Un narrador excepcional

Carlos A. Díaz Barrios

José Lorenzo Fuentes, nacido al lado del mar, ha soñado con el mar en todas sus páginas. Es un gran escritor que describe en sus cuentos y en sus novelas, con un estilo de cronista de las Indias, los portentos, los amores y los desamores del mundo de hoy día, donde el tiempo y los acontecimientos se adentran en el caos infinito de la memoria y el olvido. Él los trae ante nosotros con un brillo y una voz tan peculiares que lo hacen cotidiano y mágico, y a la vez tan antiguo como algo que sucedió antes que todas las cosas y pertenece lo narrado al sueño, a la fulguración y al despertar, al día de hoy y al de mañana, a lo que fue y estuvo siendo, a lo que es y ya no está, pero que es tan presente como el lector que lo lee.

Posee una prosa sin par con muchos ríos desembocando en el océano de las páginas leídas. Muchos registros donde no hay límites para los vivos y los muertos, y ambos deambulan por los reinos del talento y la pasión creadora. Y todo bien dicho, en un susurro, con un énfasis donde lo maravilloso es posible y, por ende, ensancha los límites, el escenario de su mundo, la epifanía de su verbo. Parece decirnos que la pared que separa a los que estamos de los que se fueron está hecha de pétalos y se hace visible, evocadora y sustancial, en cualquier circunstancia de la narración.

Todos los personajes de sus cuentos están en un estado de visitación, entrando a una atmósfera donde en cualquier instante puede saltar la liebre del mundo de las sombras buscando en el salto la luz. De una forma exacta en todos sus relatos hay un viaje iniciático, algo de travesías y algo de sonámbulo conquistador que va abriendo los cerrojos de la gran puerta donde la realidad es un enigma o una experiencia que nos estremece por inédita. Un lugar común con alas volando por un techo lleno de estrellas en una habitación cerrada más allá de la carne, más allá del sufrimiento y el terror.

José Lorenzo Fuentes es uno de esos pocos escritores que saben que la belleza es un caballo blanco cabalgando por las sombras, y nos habla de la primavera que llega sin límites y sin cárceles al país de la memoria recobrada donde el verdadero escritor inventa el paisaje.

Ilusión, sabiduría de los fantasmas que conforman el diario vivir. Fantasmas que habíamos perdido de vista desde que éramos niños y que ahora volvemos a encontrar al abrir un armario y ver con asombro que está lleno de nieves en pleno vértigo del verano. Y saber también que aunque no conocemos la nieve, la estamos sintiendo caer impoluta y maravillosa, como una voz que nada dentro del azogue de los espejos, o como quien regresa de un largo viaje y se da cuenta de que nunca se movió de su lecho, solo con su corazón estuvo de viaje por la pureza del diamante en el día más increíble de la felicidad.