44. Jugar a la meditación
Un día, un visitante nuevo expuso un problema poco ordinario. Tiempo atrás, cierto swami había organizado un curso intensivo de meditación de diez días. Este visitante no tenía ningún interés particular en la meditación, ni una meta específica al meterse a este curso, sino que lo había hecho porque algunos de sus amigos, quienes tenían mucho interés en el curso, querían que se uniera a ellos y él podía permitirse dejar un tiempo largo los negocios. Forma parte de su carácter y de su temperamento, según dijo, dedicar toda su atención, con determinación firme, a todo lo que emprende. Así pues, una vez que comenzó el curso de meditación, se dedicó en cuerpo y alma a él e hizo con toda conciencia lo que se le pidió. El resultado fue que en cierto momento, hacia el final del curso, él tenía una sensación clarísima de estar separado de su cuerpo y todo el mundo le parecía como un sueño. Y ese sentimiento había persistido desde entonces. Era, según dijo, una sensación nada desagradable. Por el contrario, le dio un peculiar sentido de libertad. Pero, añadió, había un verdadero problema: ¿cómo debía vivir en este mundo de sueño y al mismo tiempo continuar sus negocios y ganarse la vida?
Como es habitual, esto se le tradujo a Maharaj al marati, e incluso antes de que pudiera terminarse de hacer la traducción, fue claro que había comprendido el problema y había una expresión de gravedad desacostumbrada en su rostro. Permaneció inmóvil durante algunos momentos y entonces comenzó a hablar:
“La meditación no es algo en lo que uno pueda interesarse superficialmente como un experimento o un entretenimiento, sólo para ver qué sucede. Requiere una cierta preparación. La conciencia es la base de toda manifestación del mundo fenoménico. No hay poder mayor sobre la tierra que la conciencia, y es posible prever las consecuencias que puede tener jugar con ella. Si la psique no está preparada para enfrentar las consecuencias, podría haber serios problemas en el nivel mente-cuerpo, por la simple razón de que no habría una preparación en cuanto a desidentificarse del cuerpo. ¿Qué sucedería si un rayo con una gran carga eléctrica fuera lanzado sobre un receptor que no tiene la fuerza suficiente para recibirlo?”
Maharaj se dirigió después directamente a este visitante y le sugirió que asistiera a sus pláticas por lo menos durante quince días. Desafortunadamente éste tenía que regresar a su ciudad casi de inmediato. Maharaj, sintiendo una obvia compasión por él, le dijo que en tal caso sólo podía sugerirle que leyera Yo soy Eso y que recordara esta visita tan a menudo como pudiera y reflexionara sobre el encuentro que había tenido con él. “Recuerda —le dijo—: un recuerdo de lo que soy es el conocimiento de lo que tú eres”. Y añadió: “Puedes ver el universo entero como un sueño. Pero en tanto exista un “tú” que vea este sueño como si fuera una entidad separada, te encontrarás en problemas. Poco a poco, esperemos, te llegarás a dar cuenta de que tú también eres un personaje de sueño en este sueño viviente, un elemento más y no alguien aparte e independiente de él. Entonces estarás bien”.