Después de la gaviota, de José Lorenzo Fuentes, autor invitado a la 25 Feria del Libro de Miami
Luis de la Paz
Hay relatos que desde su aparición dejan una huella imborrable, convirtiéndose en textos claves, de referencia, pues poseen la fuerza necesaria como para convertirse en un suceso, en algo capaz de trazar un rumbo. En la literatura cubana en particular y para mencionar a los más relevantes, tenemos “Conejito Ulán” de Enrique Labrador Ruiz, “Taita digo usted cómo” de Onelio Jorge Cardoso y “Después de la gaviota” de José Lorenzo Fuentes, relato que le da título al libro por el que recibió mención del Premio Casa de las Américas 1968. Desde entonces algunas ediciones han dado cuenta de esta colección de cuentos, la más reciente realizada por Ediciones Iduna, en Miami, ciudad donde reside el autor, y que puede considerarse conmemorativa por el cuarenta aniversario de la aparición del libro.
Tal vez uno de los géneros más difíciles de abordar sea el cuento. En cierta ocasión la escritora Zoé Valdés dijo que: “un cuento debe ser como un collar de perlas ajustado al cuello, el cierre debe estar en su justa medida...”. La narrativa de José Lorenzo Fuentes, y en particular Después de la gaviota, cumple cabalmente con las pautas que ha de regir y seguir un relato corto. Es un a pieza impecable, que está en los anales de la literatura cubana de la segunda mitad del siglo pasado, como uno de sus más preciados ejemplos.
El cuento en sí, es un canto a la libertad. Su estructura es lineal, aparentemente simple. El personaje que narra cambia sus formas con la frecuencia que lo desea. “Fueron necesarias muchas experiencias como ésa para comprender que podía cambiar de perro a toro o de zunzún a gato, no cuando avizoraba un nuevo peligro sino justamente cuando ya concluía el sufrimiento que me reservaba cada encarnación escogida”, se lee en uno de los párrafos. El relato crea una atmósfera cerrada, que describe lo que se ve, creando una suerte de clímax claustrofóbico, pero también mágico. Como todo gran texto ofrece variadas lecturas, pero en todas converge la perfección de una narración que fluye con naturalidad, sin exaltación, pero arrastrando un contexto extraordinariamente bello.
Después de la gaviota tiene otros siete cuentos sorprendentes. Algunos muy breves como “La sombrilla de guinga”, claro ejemplo de cómo una curiosa anécdota, de un hombre que colecciona sombrillas, desemboca en un extraño final. Otro con las mismas características es “En la página siete”, en la que un hombre pone un anuncio en el periódico para “alquilar presumibles suicidas”. Como los anteriores, extraño y misterioso es “Señor García”, donde a pesar de las mujeres que rodean a este hombre poco expresivo, hay una gran soledad y falta de compañía. El volumen cierra con “Pata de conejo”, otra narración donde lo mágico vuelve a sus andadas.
Ya se advierte en las historias que conforman Después de la gaviota, al José Lorenzo Fuentes dedicado a la meditación, a la reflexión profunda. En algunos de los cuentos hay indicios de esos caminos por los que ha transitado el escritor, con tanto éxito y entrega, como lo ha hecho con la literatura. Después de la gaviota es un placer exquisito.