El cementerio de las botellas, un tipo de realismo mágico

Aldo Menéndez

El cementerio de las botellas, de José Lorenzo Fuentes (Santa Clara, Cuba, 1928), publicado recientemente por Azud Ediciones, de Buenos Aires, Argentina, está inspirado en un amigo entrañable del escritor, el gran pintor cubano José María Mijares, cuyas peñas en su casa, en bares y cafetines habaneros todavía se recuerdan. Mijares fue un tertuliano como ningún otro, que además de poseer una memoria de elefante, gozaba en vida de una inagotable fantasía con la que manipulaba lo que contaba, cargándolas siempre de picara maledicencia. Las cuidadas descripciones de Lorenzo Fuentes, a través de los siete relatos del libro, suelen transformarse en misteriosas y sorprendentes leyendas, donde si aquilatamos justamente el influjo de lo onírico y lo absurdo, de las obsesiones y alucinaciones en convergencia con lo verídico, nos encontramos frente a un tipo de realismo mágico.

El relato inicial es una composición fabricada a la medida por José Lorenzo, quien supo compartir y escuchar a Mijares como pocos, y que involucra a otro artista, tan extravagante, mitómano y fabulador como Mijares, en una trama donde bulos, inventos y chismorreos sellan perfectamente ciertos agujeros de una historia real. Un pequeño juguete literario de alguien como Fuentes, celebrado por Cabrera Infante y Gabriel García Márquez; quien ha escrito una serie de novelas y cuentos ya que posee el don de la palabra fácil y amena, vertida siempre con sabrosa naturalidad criolla.

“Según me contó Mijares acodado [...] en la barra de Los Parados —describe Lorenzo Fuentes, dando inicio a la aventura, otro pintor Carlos Enríquez lo invitó a visitarlo en su finca El Hurón Azul”. Y aclara que no fue para charlar de arte si no para “...darse algunos tragos a la sombra de los tupidos naranjales que circundaban su vivienda campestre”.

El resto de los cuentos del libro: “Volar”, “Casting”, “El espejo multiplicador”, “Gato entrometido”, “Idéntica a la otra” y “Dos él”, penetran en esencias ancestrales y en territorio de la casualidad, de la locura controlada, de la pesadilla y la doble personalidad. Estas parábolas, como podrían definirse, parten de un personaje incluido en el libro, Alejo Carpentier, quien seguramente fue el primero entre los cubanos en hablar de un Viaje a la Semilla. Según Rita Martín, El cementerio de las botellas atrapa al lector en un viaje desde y hacia los orígenes del ser humano”, que revela también la vertiente esotérica de Lorenzo Fuentes, amante de la alquimia y la parapsicología, que incluso lo llevaron en un momento de su vida a estudiar medicina tibetana y autocuración tántrica, junto al Lama Gangchen Rimpoche.

José Lorenzo Fuentes, autor de uno de los mejores libros de cuentos cubanos, Después de la gaviota, se graduó de periodismo en La Habana. También ejerció como profesor de Historia del Arte. Ha sido galardonado con el Premio Internacional de Cuentos Hernández Catá 1952, con el Premio Nacional de Novela Cirilo Villaverde 1967, y con el Premio Internacional Plural de Cuentos, 1983. Lorenzo Fuentes, radicado en Miami desde 1992, vio convertirse en un verdadero best seller su libro, Meditación (Editorial Llewellyn). El mismo ha sido traducido al inglés, ruso, checo, portugués, hindú y griego.

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