38. Ser es Dios
Algo que notan visitantes diversos después de escuchar a Maharaj durante algún tiempo, es que rara vez emplea la palabra “amor” en su exposición de la verdadera naturaleza del hombre. De hecho, con frecuencia dice que no hay nada religioso o piadoso como tal en el proceso en el que se manifiesta lo inmanifestado.
Si un visitante preguntase a Maharaj específicamente si el amor tiene algún sitio en lo que él expone, sonreiría y haría a su vez una pregunta: “¿A qué te refieres realmente cuando usas la palabra “amor”? ¿Qué significado tiene para ti esa palabra?” Esta pregunta por lo general deja mudo al visitante, pues dicha palabra es uno de esos vocablos que se entienden de manera errónea sin remedio y que son mal empleados con facilidad.
En una situación así, Maharaj continuaría en estos términos: “¿Acaso no la palabra “amor” significa en esencia “necesidad” de alguna clase, pues tú amas a aquella persona o cosa que satisface tu necesidad? Sí, el amor entre el hombre y la mujer satisface la necesidad de cada uno ya se trate de una necesidad física, de compañía, o de cualquier otra clase. Cuando uno descubre que el otro no satisface ya más la necesidad, el “amor” de un principio se vuelve indiferencia y más tarde quizá “odio”. ¿Por qué, sobre todo en Occidente, cambian las parejas tan a menudo de compañero, sea que estén casados o no? Por la simple razón de que ya no parecen satisfacer las necesidades del otro como antes”.
Un visitante que quería proseguir profundizando en la cuestión, hizo algunas preguntas.
Visitante: Pero, maestro, ésta, definitivamente, es una visión muy pobre de la palabra “amor”. Sin duda habrá algo así como el amor impersonal o “universal”, ¿no?
Maharaj: ¡Ah! Especifiquemos de qué estamos hablando. ¿De un sentimiento, de una relación entre dos personas? Si es así, ¿puede el amor en verdad ser algo distinto del opuesto interrelacionado que es el “odio”, siendo ambos un sentimiento que una persona tiene por otra? Esta forma de relación sólo puede darse en una manifestación dualista sujeto-objeto. No obstante, si están pensando en términos de la inmanifestación noumenal, que es un estado de subjetividad total (sin pizca de objetividad), algo que sólo puede sugerirse mediante el pronombre Yo, la total unicidad, que sólo puede concebirse como un estado de plenitud, totalidad, santidad, no puede haber palabras adecuadas. Claro está que en un estado semejante sería por completo inconcebible una relación de amor-odio. ¿Una relación entre quiénes? Por consiguiente, si estás empleando la palabra “amor” para señalar el estado noumenal, esta palabra, al igual que cualquier otra, resulta del todo inadecuada.
Para ser honesto, no he considerado la cuestión tan a fondo, de manera tan escrupulosa. Lo que tenía en mente tal vez era lo que expresan las frases “Dios es amor”, o “La religión es amor”.
(Riendo) De nuevo, amigo mío, ¿qué son estas frases sino combinaciones de palabras basadas en el concepto de alguna persona a quien le gustaba y deseaba imponerlo a otros? Y los “otros” están más que dispuestos a aceptar cualquier concepto que les dé alguna clase de sustento moral. En tales casos el buscador se siente feliz y complacido con su posición de buscador. Se siente superior a los otros, “almas perdidas que desperdician su vida”. ¡Y en esta pose de “iluminada”, la persona se siente feliz de apoyarse en un concepto, basado en una combinación agradable de palabras que alimenta su ego de buscador!
Pero, Maharaj, las frases “Dios es amor” y “El que vive en el amor vive en Dios y Dios vive en él” fueron usadas por San Juan, un gran santo cristiano, quien, asimismo, se cree que fue un jñani.
No dudo que fuera un jñani. Pero, desafortunadamente, no parece haber habido una clara comprensión por parte de sus seguidores de lo que significaban estas bellas palabras para el sabio cristiano que las pronunció. Lo que quería decir San Juan no era ciertamente que “Dios” es una entidad objetiva, fenoménica, cuya naturaleza esencial es el amor.
Ahora bien, volvamos de nuevo a lo que te dije acerca de que la necesidad se encuentra en la base del amor. Piensa cuál es la posesión más preciada de cualquier ser sensible. Si este ser tuviera que elegir entre poseer toda la riqueza del mundo o su “condición de ser”, o “conciencia” (puedes darle cualquier nombre para aumentar los miles que ya se han acumulado), aquello que le proporciona el sentido de estar vivo y presente, y sin lo cual el cuerpo no sería más que un cadáver, ¿qué elegiría? Como es obvio, sin conciencia no tendría para él ninguna utilidad toda la riqueza del mundo. Esta existencia, esta presencia conciente que él es, es la cualidad de ser de todo ser sensible que hay sobre la tierra, el alma misma del universo entero, y, por lo tanto, esto-aquí-ahora, esta presencia conciente, no puede de hecho ser otra cosa que Dios. Esto es lo que uno ama más que ninguna otra cosa, pues sin ello no hay universo ni Dios. Esto, en consecuencia, es Dios-Amor —Presencia. Y obviamente San Juan estaba bien conciente de ello cuando dijo “Dios es amor...”. Es del todo claro que lo único que pudo haber querido decir es que él (Juan) y El (Dios) no eran distintos en tanto subjetividad pura, en tanto noúmeno. Así pues, aquel que se afianza en la presencia conciente que es Amor, que es Dios, “vive en Dios y Dios vive en él”.