25. ¿Qué somos realmente?

En las charlas de Maharaj es costumbre esperar pacientemente a que él comience la discusión. Algunas veces inicia una conversación sobre un tema específico, y, otras, se sienta en silencio con los ojos cerrados por un rato, y después comienza a murmurar suavemente o, quizá, a pensar en voz alta. Entonces, puede ser que desde un principio pregunte a los visitantes si tienen alguna pregunta. En ocasiones, no con demasiada frecuencia, sucede que hay un visitante que está en extremo ansioso de plantear una pregunta particular acerca de un problema específico. Maharaj parece sentir la impaciencia del visitante, lo mira directamente, aun cuando se encuentra sentado en la última fila, y le pregunta si desea consultarle algo. Una mañana, cuando Maharaj preguntó si había preguntas, un visitante levantó la mano y comenzó a hablar. Dijo:

“Maharaj, tengo una duda que me produce tal desconcierto que me siento en las últimas. He leído bastante acerca de la filosofía Advaita, sus principios básicos en verdad me han impresionado muy profundamente. Diversos maestros me han dicho en repetidas ocasiones que a no ser que abandone el concepto de mi entidad independiente, no puedo conseguir la liberación. Acepto de todo corazón que quien cree en el concepto de dualidad —yo y lo otro— es alguien que se encuentra “esclavizado”, pero se me ha dicho también que nadie puede ser “esclavo”, ¡pues todos han sido siempre libres! Me resulta difícil comprender esta posición contradictoria. No puedo “hacer” nada porque se supone que no existe “entidad” alguna; ¿Cómo continuar entonces en este mundo? Por favor, Maharaj, no se trata de una pregunta frívola, académica. Estoy muy interesado y el problema me está volviendo loco. ¿Qué somos realmente?”

Maharaj fijó su luminosa mirada en los ojos del visitante, que para entonces se habían llenado de lágrimas. Respiró profundamente y se sentó durante un rato con los ojos cerrados, en una postura que debe de haber infundido en el corazón del consultante una sensación de paz. Cuando Maharaj abrió los ojos, pudo ver al visitante sentado en calma, con los ojos cerrados. Después de unos momentos, cuando los abrió, se encontró con la sonrisa que le ofrecía Maharaj.

“Bien —dijo Maharaj—, ¿en qué pensabas durante estos pocos minutos?” La respuesta fue: En nada. “Esa —dijo Maharaj— es la respuesta: Nada. ¿A qué te referías exactamente al decir “nada”? ¿Quisiste acaso decir que la conceptualización, que todo el tiempo tiene lugar en la conciencia, cesó por un momento, como sucede cuando te encuentras en sueño profundo? ¿No te parece que la culpable es la conciencia, que es el origen de toda conceptualización? ¿No te parece que el problema ha sido creado en la conciencia, conocido en la conciencia, y que esta misma conciencia es la que intenta comprender su propia naturaleza? ¿No te parece, en consecuencia, que te resultaría virtualmente imposible comprender en términos conceptuales lo que realmente somos? ;

“Pasemos ahora a ocuparnos de nuestro problema. Tú empleaste la palabra “realmente”; ¿qué somos “realmente”? La gente suele emplear la palabra “real” para aludir a algo que es perceptible por medio de los sentidos. El cuerpo es perceptible por medio de los sentidos» pero ¿es el cuerpo “realmente” tú? Debemos usar las palabras de modo correcto, a pesar de todas sus limitaciones. Consideremos “real” lo que es perceptible por medio de los sentidos, pero toda “cosa” concebible que sea sensorialmente perceptible debe pasar por una interpretación de la mente antes de ser conocida. Y todo lo que es conocido así obviamente no es masque una apariencia en la conciencia del que conoce. Si todo lo que es perceptible por medios sensoriales es tan sólo una apariencia, ¿dónde radica entonces la realidad de la forma física que parece tan “real” y tangible?

