52. Progreso en la búsqueda espiritual

Maharaj siempre está dispuesto a resolver las dudas y dificultades de los que buscan la verdad y pide que le hagan preguntas. Todo el tiempo está diciendo que, en especial los visitantes extranjeros, que gastan tanto dinero y se toman tantas molestias para venir a verlo a la India, no deben desaprovechar su tiempo sentándose en silencio, sino que deben hacerle preguntas pertinentes. Si en realidad no tienen preguntas que hacer, dice él, quiere decir que han tenido ya la apercepción de la Verdad, ¿para qué gastar su tiempo, por qué no regresar a casa? Si, por otro lado, hay alguna cuestión que no esté del todo clara, su elucidación debe buscarse aquí, en este momento. “Pero —advierte— no hagan preguntas como un ser humano que está centrado en un objeto fenoménico. Recuerden, no estoy hablando a entidades individuales, es la conciencia hablando a la conciencia sobre ella misma”.

Uno de los visitantes extranjeros, que había estado yendo a ver a Maharaj durante algún tiempo, fue el primero en preguntar con cierta reserva: “Quizás hable desde el punto de vista de una identidad cuerpo-mente, pero hay una pregunta, un problema, que me ha inquietado por tanto tiempo que no puedo contenerme más de plantearlo. He hablado sobre él con algunos de los buscadores que vienen aquí y sé que tienen el mismo problema. Sin embargo, no estoy hablando por ellos sino por mí mismo. El problema es éste: ¿Cómo saber si en la búsqueda espiritual hay algún progreso? En ocasiones, sobre todo cuando estoy meditando, tengo un chispazo de lo que estoy buscando, pero sólo un chispazo y en muy contadas ocasiones. ¿Cómo saber si estoy progresando?”

Maharaj comprendió la sinceridad y la seriedad con la que el visitante había hecho la pregunta, pero, a pesar de su simpatía hacia él, no pudo ocultar la frustración que sintió. Se sentó sin moverse por un rato, tal vez para superar el enervante efecto combinado de su enfermedad y la angustia mental que le produjo escuchar la pregunta. Entonces comenzó a hablar en forma apacible, con más pesar que enojo:

“¡Creo que debería dejar de hablar y poner un letrero que lo diga! Me doy cuenta de que muchos de ustedes vienen aquí por costumbre solamente y por tener una nueva experiencia de la que algún amigo les ha hablado. En realidad no escuchan. Si lo hicieran, esta duda no les surgiría. Y si les surgiera, fácilmente podrían resolverla por sí mismos, en caso de que me hayan escuchado con atención y hayan comprendido lo que he estado diciendo. Descubro, en cambio, que esta pregunta inquieta a muchos de ustedes.

“El problema tiene que ver en apariencia con el “progreso”. Ahora bien, ¿quién va a hacer un progreso, y un progreso hacia qué? Les he dicho en repetidas ocasiones, hasta el cansancio, que ustedes son la Presencia Conciente, la conciencia que anima y da sensibilidad a los objetos fenoménicos; que no son un objeto fenoménico, los cuales son simples apariencias en la conciencia de quienes los perciben. ¿Cómo podría una “apariencia” hacer algún “progreso” hacia un objetivo? Por otra parte, en lugar de permitir que esta apercepción básica impregne su ser, lo que ustedes hacen es aceptarla simplemente como una tesis ideológica y hacen la pregunta: ¿Cómo puede una apariencia conceptual saber si ha logrado algún progreso conceptual en su liberación conceptual?”

Maharaj tomó en su mano una caja de cerillos y la sostuvo. Preguntó: “¿Esto es ustedes? Desde luego que no. ¿Se necesita tiempo para comprenderlo? La apercepción de este hecho es inmediata, ¿o no? Entonces, ¿por qué había de tomarles tiempo apercibir que ustedes no son el objeto fenoménico que es el cuerpo y la mente? Recuerden que ustedes son la conciencia que anima y da sensibilidad a los objetos fenoménicos. Comprendan, por favor, que la apercepción es anterior a la llegada de la conciencia, que es la base del intelecto. La apercepción no es cuestión de práctica gradual. Sólo puede suceder por sí misma, de manera espontánea, no existen etapas a través de las cuales se logre un avance deliberado. No hay “alguien” que progrese”.

Uno se pregunta: ¿no podría ser que el signo más cierto de “progreso” —si no se puede abandonar el concepto— sea una carencia total de interés en cuanto al “progreso” y una ausencia también completa de ansiedad por algo como la “liberación”, una especie de “vacío” en nuestro ser, un relajamiento, un abandono no volitivo a cualquier cosa que pueda suceder?