Nota del editor
Descubrir un nuevo autor de auténtica valía es como descubrir un planeta o una estrella nuevos en la ilimitada extensión del firmamento. Mientras escribo estas líneas puedo imaginar lo que debió de haber sentido William Herschel al descubrir Urano.
Ramesh S. Balsekar, el autor de este libro, es una nueva y centelleante luminaria que ha adornado el firmamento misterioso de la literatura esotérica de calidad, si bien él es bastante indiferente con respecto a su propio brillo. Cuando, después de una rápida mirada a algunos de los capítulos de su manuscrito, el cual me había hecho llegar un amigo mutuo, me entrevisté con él y le dije cuan gratamente impresionado me sentía, él fijó en mí una mirada vacía. No soy escritor, dijo; no escribí esto para publicarlo, sino a fin de lograr una clara comprensión de la enseñanza de mi Maestro, como una guía para mí mismo y para deleite propio. No fue fácil convencerlo de que lo que escribió para su gozo podría deleitar a miles más si se publicaba como libro. Me escuchó sin responder, con una sonrisa enigmática en los labios y una actitud afable, aunque del todo reservada.
De sesenta años en apariencia, muy bien conservado para su edad, Balsekar es de tez blanca, bastante apuesto y amable, pero de naturaleza más bien taciturna. Cuando decide hablar, lo hace con la circunspección y lejanía propias de un presidente de banco que conversa con un solicitante de crédito. Más tarde me sentí muy intrigado al saber que, efectivamente, en verdad había sido banquero, y se había retirado siendo el ejecutivo más alto de uno de los principales bancos de la India.
Por supuesto, como solicitante de crédito resulté ser una persona bastante tenaz, pues logré que Balsekar me confiara su manuscrito por unos cuantos días para mi iluminación personal, como persona interesada en la enseñanza de Maharaj. Y conforme fui leyendo el libro, descubrí que sobrepasaba mis mejores expectativas. De modo que no perdí tiempo en llamarlo y le ofrecí publicar la obra. Después de un breve silencio, y de manera más bien despreocupada, expresó su consentimiento.
Leí nuevamente todo el manuscrito, con gran cuidado, como un lector profundamente interesado, tratando de mantener al margen mis inclinaciones editoriales. Mientras continuaba leyendo, experimenté por un instante mi verdadera identidad como algo distinto de lo que pienso que soy o parezco ser. Nunca antes había tenido una experiencia semejante. Hace algunos años, cuando tuve la buena fortuna de editar y publicar una serie de conversaciones de Sri Nisargadatta Maharaj tituladas I am That, sentí el impacto de su originalidad creativa y de su razonamiento socrático, pero entonces no tuve siquiera un breve atisbo de la Verdad, de la Realidad, o de mi verdadera identidad, como ahora. La razón es que Balsekar no se limita en su escrito a repetir simplemente las palabras de Maharaj, sino que las interpreta con gran penetración, lucidez y una profunda comprensión. Escribe con una fuerza y autoridad intrínsecas cuya fuente es Maharaj mismo, por así decirlo. No argumenta; anuncia. Sus aseveraciones tienen la naturaleza de revelaciones en nombre del Maestro.
Nunca visité con regularidad a Maharaj, pero sí asistí a sus pláticas con bastante frecuencia, siempre que mis ocupaciones me permitían un tiempo libre. Un asiduo devoto de Maharaj, de nombre Saumitra Mullarpattan, quien es igualmente versado en marati e inglés, solía actuar como intérprete. En un par de ocasiones, sin embargo, encontré llevando a cabo esta tarea a una persona desconocida para mí que me impresionó por el tono de autoridad con que comunicaba las respuestas de Maharaj a los consultantes. Se sentaba con los ojos cerrados y transmitía las sabias palabras de Maharaj con la determinación característica del Maestro. Fue como si Maharaj mismo, para variar, estuviese hablando en inglés.
Cuando pregunté, me dijeron que el intérprete era un devoto nuevo de Maharaj, de nombre Balsekar. Al final de la sesión, mientras la gente se retiraba, me presenté con él y elogié su excelente traducción de las palabras de Maharaj. Pero él se mostró impasible, como si no hubiese oído nada de lo que le dije. Sorprendido por su actitud intratable me alejé y nunca volví a pensar en él hasta que me reuní con él recientemente con motivo de este libro. Ahora me doy cuenta de cuan deplorablemente equivocado estuve al formar mi opinión acerca de él. Debió habérseme ocurrido entonces que vivía en un nivel diferente de existencia, fuera del alcance del elogio y la crítica. Debí entender que se encontraba en unión con el Maestro y nada más le importaba. Y este libro es prueba de ello, pues página tras página encontramos la presencia de Maharaj: su extraordinaria agilidad mental, la lógica rigurosa de sus conclusiones, su pensamiento íntegro, su total identidad con la unidad que se muestra como diversidad.
