6
«Acepto con amor todas mis emociones.»
Enunciados
· Tengo miedo de enojarme.
· Si me enojo, perderé el control.
· No tengo derecho a enojarme.
· El enojo es algo malo.
· Cuando alguien se enoja, me da miedo.
· Enojarse es peligroso.
· Mis padres no me permitían expresar mi enojo.
· Si me enojo, nadie me querrá.
· Tengo que ocultar mi enojo.
· Cuando me trago el enojo, me siento mal.
· Yo nunca me he enojado.
· Si me enojo, haré daño a alguien.
¿Reconoce usted alguno de estos sentimientos? Quizás el enojo sea una de sus grandes barreras.
El enojo es una emoción normal y natural. Los bebés se ponen furiosos, expresan su furia y asunto terminado. Pero muchos hemos aprendido que no está bien, que no es de buena educación o no es aceptable que nos enojemos. Y aprendemos a tragarnos nuestros sentimientos coléricos, que se nos sedimentan en el cuerpo, en las articulaciones y los músculos. Se acumulan y se convierten en resentimiento. Capas y capas de enojos enterrados y convertidos en resentimiento pueden contribuir a la aparición de enfermedades como la artritis (con los dolores que la acompañan) e incluso como el cáncer.
Es necesario que reconozcamos y admitamos todos nuestros sentimientos, incluido el enojo, y que encontremos formas positivas de expresarlos. No es necesario que andemos repartiendo golpes ni desquitándonos con la gente, pero podemos decir de forma simple y clara: «Esa actitud tuya me molesta», o «Estoy enojado por lo que has hecho». Y si no nos es posible hacer esto, todavía nos quedan muchas opciones: podemos protestar sofocando los gritos contra una almohada, aporrear la cama, patear cojines, correr, vociferar en el coche con las ventanillas cerradas, jugar al tenis... todas estas posibles canalizaciones son una descarga saludable.
1. En tu familia, ¿cuál era la pauta del enojo?
2. ¿Qué hacía tu padre con su enojo?
3. ¿Qué hacía tu madre con su enojo?
4. Tus hermanos y hermanas, ¿cómo expresaban su enojo?
5. ¿Había un chivo expiatorio en la familia?
6. De niño, ¿qué hacías con tu enojo?
7. ¿Expresabas tu enojo o te lo tragabas?
8. ¿De qué método te valías para reprimirlo?
9. ¿Solías
Comer en exceso?... Sí No
Estar siempre enfermo?... Sí No
Mostrar tendencia a sufrir accidentes?... Sí No
Meterte en peleas?... Sí No
Ser mal alumno?... Sí No
Llorar continuamente?... Sí No
10. ¿Cómo manejas ahora tu enojo?
11. ¿Reconoces alguna pauta familiar?
12. ¿A qué miembro de la familia te pareces cuando se trata de expresar enojo?
13. ¿Tienes «derecho» a enojarte?
14. ¿Por qué no? ¿Quién dijo eso?
15. ¿Puedes darte permiso para expresar tus sentimientos de la manera más adecuada?
Algo rápido y fácil de hacer cuando tus sentimientos te abrumen es saltar repetidas veces, gritando: «¡Basta! ¡Basta! ¡Déjame en paz! ¡Basta! ¡Basta! ¡Déjame en paz!» Inténtalo. Como descarga rápida, funciona de maravilla.
Si tienes mucho enojo reprimido, es probable que seas una persona que anda por el mundo continuamente enfadada. El enojo es como un rescoldo apenas cubierto de cenizas, que a la menor provocación vuelve a encenderse. Quizá no llegues a expresarlo, pero estarás mascullando por lo bajo, rebosante de resentimiento y de ideas condenatorias. Tal vez seas una persona de esas que critican a todo el mundo, y en este caso, también te auto-criticarás, sin duda, de manera que podrías preguntarte:
1. ¿Qué consigo al estar todo el tiempo enojado?
2. ¿Qué pasa si renuncio a enojarme?
3. ¿Estoy dispuesto a perdonar y liberarme?
EJERCICIO: Escribe una carta
Piensa en alguien con quien estés todavía enojado. Quizá sea un enojo antiguo. Escribe una carta a esa persona, habiéndole de todos tus agravios y diciéndole cómo te sientes. No te reprimas; expresa lo que sientes, y usa más papel si lo necesitas.
Cuando hayas terminado la carta, vuelve a leerla. Después dóblala, y del lado de afuera escribe: «Lo que realmente quiero es tu amor y tu aprobación.» Después quema la carta y deshazte de las cenizas.