34. La identidad inmaculada
Al inicio de una sesión, Maharaj preguntó: “¿De qué hablaremos hoy?” La mayoría de los presentes habían asistido antes a muchas sesiones y sabían que, en general, Maharaj es quien elige el tema de las conversaciones. Esta vez tampoco había mucho de dónde elegir, pues, como Maharaj mismo ha dicho muchas veces, él habla de un solo tema: la naturaleza o identidad, verdadera del hombre. Así pues, uno de los visitantes le preguntó si había algo de lo que se pudiera echar mano para mantenernos todo el tiempo concientes de nuestra verdadera identidad.
Maharaj se rió y dijo que ése era justamente el problema: “¡"Alguien” quiere “algo” de qué “echar mano” para conseguir alguna cosa! ¿No puedes comprender que esta idea es por completo equivocada? Si tan sólo pudieras verlo, te darías cuenta de que en realidad es muy simple. Me temo, no obstante, que la forma habitual de ver no puede ayudarte. El tipo de visión ordinaria —aquella en que el observador ve algo— es del todo inadecuada. Se necesita un tipo de visión muy especial, una visión intuitiva, una “visión interior”, en la cual ¡no hay un sujeto que vea, ni algo que sea visto!
“No —continuó—, no estoy tratando de confundirlos. El tema mismo es así: sin sustancia y, no obstante, ¡tan total y fecundo que ningún otro tema puede tener valor a su lado! Yo podría, con todo, darles una fórmula de la cual puedan echar mano, mas sólo puede ayudarles si recuerdan lo que les he dicho con respecto a la visión interior. Si únicamente la aceptan como una fórmula, no tendrán otra cosa que las palabras del mantra, pero no su sentido; o quizá el significado del mantra, pero no su poder. El verdadero propósito de la fórmula, o el Mahavakya, es ofrendar la visión a Brahmán.
“Recuerden siempre la identidad perfecta de esto-que-soy y aquello-que-parezco-ser. No olviden ni por un momento que lo inmanifestado y la manifestación, el noúmeno y el fenómeno, el Absoluto y lo relativo no son diferentes. La manifestación no es una creación de lo inmanifestado, sino su reflejo tan sólo, una expresión de él. En otras palabras, no existe ninguna dualidad inherente entre sujeto y objeto; de hecho, ningún objeto podría siquiera existir por un momento sin su sujeto y viceversa. Esto-que-soy (noúmeno) obviamente trasciende lo-que-parezco-ser (fenómeno), pero también es inmanente a él. Existe una identidad inseparable entre el noúmeno y sus fenómenos.
“¿Qué es lo que sucede en la manifestación? En términos del noúmeno, Yo soy (aunque no sea conciente de ello) y no dejo ni por un momento de ser esto-que-soy. Mientras que en términos fenoménicos, ni soy ni no soy, pues todos los objetos son meras apariencias en la conciencia, imágenes en un espejo. En realidad, cualquier cosa particular que uno pueda conocer no puede ser más que una apariencia en la conciencia y no puede tener ninguna otra existencia como tal. ¿Y qué es la conciencia? “Yo” soy la conciencia. Tan pronto como aparece el pensamiento) soy, “la mente” (que no es otra cosa que el contenido de la conciencia) da comienzo al proceso de objetivación; y esto sólo puede hacerlo por medio del concepto de dualidad, la separación teórica entre sujeto y objeto en contrapartes y opuestos interrelaciona-dos, como el placer y el dolor. Durante este proceso, el Yo puramente subjetivo permanece, noumenal e intemporalmente, indiviso, íntegro, puro y eterno como siempre. En la conceptualización, empero, tienen que darse dos nociones para que las apariencias, los objetos, sean cognoscibles, nociones sin las cuales éstos no podrían ser percibidos sensorialmente; necesitan, para poder ser conocidos, que se les dé forma o volumen en el espacio, y duración en el tiempo.
“Si pudieran permanecer anclados en la identidad perfecta entre el noúmeno y los fenómenos, la cual constituye su potencialidad total, no podría existir razón alguna para la esclavitud ilusoria de la que desean ser liberados. Comprendan esto de manera cabal. Su idea de esclavitud es sólo la ilusión de que son entidades autónomas, sujetas a la temporalidad y a las causas y efectos del karma. Con todo, si han apercibido su identidad básica y esencial con la intemporalidad, no podrán dejar de percibir que el elemento espacio-tiempo (fundamento de la noción de causa y efecto kármicos y de la esclavitud que trae consigo) no es, en esencia, más que una invención cuyo fin es hacer posible la percepción sensorial de los fenómenos y que no puede, por lo tanto, ser independiente como causa de esclavitud.
“Una vez más, entonces: la manifestación relativa el mundo no es “ilusoria “ en tanto que es expresión del Absoluto Inmanifestado, que es inmanente a ella; lo que sí es ilusorio es la identificación errónea que hacen de ustedes mismos con un fenómeno particular. Recuerden: la sombra no puede ser sin la sustancia, pero la sombra no es la sustancia”.