Es interesante hacer notar que en su prólogo, Balsekar casi niega su paternidad respecto a la obra. Dice que el material que aquí aparece brotó espontáneamente, como si fuese dictado, en un frenesí que sobrecargó su ser con una fuerza compulsiva a la cual no podía resistirse. Estoy convencido de la verdad de esto y me inclino a pensar que el lector estará de acuerdo conmigo conforme avance en su lectura, pues no hay nada en el libro que pueda tomarse como una proyección del propio autor, ninguna improvisación, ninguna cita aprendida de textos sagrados; no hay, en absoluto, una pluma prestada. Los pensamientos que expone Balsekar llevan la invisible firma del Maestro. Parecen provenir de un conocimiento luminoso, de una exaltación de la gloria de la Verdad que colma su interior. Esta obra, titulada Pointers from Nisargadatta Maharaj, es Maharaj mismo, de modo total. De hecho, es una especie de curso de postgrado para aquellos que se han empapado ya de lo que ofrece Yo soy Eso. Comprende la enseñanza última y más sublime del maestro y va más lejos que su enseñanza de años anteriores. Me atrevo a decir que en verdad no puede haber un conocimiento más elevado que el que contiene este libro. Me atrevo también a afirmar que nadie sino Balsekar podría haber expuesto este conocimiento, pues ninguna persona de las que han estado cerca de Maharaj ha comprendido su enseñanza con tanta profundidad como él.
Algunos de los devotos de Maharaj que conozco, han asistido a sus pláticas durante veinte años o más y, sin embargo, su mente no ha cambiado y siguen siendo las mismas entidades que eran dos décadas atrás. Por otra parte, la relación personal de Balsekar con Maharaj abarca escasamente un periodo de tres años. Mas tales vinculaciones no deben medirse en términos cronológicos, si es que pueden medirse en forma alguna. Y más importante que la duración de ese vínculo es la clase especial de receptividad que caracteriza a Balsekar. No dudo que el manto de Maharaj haya caído sobre sus hombros. A falta de una mejor expresión puedo incluso decir que Balsekar es el alter ego viviente de Maharaj, aun cuando él no tiene ningún interés en desempeñar el papel de maestro. A partir de esta obra es del todo claro que Balsekar está impregnado del jñana impartido por Maharaj. Empero, quiero atraer la atención del lector de manera particular a un artículo específico, titulado “La esencia de la enseñanza”, en donde expone la singular filosofía de Maharaj en todas sus facetas (Apéndice Uno), así como a su nota sobre el difícil y oscuro tema de la Conciencia (Apéndice Dos). Son pasajes que el lector no debe dejar de leer.
Antes de poner fin a esta nota, me permitiré relatar un gracioso incidente en el que hubo un choque entre Balsekar y yo como autor y editor. Siempre me molestó su distancia y su indiferencia. El es graduado de la London University y tiene un buen dominio del inglés. Difícilmente podría haber encontrado fallas en su lenguaje. Con todo, intenté mejorar aquí y allá su estilo y expresión, ¡como debe hacer un editor! Se percató de las “mejoras” no pedidas y guardó silencio con su desapego habitual. Entonces fue claro que había hecho de su ensimismamiento una virtud, así como yo había hecho una virtud de mi verborrea. Yo sentía que éramos antípodas. Buscando con ansia acercarme a él, quise sacarlo de algún modo de su ostracismo y encontré una forma. Ataqué su exposición de un aspecto de la enseñanza de Maharaj (aunque en realidad estaba de acuerdo al respecto) y estalló de manera repentina. Su contraataque fue devastador, y yo me alegré de ver roto por fin el caparazón. No obstante, rápidamente se tranquilizó en cuanto, sin más, estuve de acuerdo con él. Sus ojos irradiaban entonces compasión. Desaparecieron la circunspección y lejanía habituales, dando paso a una unión naciente entre nosotros. Después de que trabajamos juntos en el libro, me dio de hecho completa libertad en cuanto al manuscrito y sólo leyó la versión final hasta que estuvo lista para mandarse a la imprenta.
El Editor Sudhakar S. Dikshit.
Bombay marzo de 1982.