16. Vino a burlarse y..

Cuando uno participa en los diálogos entre Maharaj y sus visitantes durante cierto tiempo, se queda asombrado por la diversidad de preguntas que se plantean, muchas de ellas terriblemente ingenuas, y de la espontaneidad y soltura con que de Maharaj surgen las respuestas. Tanto las preguntas como las respuestas se traducen con tanta exactitud como es posible. Las respuestas de Maharaj en marati, que es la única lengua que él domina, naturalmente se basan en los términos del marati que se usan en la traducción de la pregunta. En sus respuestas, empero, Maharaj hace un uso muy hábil de las palabras del marati empleadas en la traducción de la pregunta, ya sea con juegos de palabras o con ligeros cambios en las palabras mismas, dando lugar a interpretaciones que algunas veces son por completo distintas del sentido que tienen rutinariamente. El significado preciso de tales palabras no podría nunca mostrarse en ninguna traducción. Maharaj admite en forma abierta que por lo general hace un uso claro y directo del marati con el fin de poner de manifiesto el nivel mental del consultante, así como el propósito y el condicionamiento que subyacen en su pregunta. Si el consultante toma la sesión como un entretenimiento, aunque sea de nivel superior, Maharaj está dispuesto a unirse a la diversión, a falta de algo mejor y de mejor compañía.

Ocasionalmente, entre los visitantes hay un tipo poco habitual de personas que tienen un intelecto muy penetrante, pero con un escepticismo devastador. Presumen de tener una mente abierta y una incisiva curiosidad intelectual; quieren ser convencidas y no sólo engatusadas con las palabras vagas y confusas que a menudo ofrecen en sus discursos los maestros religiosos. Maharaj, desde luego, reconoce al momento a este tipo de personas y la conversación toma enseguida un tono de mordacidad que lo deja a uno pasmado. La percepción intuitiva que hay tras las palabras de Maharaj simplemente suprime las sutilezas metafísicas planteadas por estos intelectuales. Uno se maravilla del hecho de que un hombre que ni siquiera ha tenido el beneficio de una educación formal, pueda demostrar más talento que una partida de pedantes eruditos y agnósticos escépticos que se creen invulnerables. Las palabras de Maharaj son siempre lúcidas y estimulantes. Nunca cita autoridad alguna de los textos sagrados en sánscrito, ni de ninguna otra lengua. Si algún visitante cita un verso del Gita, por conocido que éste sea, Maharaj tiene que pedir que se le traduzca al marati. Su percepción intuitiva no necesita apoyarse en las palabras de ninguna otra autoridad. Sus propios recursos internos son en verdad ilimitados. “Todo lo que digo —afirma Maharaj— se sostiene por sí mismo, no precisa de apoyo alguno”.

Uno de los asistentes asiduos a las sesiones llevó con él en una ocasión a un amigo suyo, al que presentó a Maharaj como un hombre con un intelecto muy agudo, que no daba nada por sentado y que solía cuestionarlo todo antes de aceptarlo. Maharaj dijo que se sentía feliz de que estuviera ahí. El nuevo visitante era profesor de matemáticas.

Maharaj sugirió que tal vez sería mejor para ambos tener una conversación sin supuestos de ninguna clase, desde el nivel elemental. ¿Le agradaría que así fuera? Al visitante debe de haberle parecido una agradable sorpresa este ofrecimiento y dijo estar encantado con la sugerencia.

Maharaj: Bien, dime, tú que estás sentado frente al aquí y ahora, ¿exactamente qué crees que eres “tú”?

Visitante: Soy un ser humano de sexo masculino, cuarenta y nueve años, con determinadas dimensiones físicas y con ciertas esperanzas y aspiraciones.

¿Qué imagen tenías de ti mismo hace diez años? ¿La misma que ahora tienes? ¿Y cuando tenías diez años? ¿Y cuando eras muy pequeño? ¿Y cuál incluso antes de todo esto? ¿Acaso ha cambiado la imagen que de ti tienes a cada momento?

Sí, lo que he considerado como mi identidad ha ido cambiando con el tiempo.

Y, sin embargo, ¿no hay algo que al pensar en ti mismo, en el fondo no haya cambiado?

