29. No hay tal “iluminación”
Maharaj a menudo dice que muy pocos de los que acuden a él son principiantes en el conocimiento espiritual. Son, en general, personas que han caminado mucho y han ido lejos en la búsqueda de conocimiento, que han leído muchos libros, han conocido a muchos gurús y tienen idea de lo que se trata, aunque rara vez una percepción clara de lo que están buscando. Muchos de ellos no vacilan en reconocer que todos sus esfuerzos resultaron inútiles y se sienten frustrados y desilusionados. Incluso hay quienes se preguntan si no habrán estado persiguiendo tan sólo una quimera. No obstante, pese a toda su frustración y desaliento, parecen saber que la vida tiene en verdad un sentido último. Maharaj siente una gran inclinación por estos visitantes y les toma un interés personal, pero ignora completamente a aquellos que llegan a él por una curiosidad frívola, o con el solo fin de hablar de él en una tertulia con actitud de “¿a ver quién es más santo?” o tal vez con condescendencia.
Hay, además, una clase de personas —los seudo intelectuales— que llegan a Maharaj con el fin de poner a prueba el “conocimiento” que han acumulado. En respuesta a las preguntas habituales que Maharaj hace a todos sobre sus experiencias espirituales, este tipo de personas rara vez olvida mencionar, no sin un dejo de orgullo, la larga lista de libros que han estudiado y los sabios y santos con que se han entrevistado. Maharaj suele recibir esta información con una risa picara y es posible que diga algo que desinfle sus egos todavía más. Por ejemplo: Bien, hoy tendremos, entonces, una conversación singularmente buena. O puede decir: Bien, debo decir que nos honra a todos su presencia hoy aquí y estamos abiertos a aprender algo nuevo. O bien puede decir: Yo sólo estudié hasta el cuarto grado de la escuela primaria y hoy estás aquí tú, un doctor en filosofía, con un conocimiento minucioso de los Upanishads, ¡es muy grato!
En las discusiones, conforme avanzan, suele haber una gran variedad de reacciones por parte de estas respetables luminarias. Algunos de ellos suelen partir del punto de vista de que están más o menos al mismo nivel que Maharaj. Después, pasados unos minutos, la enorme diferencia suele hacerse tan escandalosamente obvia que adoptan una actitud humilde y escuchan en lugar de hablar. Por lo general se dan cuenta muy pronto de la futilidad de su pedantería y del carácter engañoso de sus teorías y conceptos preferidos.
Cierta mañana, una dama europea se acercó a Maharaj y elogió en forma efusiva el libro Yo soy Eso; dijo también que se sentía muy afortunada de poder saludar a Maharaj en persona. Explicó que había viajado mucho y había conocido a un gran número de maestros espirituales, pero nunca había sentido haber encontrado lo que estaba buscando, y ahora tenía la certeza de que por fin su búsqueda terminaba a los pies de Maharaj. Al parecer ella había tenido algunas “experiencias” que otros gurús probablemente certificaron como prueba de su “progreso” espiritual, y comenzó a narrar a Maharaj, con todo detalle, tales experiencias. Maharaj atendió durante algunos minutos lo que ella decía y después la interrumpió para preguntarle:
“Dime, ¿quién tuvo estas experiencias? ¿Quién sintió la dicha de estas experiencias? ¿En ausencia deque no habrían surgido estas experiencias? ¿Exactamente dónde quedas tú en estas experiencias? Durante todo este tiempo de aprendizaje espiritual, ¿qué identidad es la que has podido descubrir como tó? Por favor, no pienses en ningún momento —dijo Maharaj— que quiero ofenderte, pero en realidad debes tener una respuesta clara a estas preguntas antes de que puedas decidir si estás procediendo en la forma correcta. En este momento eres como una niña de cinco años que ha sido ataviada con finos vestidos y adornos llamativos. Esa misma niña, tres años antes habría ignorado las ropas finas y los adornos, o los habría aceptado con fastidio, forzada por sus obsequiosos padres. Pero ahora, después de todo el condicionamiento que ha recibido en este tiempo, la niña no puede esperar para salir y recrearse con la envidia de sus amiguitos que no tienen esas galas. Lo sucedido entre la infancia y la niñez es justo lo que impide que contemples tu verdadera naturaleza. Un bebé, a diferencia del niño, conserva aún su personalidad e identidad subjetivas. Antes de ser condicionado, se refiere a sí mismo con su nombre, se trata como un “objeto” tan sólo, no cómo “mí”, no como sujeto que conoce. Piensa con cuidado en lo que he dicho. “Entidad” personal e iluminación no pueden ir juntas.
“Si después de lo que te he dicho, decides seguir visitándome, debo advertirte —dijo Maharaj en broma— que no sólo no obtendrás nada, sino que perderás todo lo que con tanto esfuerzo has “adquirido” durante todos estos años. Lo que es más, ¡perderás incluso tu “yo”! ¡Estás avisada! Si continúas visitándome, llegarás a la conclusión de que no existe “mí” ni “tú” que persiga la iluminación, que de hecho no hay tal “iluminación”. ¡La apercepción de esta verdad es, en sí misma, la iluminación!”
Ella se quedó ensimismada. La superestructura artificial que ella había construido con tanta perseverancia a través de los años se estremeció en sus cimientos. Cruzó sus manos en actitud de reverencia a Maharaj y solicitó su permiso para visitarlo todos los días que permanecería en Bombay.
“Serás bienvenida”, le dijo Maharaj.