45. No existe nada más que Yo
En repetidas ocasiones Maharaj afirma que no le interesa discutir sobre la ética, los códigos morales y las formas de conducta que prevalecen en la sociedad. Hay muchas otras personas con una formación especial y con el interés, además del tiempo, para discutir estas cuestiones de manera profunda y extensa. El evita por completo el tema, excepto, desde luego, en lo que respecta al deber que tenemos todos de obedecer totalmente la ley del país y a evitar dañar a alguien en forma deliberada con nuestras acciones. Aparte de esta norma mínima tan general y universalmente aceptada de conducta y moralidad, suele evitar cualquier discusión sobre puntos más específicos del tema, pues, como él dice, las normas y criterios morales y de conducta han ido cambiando conforme las épocas y las circunstancias. Tan sólo se ocupa de la naturaleza verdadera e inmutable del hombre mismo. Si uno logra comprender, aprehender su verdadera identidad, todo lo demás pierde su sentido e importancia porque todo pensamiento y acción subsecuente, al no fundarse en la dualidad, sería simple, directo, intuitivo y espontáneo.
Esta visión de Maharaj resulta en extremo difícil de aceptar, no sólo para los visitantes nuevos, quienes probablemente sienten que está eludiendo el punto central del problema de la vida, sino también para otros que lo han escuchado durante un periodo largo. Encuentran imposible de aceptar esta dicotomía. Sea cual sea la conclusión o convicción a la que uno llegue con respecto a su verdadera naturaleza, ¿cómo podría uno no prestar igual o incluso mayor atención a su relación y comportamiento con los otros seres humanos? De tal suerte, en cierta ocasión Maharaj expuso su punto de vista a este respecto y uno de los visitantes regulares, una mujer, no pudo contenerse de hacer una pregunta un poco mordaz: ¿Sería entonces correcto, Maharaj, que una persona que te escuchara con la mayor atención y comprendiese a la perfección lo que dices al grado de convertirse en un jñani, saliera después al mundo y fabricara una bomba atómica para usarla si así le place?
Maharaj respondió de inmediato: “Si hubieras al menos reflexionado con seriedad sobre este tema, teniendo en mente el hecho básico de que en un tiempo —digamos, hace cien años— no tenías deseos, necesidades ni problemas, habrías llegado por ti misma a la respuesta; y ésta sería que ¡la pregunta misma está mal concebida!
“Si, como dices, una persona comprende y acepta su verdadera identidad al grado de ser entonces un jñani, ¿no llegaría acaso a la conclusión de que todos los fenómenos, todos los seres sensibles, incluido él mismo como fenómeno, son sólo imágenes conceptuales en la mente, tan imaginarias como las que aparecen en sueños? ¿Pensaría alguien que ha tenido una apercepción profunda de esta verdad en preparar una bomba atómica, y mucho menos en usarla?
“Pero ésta es sólo una respuesta superficial para satisfacer al ignorante. Lo que debes averiguar es quiénes son estos “yo”, “tú” y “él” de los que hablamos, ¡que se supone hacen esto o aquello según su placer y su capricho! ¿Cómo te ves a ti misma? Ves tu cuerpo —o, en realidad, parte de él— y te identificas con él. Pero en el sueño profundo, o bajo el efecto de un sedante, no te identificas con este cuerpo. Lo que sucede es que percibes e interpretas la aparición de tu cuerpo en la conciencia exactamente de la misma forma en que lo hace cualquier otro observador. Tu propia interpretación de ti misma es tan ilusoria y efímera como lo son las de los otros, ¡aunque tal vez un poco más favorecedora! Lo que debe advertirse es que la sólida personalidad que crees que eres no es más que una apariencia en la conciencia. Lo que es más, la interpretación cambiará, y ha ido cambiando, de una época a otra. Cualquier pensamiento sobre ti, sea tuyo o de alguien más, es sólo un movimiento en la conciencia, tan sólo una imagen mental temporal. Esto es todo lo que tú eres. ¿Pero en verdad eso eres tú? ¿Sólo una imagen mental? ¿Existe realmente una imagen con la cual uno pueda identificarse como una entidad autónoma, independiente, inmutable y con elección para actuar?
“En términos relativos —fenoménicos— “tú” o “mí” no es otra cosa que una partícula de materia física concebida en una matriz y dentro de la cual estuvo latente la chispa de conciencia que es inmanente a la manifestación entera. Las innumerables formas de los fenómenos en realidad son todas objetos de la subjetividad absoluta, Yo, y la dualidad a través de un sujeto y un objeto es la base de la manifestación, en la cual cada objeto es lo “otro” para cualquier objeto que lo percibe en su calidad de supuesto sujeto. Ningún objeto particular tiene una existencia independiente como tal. Todos nosotros somos meras apariciones en la conciencia, conceptos en la mente, y cada uno de los seres sensibles no es más que la idea que tiene de sí mismo y las ideas que de él tienen aquellos a quienes considera “otros”.
“Si no tienes una existencia independiente, ¿cómo puedes actuar? ¿Actúas en realidad?, ¿o tan sólo reaccionas a un estímulo externo como marioneta? Si te sentaras en calma a ver lo que sucede, te darías cuenta en seguida de que nosotros en realidad no “vivimos”, sino que “somos vividos”; que la vida como tal no es otra cosa que lo que podría llamarse un funcionamiento aparente, aparente porque no es, de nueva cuenta, más que una aparición panorámica en la conciencia. Si no hay conciencia, como en el sueño profundo o bajo el efecto de un sedante, tampoco hay funcionamiento.
“Así pues, ¿en dónde entramos “nosotros” en todo este acontecer? ¡Esta es la broma más grande en esta comedia de Maya! “Nosotros” no sólo nunca hemos estado fuera de él, sino que el funcionamiento en su totalidad no es otra cosa que nosotros. Somos el todo, santo, noumenal, Absoluto, imperceptible para los sentidos y que sólo se conoce y percibe en la dualidad relativa como fenómeno manifestado. En términos fenoménicos, somos trascendencia en tanto Yo y, en términos nouménicos, inmanencia, dependiendo de cómo nos veamos a nosotros mismos. No existe otra cosa aparte de Yo, ni “mí”, ni “otro”. En la manifestación relativa, los fenómenos son conceptualizados en la conciencia como “mí”, y cada objeto, asumiendo una identidad subjetiva, conoce a los otros objetos como “otros”, aunque en términos nouménicos tan sólo existe el Yo subjetivo sin dualidad alguna.
“Volvamos ahora a tu bomba atómica. Si en verdad has podido apercibir esto, ¿es posible acaso que llegues a pensar otra vez que hay en la vida un villano con entidad autónoma e independiente que posee un enorme poder para el “mal”? ¿O que existe un avatar con un poder extraordinario para el “bien”? ¿Acaso son algo distinto de la partícula que fue concebida? Seguramente te darás cuenta de que “bien” y “mal” son sólo opuestos interdependientes, manifestaciones propias de la dualidad, apariencias que tienen lugar en la conciencia y representan sus respectivos papeles en ese funcionamiento total. De hecho la “esclavitud” no es otra cosa que creer en una entidad e identificarse con ella; y darse cuenta de que no puede existir ninguna entidad, independiente del funcionamiento total de Prajna, es la liberación inmediata”.