Sí, lo hay, aunque no puedo especificar qué es con precisión.

¿No es acaso el simple sentido de ser, el sentido de existir, de presencia? ¿Existiría para ti tu cuerpo si no fueras consciente? ¿Habría para ti un mundo? ¿Podrías entonces tener alguna duda en cuanto a Dios o el Creador?

En verdad esto es algo sobre lo que tendría que reflexionar. Pero dime, por favor, ¿cómo te ves a ti mismo?

Yo soy este yo-soy o, si lo prefieres, soy ese yo-soy. Lo siento, pero no entiendo.

Cuando dices “Creo que entiendo”, estás en un completo error. Cuando dices “No entiendo”, eso es absolutamente cierto. Te lo explicaré de manera más simple: yo soy la presencia conciente; no este o aquel individuo, sino la Presencia Conciente en sí.

¡Otra vez estuve a punto de decir “Creo que entiendo”! Pero tú acabas de decir que es erróneo. ¿No estarás tratando de confundirme deliberadamente?

Por el contrario, te estoy diciendo cuál es la situación correcta. De modo objetivo, yo soy todo lo que aparece en el espejo de la conciencia. Absolutamente, Yo soy Eso. Soy la conciencia en la que el mundo aparece.

Lo siento, no logro ver eso. Todo lo que puedo ver es lo que aparece ante mí.

¿Serías capaz de ver lo que aparece ante ti si no fueras conciente? No. ¿No es, por lo tanto, toda existencia puramente objetiva, puesto que tú existes sólo en mi conciencia, como yo sólo en la tuya? ¿Acaso no es claro que la experiencia que tenemos uno de otro se limita a un acto de cognición de la conciencia? Para decirlo de otro modo, lo que nosotros llamamos nuestra existencia, ¿acaso no es más que algo que ocurre en la mente de alguna otra persona y, por consiguiente, sólo conceptual? Reflexiona sobre este punto también.

¿Estás tratando de decirme que somos simples fenómenos en la conciencia, fantasmas en el mundo? ¿Y qué pasa con el mundo en sí? ¿Y todos los sucesos que acontecen?

Piensa en lo que te he dicho. ¿Puedes encontrar algún error en ello? El cuerpo físico, con el que uno por lo general se identifica, es sólo la estructura física para el Prana (la fuerza vital) y la conciencia. ¿Qué es el cuerpo físico sin el Prana y la conciencia? ¡Tan sólo un cadáver! El individuo aparece únicamente porque la conciencia se ha identificado de manera errónea con su revestimiento físico, con el aparato sicosomático.

Bueno, tú y yo, desde luego, somos individuos separados que tienen que vivir y trabajar al igual que otros millones de seres humanos. ¿Cómo me ves tú a mí?

Te veo en este mundo exactamente como te ves a ti mismo en tus sueños. ¿Te satisface eso? Durante el sueño, mientras tu cuerpo descansa sobre la cama, tú creas todo un mundo, paralelo al que llamas “real”, en el cual hay personas, incluyéndote a ti.

¿Cómo te ves a ti mismo en tus sueños? En el estado de vigilia, surge el mundo y tú entras en lo que yo llamaría un estado de vigilia soñada. Mientras estás soñando, el mundo que sueñas se te aparece como verdaderamente real, ¿o no? ¿Cómo sabes que este mundo al que llamas “real” no es también un sueño? Es un sueño del cual debes despertar mirando lo falso como falso, lo irreal como irreal y lo que es pasajero como tal; esto sólo puede “existir” en el espacio-tiempo conceptual. De modo que, después de este “despertar”, te encontrarás en la Realidad. Es entonces cuando ves al mundo “viviente” como un sueño fenoménico en la periferia de la percepción sensorial y en el espacio-tiempo un aparente libre albedrío.

Ahora bien, con respecto a lo que llamas individuo: ¿Por qué no examinas este fenómeno de manera analítica, con la mente abierta, claro está, abandonando todo condicionamiento mental e idea preconcebida que puedas tener? Si lo haces, ¿qué hallarás? Que el cuerpo es simplemente un aparato físico para la fuerza vital (Prana) y para la conciencia, el cual constituye una especie de máquina sicosomática, y que este “individuo” no hace más que responder a estímulos externos y producir interpretaciones e imágenes ilusorias. Y, por otro lado, que este ser sensible individual ¡sólo puede “existir” como un objeto en la conciencia que lo conoce! Es tan sólo una alucinación.

