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Santa Bárbara, California
Por fin estaba sola. Rachel dobló los seis pantalones vaqueros de Grace y después bajó a comer; seguro que en el comedor le contaría a todo el mundo que los Wang iban de cabeza al albergue para pobres y que tendrían que empezar a guardar cupones de comida o algo parecido. No tenía sentido. La mitad de las chicas del colegio tenían por lo menos un brillo de labios o una sombra de ojos de KoKo y seguro que alguno de los chicos tenía la edición especial de lápiz de ojos que habían sacado. Capullos emo… Y ahora todos hablarían de ella mientras masticaban con sus repugnantes bocas llenas de fingers de pollo, tan repugnantes como ellos.
Grace cogió su teléfono y pulsó el botón de llamada. Era la quinta vez que llamaba a Saina ese día, pero su hermana seguía sin cogérselo. «Hola, soy Saina. Yo también te echo de menos. Deja un mensaje». Piii.
—Jiejie, ¿«dónde» estás? ¿Sabes que vamos para tu casa como… ya? Dios, ojalá estuvieras viviendo todavía en Nueva York. Quiero decir, que sé que todavía vives en el «estado» de Nueva York, pero me refiero a la ciudad. Oye, llámame, ¿vale? Necesito, necesito de verdad hablar contigo antes de que papá y Bab lleguen. Bueno, adiós.
Dios… ¿Cómo podía Saina ignorar sus llamadas así? Sobre todo ese día.
Era martes, así que Andrew todavía estaría en el laboratorio de biología. Grace le envió un mensaje: «¿Has hablado con papá? Llámame en cuanto puedas, cuando salgas de Bio».
Vale. Bien. Haría las maletas. Pero se iba a llevar las cosas que le apetecía llevarse. Nada de ser práctica: no podían ser tan pobres como para no tener dinero para ropa interior, ¿verdad? Podría poner publicidad en su blog o algo.
En cuanto Grace lo soltó, el teléfono empezó a vibrar y a desplazarse poco a poco por encima de la colcha.
—¡Andrew!
—Hola, Gracie. —Oh, Andrew… No sonaba triste. Grace no sabía si eso era bueno o malo.
—¿Has hablado con papá?
—No, estaba en clase, pero me ha dejado un mensaje. Vaya mierda, ¿no?
—¿Mierda? Eh… Sí, una mierda. La «casa», Andrew…
—Ya… Oye, Gracie, no puedo hablar ahora mismo, ¿vale?
—¿Qué? ¿Por qué no? ¡Pues para qué me llamas entonces! ¿Cómo es que no puedes hablar conmigo ahora?
—Es que… quería asegurarme de que estabas bien, pero ahora mismo tengo que terminar algo. Pero vais a venir todos mañana, ¿no? Te veo dentro de nada entonces, ¿vale?