“¿No deberíamos entonces ir más atrás —al menos conceptualmente—, hasta llegar al estado que prevalecía antes de que apareciera esta forma física, este aparato sicosomático, incluso antes de que esta forma fuera concebida? Si te pidiera que me dijeras algo acerca de tu estado anterior a que fueras concebido en el vientre de tu madre, tu respuesta tendría que ser necesariamente “No sé”. Ese Yo que no tiene conocimiento de ese estado (el Yo que, de hecho, nada sabía antes de que apareciera la conciencia), es lo que realmente somos —el Absoluto, el noúmeno, el ser imperceptible, ilimitado, atemporal— ; mientras que lo que en apariencia somos en tanto objetos separados es relatividad, fenomenalidad, finitud, temporalidad y perceptibilidad a través de los sentidos. “El estado de no manifestación, el noúmeno, es tal que en él nosotros (aunque, estrictamente hablando, no debería Ser “nosotros” sino Yo) no tenemos conocimiento siquiera de nuestra existencia. Cuando nos hacemos concientes de que “somos”, no prevalece más el estado de unicidad, pues la dualidad es la esencia misma de la conciencié. La manifestación de aquello-que-somos en tanto fenómenos implica un proceso de objetivación, el cual se basa necesariamente en una división entre un sujeto, que es el que percibe o conoce, y un objeto que es percibido o conocido.

“Lo interesante de este proceso de objetivación es que necesariamente tiene lugar en la conciencia, que es la fuente de toda conceptualización y, por consiguiente, los llamados sujeto-cognoscente y objeto conocido son ambos, en realidad, objetos fenomenalizados en la conciencia, lo mismo que las imágenes de un sueño. Empero, ese objeto cognoscente (que conoce al objeto-conocido) asume la identidad de sujeto como si de una entidad separada se tratará —un “yo”— y da al objeto conocido una identidad cotí la cual lo concibe como “otro”. Así es como nace el concepto de “individuo” a partir de una ilusión, del poder de Maya, o como quiera llamársele.

“Una vez que ocurre esta identificación con una supuesta entidad separada, el concepto de dualidad se extiende y el condicionamiento se hace más fuerte. Esta entidad-sujeto separada se erige entonces en juez para analizar y criticar los diversos objetos y aparece así el esquema entero de opuestos interrelacionados: bien y mal, grande y pequeño, lejos y cerca, dando lugar a la condena y la aprobación.

“El Sustrato de la creación completa de este universo fenoménico es, desde luego, el concepto de espacio-tiempo. El espacio es necesario para la objetivación y el tiempo para medir la duración de esta extensión en el espacio. ¿Cómo podrían sin el espacio haber adquirido forma los objetos para ser visibles y cómo podrían, sin el tiempo (la duración de la apariencia), ser percibidos?”

Maharaj preguntó entonces al visitante: “¿Has obtenido la respuesta a tu pregunta?”

El visitante, quien escuchaba con profunda atención, como si estuviese hipnotizado, de pronto se dio cuenta de que Maharaj le había hecho una pregunta. Estaba tan agobiado por la enseñanza que le había sido comunicada, que por un rato no pudo decir una sola palabra, parecía sumido en el acto puro de escuchar que elude las palabras. Se hallaba en armonía con Maharaj.

Maharaj continuó: “Si has podido tener una apercepción de lo que he dicho, debes ser capaz de decir con exactitud cómo y en que momento surge la llamada esclavitud y a quién daría. Es necesario tener una comprensión muy clara de esto. La manifestación de los fenómenos no es sino el movimiento, do la conciencia, donde no hay posibilidad alguna de una entidad individual. Todos son objetos, imágenes de un sueño que se mueven de conformidad con sus respectivos papeles. Nuestras miserias únicamente surgen por la aceptación de cierta responsabilidad al “adjudicarnos” nuestros respectivos papeles soñados como nosotros mismos, al identificar lo-que-somos con el sujeto-cognoscente en el proceso de objetivación. Es esta identificación ilusoria y por completo innecesaria lo que provoca la “esclavitud” y toda la miseria resultante para el individuo ilusorio.

“Una vez más: Lo-que-no-somos es sólo un concepto y este concepto está buscando lo-que-somos. El condicionamiento —el equívoco— sólo puede eliminarse mediante una comprensión adecuada de lo-que-somos y de lo-que-no-somos. Entonces será claro que la “esclavitud” y el “individuo” que la sufre son ambos simples conceptos y que lo-que-somos, el noúmeno, sólo puede manifestarse como fenomenalidad total. Hallarás paz —o, más bien, ella llegará— cuando haya una apercepción de que lo que estamos buscando no puede ser hallado, por la simple razón de que lo que se busca y aquello que busca ¡son una y la misma cosa!”

El visitante siguió sentado con las manos cruzadas, los ojos cerrados y lágrimas cayendo por sus mejillas. Se encontraba en un estado de éxtasis silencioso más elocuente que las palabras.