24. Una revisión de los fundamentos
Un visitante extranjero que contaba con sólo tres días para estar en Bombay, asistió todos los días a las sesiones de la mañana y de la tarde. En la última sesión, comentó que durante esos tres días había absorbido tanto que no podía separar lo prioritario y no sabía cuál debía ser su primer paso y qué era lo que podía posponerse. De tal suerte, pidió encarecidamente a Maharaj que hiciera una revisión de los fundamentos de modo que él pudiera retenerlos de una manera ordenada.
Maharaj se echó a reír y le preguntó si tenía alguna duda con respecto al hecho de que era un ser humano masculino, en cuanto a que era hijo de sus padres, o en cuanto a su profesión. Si no, ¡por qué tendría que haber confusión alguna respecto a su verdadera naturaleza!
“De cualquier manera —dijo Maharaj— adoptaremos tu propuesta. Lo que deseas en realidad es lograr una comprensión aceptable de tu “yo” (el cual has sido condicionado a concebir como una entidad corporal y mental con absoluto control sobre sus acciones) y de tu relación con el mundo en el que vives: tú por un lado y el mundo por otro.
“Ahora bien, lo que tú piensas que eres no es más que la esencia “material” del cuerpo de tu padre que fue concebida en la matriz de tu madre y que, más tarde, creció en forma espontánea hasta tomar la forma de un bebé con huesos, carne, sangre y demás. Fue creada una forma humana que se desarrolló de un bebé a un niño conforme a un proceso que tomó cierto tiempo. Tal vez en tu segundo año de vida, te dijeron que “tú” habías nacido, que “tú” tenías un nombre y una forma. Tiempo después, adquiriste conciencia de “ser” y “tú” empezaste a considerarte un individuo separado, una entidad independiente, distinta del resto del mundo. Consideremos ahora lo siguiente: 1) ¿Acaso tus padres te crearon a “ti” especial y deliberadamente? 2) ¿Sabían tus padres en qué momento iba a tener lugar la concepción? 3) ¿Elegiste “tú” de manera específica y deliberada a una pareja particular como tus padres?, y 4) ¿Tú elegiste “nacer”?
“De las respuestas a estas preguntas resulta claro que una forma con las características de un ser humano se creó de manera casi accidental (sin participación ni elección alguna de nadie), la cual aceptaste más tarde como tu “yo”. Por consiguiente, “tú” como tal no existes ni como un “hecho”, ni como entidad. Este es el primer fundamento. Se creó una forma a través de un proceso natural. La pregunta es, entonces: ¿Qué somos todos “nosotros”? Cada uno de nosotros, en tanto fenómeno, es tan sólo una apariencia en la conciencia de quienes nos perciben y, en consecuencia, lo que parecemos seres un fenómeno: temporal, finito y perceptible para los sentidos, mientras que lo que somos, lo que siempre hemos sido y siempre seremos, sin nombre ni forma, es el noúmeno: el ser imperceptible, atemporal e ilimitado.
“Sin embargo, por muy convincentemente que creas haber “comprendido” este hecho básico, te resultará casi imposible disociarte de la identificación con tu nombre y tu forma como entidad. Esto sólo puede acontecer cuando aquello que has estado concibiendo como una entidad separada, se aniquila por completo. Este es el segundo fundamento, el poder de Maya. Se considera “real” aquello que tan sólo es un fenómeno, sin ninguna existencia independiente, y este fantasma se esfuerza por “convertirse” en algo, una sombra a la caza de su sustancia, mientras que, en realidad, tú has sido todo el tiempo la sustancia y nunca la sombra sometida que busca liberarse. ¡Parece gracioso, pero eso es Maya!
“Ahora el tercer fundamento: ¿Habrías sido capaz de concebir algún aspecto del mundo manifestado si no hubiera “espacio-tiempo”? Si los fenómenos no se manifestaran en el espacio con un cierto “volumen” tridimensionalmente, y si no fueran medidos en relación al tiempo, no podrías haber concebido, ya no digamos percibido, nada del universo aparente. Date cuenta, por favor, de que todos los fenómenos son meras apariciones en el espacio-tiempo, concebidas y percibidas en la conciencia. Incluso la idea misma de totalidad del Absoluto no puede ser más que ¡un concepto de la conciencia! Cuando la conciencia se funde en el Absoluto, ¿quién o qué puede saber o experimentar algo?
“Y, ahora, el fundamento final: Si se entiende con claridad lo que hasta aquí he dicho, ¿no te sería posible apercibir tu verdadera condición, aquella que te era propia antes de que “tú nacieras”? ¿Podrías retornar a ese estado primario, anterior al surgimiento espontáneo de la conciencia y a que ésta provocara el sentido de presencia? Este último estado, el “sentido de presencia'', tan sólo es verdadero mientras el cuerpo existe. Cuando se termina el tiempo de vida del cuerpo, esta presencia conciente se funde con el estado original en el que no hay conciencia de estar presente. Nadie nace, nadie muere. Se trata tan sólo de principio, duración y fin de un suceso objetivado como un tiempo de vida en el espacio-tiempo. En tanto fenómeno, no hay una entidad que se halle esclavizada, y como noúmeno, no puede haber ninguna entidad que necesite liberarse. De esto es de lo que ha de tenerse una apercepción: el mundo soñado de los fenómenos es algo que tan sólo ha de atestiguarse”.
El visitante se inclinó ante Maharaj y le dijo que había recibido el más elevado conocimiento en una cantidad mínima de palabras. “Con el aprendizaje acerca de mi verdadera identidad, nada más tengo que aprender ahora”, dijo finalmente.