Capítulo VII LA PERSEVERANCIA

El lector espera oír hablar de ángulos y de líneas y encuentra, en vez de esos integrantes del mundo científico, solamente gente de la vida común, tal como las que ve a diario por la calle. Sin embargo, el autor no puede mostrarse ni un ápice más matemático de lo que el tema parece requerirle y no teme el asombro que pueda causar.

En la guerra, más que en cualquier otra actividad en este mundo, las cosas ocurren en forma distinta de lo que hubiéramos esperado, y vistas desde cerca éstas aparecen diferentes de lo que parecían a distancia. ¡Con qué serenidad el arquitecto puede observar la forma gradual en que surge su trabajo y toma la que contiene en sus planos! El médico, aunque situado más a merced de contingencias y aconteceres inexplicables que el arquitecto, conoce sin embargo a la perfección las formas y los efectos de sus medios. Por otro lado, en la guerra, el jefe de un gran conjunto se enfrenta al constante embate de datos falsos y verdaderos, de errores que se derivan del temor, de la negligencia, de la falta de atención, o de actos de desobediencia a sus órdenes, cometidos ya sea por apreciaciones erróneas o correctas, por mala voluntad, por un sentido cierto o falso del deber, o por indolencia o agotamiento, por accidentes que no cabe de ningún modo prever. En suma, es víctima de cientos de miles de impresiones, de las cuales la mayoría tienen una propensión intimidatoria y la minoría alentadora. El instinto, que permite apreciar rápidamente el valor de esos incidentes, se adquiere mediante una prolongada experiencia de la guerra; gran valentía y fortaleza de carácter son sus soportes, al igual que las rocas resisten los golpes de las olas. El que ceda a esas impresiones nunca llevará a término ninguna de sus empresas, y a este respecto la perseverancia en el camino decidido es un necesario contrapeso, en tanto que las razones contrarias más concluyentes no se hagan presentes. Más todavía, difícil resulta que haya empresa gloriosa en la guerra que no sea lograda mediante inagotables esfuerzos, penurias y privaciones; y como aquí la debilidad física y espiritual propia de la naturaleza humana está siempre dispuesta a ceder, sólo una gran fuerza de voluntad, puesta de manifiesto con esa perseverancia admirada ahora y en la posteridad, conducirá a lograr el objetivo propuesto.