¿Quieres decir realmente que no ves ninguna diferencia entre un sueño soñado por mí y mi existencia en este mundo?

Has tenido ya bastante con esto para cavilar y meditar al respecto. ¿Estás seguro de que quieres que continúe?

Estoy acostumbrado a largas sesiones de estudio y no dudo que tú también. De hecho, sería más gratificante para mí si podemos continuar y llevar esto a su conclusión lógica.

Muy bien. Cuando has estado en sueño profundo, ¿existe para ti el mundo fenoménico?, ¿puedes imaginar de manera intuitiva y natural tu estado prístino —tu ser original— antes de que entrara en ti esta condición de cuerpo-conciencia, sin que tú lo pidieras, por sí sola? ¿Eras conciente de tu “existencia” en este estado? No, ciertamente.

La manifestación universal ocurre sólo en la conciencia, pero el “iluminado” tiene en el Absoluto su centro de visión. En el estado original de ser puro, no hay conciencia de esta cualidad de ser, la conciencia surge como una onda en el agua y el mundo aparece y desaparece en la conciencia. Las olas se levantan y caen, pero la extensión de agua en la que aparecen permanece. Antes de todo principio, después de todo fin, yo soy. Suceda lo que suceda, “yo” debo estar ahí para ser testigo de ello.

No es que el mundo no “exista”. Existe de hecho, pero solamente como una apariencia en la conciencia: la totalidad de lo conocido manifestado en la infinitud de lo no conocido, de lo no manifestado. Lo que comienza debe terminar. Lo que aparece debe desaparecer. La duración de la apariencia es algo relativo, pero el principio es que todo lo que está sujeto al tiempo debe tener un fin y, por lo tanto, no es real.

¿Puedes darte cuenta ahora de que en este sueño viviente tú estás aún dormido, que todo lo cognoscible está contenido en esta fantasía que es la vida, y que aquel que al conocer este mundo objetivado se considera una “entidad” aparte con respecto a la totalidad que conoce, en realidad es parte integral de ese mismo mundo hipotético?

Considera también lo siguiente: parecemos estar convencidos de que vivimos nuestra propia vida, de conformidad con nuestros deseos, esperanzas y ambiciones, conforme a nuestro propio plan y designio a través de nuestros esfuerzos individuales. Pero, ¿es en realidad así?, ¿o estamos siendo soñados y vivimos sin voluntad, como si sólo fuésemos títeres, exactamente como en el sueño de alguien más? ¡Considéralo! No olvides nunca que así como existe el mundo, aunque como una apariencia, las imágenes soñadas, de cualquiera de los dos sueños, también deben tener cierto contenido: son el tema del sueño. Esta es la razón por la que digo: Relativamente, “yo” no soy, sino que el universo manifestado es yo mismo.

Creo que estoy comenzando a captar la idea general.

¿Acaso pensar no es en sí una noción de la mente? El pensamiento está ausente cuando se ven las cosas de manera intuitiva. Cuando piensas que entiendes, o crees entender, no es así. No hay pensamiento cuando se percibe en forma directa. Tú sabes que estás vivo; tú no “piensas” que estás vivo.

¡Dios mío! Esto que expones parece ser una nueva dimensión.

Bueno, no sé si es una nueva dimensión, pero lo has expresado bien. De hecho podría decirse que la dimensión toma una nueva dirección, un nuevo centro de visión, en la medida en que, evitando el pensamiento y percibiendo de manera directa las cosas, se evita la conceptualización. En otras palabras, viendo con la mente total, de manera intuitiva, desaparece el observador aparente y la visión pasa a ser lo visto.

El visitante se puso entonces de pie y presentó sus respetos a Maharaj con mucha mayor devoción y sumisión que la que mostró a su llegada. Buscó los ojos de Maharaj y sonrió. Cuando Maharaj le preguntó por qué sonreía, dijo que había recordado un refrán inglés que dice: “¡Vinieron a burlarse y se quedaron a orar!”