Capítulo IV LAS PRINCIPALES POTENCIAS MORALES

Las principales potencias morales son las siguientes: las capacidades del jefe, las virtudes militares del ejército y su espíritu nacional. Nadie puede determinar de forma general cuál de es tas potencias tiene mayor valor, porque resulta muy difícil aseverar algo concerniente a su fuerza y más aún comparar la fuerza de una con la de la otra. Lo mejor es no subestimar a ninguna de ellas, defecto en el que incurre el juicio cuando se inclina, en vacilación caprichosa, ora a un lado, ora al otro. Es mejor basarse en la historia para poner en evidencia suficiente la eficacia innegable de estas tres potencias.

Sin embargo, es cierto que en los tiempos modernos los ejércitos de los estados europeos han alcanzado casi el mismo nivel en relación con la disciplina y el adiestramiento. La conducción de la guerra se ha desarrollado con tal naturalidad, como expresarían los filósofos, que ha pasado a ser una especie de método, común a casi todos los ejércitos, haciendo que ni siquiera en lo que al jefe se refiere podamos contar con la aplicación de planes especiales en el sentido más limitado. En consecuencia, no puede negarse que la influencia del espíritu nacional y del hábito de un ejército para la guerra proporciona una mayor capacidad de acción. Una paz prolongada podría alterar de nuevo las cosas.

El espíritu nacional de un ejército (el entusiasmo, el fervor fanático, la fe, la opinión) se pone de manifiesto sobre todo en la guerra de montaña, donde todo el mundo, hasta el último sol dado, depende de sí mismo. Por esta razón las montañas constituyen los mejores campos de batalla para unas fuerzas populares.

La habilidad técnica en un ejército y ese valor bien templado que mantiene unida a la tropa, como si hubiera sido fundida en un molde, muestran claramente su ventaja máxima en la llanura abierta.

El talento de un general tiene un mayor campo de acción en terrenos quebrados y ondulados. En las montañas surte muy poco efecto sobre las partes separadas, y la dirección de todas ellas desborda su capacidad; en llanuras abiertas resulta ésta muy sencilla y no agota esa capacidad.

Los planes deben ser formulados de conformidad con estas afinidades electivas evidentes.