¿Qué pasa con el cuerpo? La respuesta a las situaciones externas es espontánea, intuitiva, en ella no interviene la mente dividida individual, y de esa manera queda fuera cualquier cuestión acerca de la actividad volitiva”.
Sábado 8 de agosto de 1981. Una mujer joven hizo una pregunta a Maharaj acerca del sentido y la utilidad de repetir un japa. Maharaj dijo que interpretaría la palabra japa en su sentido de sustantivo “que denota un propósito”, el cual sería “proteger”.
Continuó: “Al repetir de manera constante un japa, o un mantra, trátese de una palabra o de una combinación de palabras, tú intentas “proteger” algo. ¿Qué se intenta proteger? Algo que uno “ama” en demasía. ¿Qué ama uno excesivamente? Algo que es lo que más “necesita”; ¿y qué es lo que uno más necesita? Algo sin lo cual ninguna otra cosa tiene sentido ni valor alguno. ¿No es acaso el ánima, el sentido de presencia animada, la conciencia, aquello sin lo cual nada puedes conocer ni disfrutar? Esta tan estimada “necesidad” es la conciencia, a la cual deseas “proteger” a toda costa, ¿y no es acaso la mejor forma de proteger algo el no alejarse de ello por completo?, ¿no lo es?
“Así pues, el objetivo fundamental de la repetición de un japa en forma continua es mantenerse unido a la conciencia todo el tiempo. Pero debes entender que esta “práctica” te permitirá lograr tu “propósito” sólo durante un espacio de tiempo limitado, mientras repites el japa. Por otro lado, la apercepción clara de tu naturaleza verdadera no se basa en modo alguno en el concepto de tiempo; la apercepción es intemporalidad”.
Domingo 9 de agosto de 1981. La misma joven quiso saber si era buena la práctica de guardar un día a la semana “en silencio”. Maharaj sonrió y dijo que sería una práctica excelente si se comprendiera de modo cabal el significado de la palabra “silencio”. Entonces explicó: “Me he enterado de ciertos mahatmas y gurús, grandemente interesados en política, que guardan “días de silencio”, en los que no hablan pero se comunican con la ayuda de pluma y papel. Estoy seguro de que sus lenguas tienen entonces un muy merecido descanso, pero aparte de eso, dudo que esta práctica pueda procurar algún otro beneficio.
“Lo que entiendo por silencio es la ausencia total de palabra y pensamiento. ¿Alguna vez has reflexionado acerca de dónde proviene la palabra? Antes de que una palabra se vuelva oral, tiene que ser un pensamiento, un movimiento en la conciencia, y, por consiguiente, el origen tanto de la palabra como del pensamiento es la conciencia. Una vez que comprendas esto, comprenderás también que sólo puede haber perfecto silencio en ausencia de pensamiento, sólo cuando cesa el pensamiento y se suspenden también la conceptualización y la objetivación. Cuando cesa la conceptualización, la identidad, que es su fundamento, no puede permanecer más, y en ausencia de identidad no hay esclavitud”.
Martes 18 de agosto de 1981. Esta mañana Maharaj se encontraba demasiado débil para hablar. Aprobó la sugerencia de que se pusiera una de las cintas grabadas de sus pláticas. Después de unos veinte minutos, pidió que se detuviera la cinta. Se incorporó en su cama con dificultad y dio en voz baja un mensaje: “Reflexionen sobre lo que acaban de escuchar; sobre lo que han oído, e infinitamente más importante, sobre quién lo ha oído”.
Después de este breve mensaje que transmitió como un susurro, al Maestro se le quebró la voz. Su garganta se obstruyó. Cerró sus ojos, su menguadas facultades físicas luchaban con un insoportable dolor. Y nosotros lo observábamos impotentes.
Martes 8 de septiembe de 1981. Hoy, Sri Nisargadatta Maharaj alcanzó el Mahasamadhi a las 7:32 p.m. en el ashram de su residencia.
Cuando, por la mañana, llegué a su casa como de costumbre, unos minutos antes de las diez, pensé que Maharaj se veía mucho mejor que el día anterior. Su rostro tenía un mejor color y sus ojos estaban más alertas, pero supe por su hijo que el doctor había advertido que su pecho estaba muy congestionado y era necesario administrar oxígeno. Se había dispuesto un tanque de oxígeno.
Cuando me marché, a eso de las once, Maharaj había aceptado primero una taza de leche y, un poco más tarde, una de té; parecía que se estaba sintiendo mejor. Sin embargo, cuando nos quedamos mi amigo Mullarpattan y yo, él le dijo a Maharaj que no regresaría por la tarde, como acostumbraba. Maharaj sabía que yo normalmente sólo lo visitaba por las mañanas, pero en esta ocasión me preguntó específicamente si iba a volver. Me sorprendió un poco su pregunta pero, dándome cuenta de su intención, dije que volvería por la tarde, y pareció complacido. Cuando nos marchábamos Maharaj dijo que sentía un poco de sueño y descansaría un rato.
Yo tuve una visita en la tarde. Se quedó un poco más de lo que había esperado. Cerca de las 6:30, cuando me disponía a salir hacia la casa de Maharaj, recibí una llamada telefónica de Mullarpattan para decirme que la condición de Maharaj era preocupante.
Me fui de prisa a casa de Maharaj y lo encontré con el oxígeno puesto. Sus ojos estaban abiertos, pero con una expresión indiferente que indicaba que se hallaba quizá en el estado de mente vacía. Su respiración era penosa, parecía que el fin no estaba lejos.
Su aliento, que se volvía más y más débil, cesó finalmente del todo a las 7:32 p.m. Maharaj había hecho la transición de lo relativo a lo Absoluto con gran facilidad y paz. Mullarpattan y yo nos encontrábamos ahí cuando llegó el fin, junto con los familiares de Maharaj y dos de sus asistentes personales. Se decidió que el funeral tendría lugar al día siguiente.
Miércoles 9 de septiembre de 1981. El cuerpo de Maharaj fue recostado en el sillón médico especial que un devoto belga, Josef Nauwelaerts, había traído personalmente del otro lado de Bombay hacía sólo cinco semanas. Entonces nos dirigimos al crematorio Benganga, en una procesión que conjuntó a varios cientos de devotos. En ese lugar se encuentra el samadhi del gurú de Maharaj, Sri Sidharameshwar Maharaj.
La procesión fúnebre comenzó cerca de las 12:15 p.m. El cuerpo de Maharaj fue llevado en un carro profusamente decorado con flores y, además de los cientos que se unieron a la procesión en su último viaje, muchos más hicieron una reverencia a su paso. Llegamos al lugar de la cremación a las 2:45 p.m.
La pira fue encendida por el hijo de Maharaj a las 3:40, al concluir una sencilla pero conmovedora ceremonia que comenzó con el habitual Iratfii frente al cenotafío del gurú de Maharaj, como era su costumbre antes de hacer un viaje.
La forma física del Maestro se unió a los elementos de los que estaba constituida. Decir algo más acerca del Maestro sería superfluo e inadecuado, además de completamente contrario a su enseñanza. La Verdad debe ser apercibida; se convierte en un concepto cuando se la expresa.