25
Miss Brady telefoneo a casa de Alfonso esa misma noche. Lilian estaba sola cuando descolgó ya inquieta pensando que volverían a colgar, pero esta vez no lo hicieron. Una voz femenina le habló.
—¿Es usted, Lilian Marcos?
—Sí —respondió nerviosa—. ¿Quién es?
—Necesito que me escuche, por favor —dijo una voz femenina—. Creo que lo que tengo que explicarle, le va a interesar.
Lilian entró en el estudio de Alfonso, miró dentro de las carpetas, entre libros… pero no encontró nada de lo que buscaba.
No había podido abrir el último cajón del escritorio. Estaba cerrado con llave. Y ¿dónde guardaría la maldita llave? Puede que la llevara consigo. ¿Tanto tenía que esconder? Encendió el ordenador impaciente.
Entró en los archivos y fue abriendo todas las carpetas una por una. Le llamó la atención una con el nombre de London. Fue a abrirla pero no pudo. Le pedía una contraseña. ¡A saber qué habría puesto! Intentó con varios nombres y fechas, pero no hubo manera.
Desistió. Apagó el ordenador y se quedó pensativa. ¡No puede ser cierto! Se dijo. Andrés lo sabría… y si era así, se lo hubiera dicho.
Pero no se dio por vencida, buscó la llave del cajón por todos lados, hasta que la encontró. Lo abrió y lo volcó sobre la mesa. Unas fotos desperdigadas llamaron su atención, las cogió para verlas. Boquiabierta las miró una y otra vez, para luego dejarlas caer de nuevo sobre la mesa. Se llevó las manos a la cabeza alisándose el pelo hacia atrás.
Dios Mío, no es posible… no… no puede ser cierto…
Se dejó caer en el suelo y rompió a llorar.
Y Andrés lo sabía. Lo había sabido desde el principio.
Miss Brady había prometido que nunca le diría nada a Lilian pero harta de no recibir respuesta, decidió cambiar de idea desoyendo los consejos de Andrés y John, que esa misma tarde habían hablado con ella.
Iba a seguir pidiendo dinero. Ya que Alfonso había arruinado su vida teniendo que renunciar a sus sueños y a malvivir, casándose con un hombre que ni siquiera era capaz de tratarla bien, a Rebeca no le faltaría de nada, y todo, gracias a su padre, que no era otro que Alfonso Torres.
Sonrió. ¡Qué equivocados estaban John y Andrés!
Ella no había sido la chica ingenua de la que el arquitecto se había aprovechado. Sabía muy bien lo que hacía. Pescar a un hombre como él era lo que hubiera deseado, la única forma de conseguirlo era quedándose embarazada.
Aquella noche cuando Alfonso la invitó a salir a cenar, vio el cielo abierto. Tal y como él imaginó pasaron la noche juntos en la habitación de su hotel y ella demostró que a pesar de su juventud no tenía inhibición alguna a la hora de demostrar sus apetitos sexuales ni mucho menos en complacer los de su estrenado acompañante. No hubo preguntas por ninguna de las dos partes, ella prefirió ignorar si Alfonso estaba comprometido o no, tampoco le importaba. Lo utilizaría para lograr sus propósitos de prosperar y cuando lo lograra, lo dejaría tranquilo con su vida. Siempre había considerado que a los hombres les perdía el sexo, y ella estaba más que dispuesta a ofrecérselo.
Claro que luego no habían salido las cosas como esperaba. Alfonso no solo se había puesto furioso, sino que estaba dispuesto a pagarle un aborto. Al final accedió a ayudar a la manutención de Rebeca, aunque eso no justificaba lo que había hecho después… de ese asunto no quería ni acordarse.
Ahora estando en su entorno, casado, siendo un hombre respetable, que incluso llegaba a ser conocido en medios políticos, no iba a atreverse a… No, por supuesto era impensable…
Se rió al imaginarse la cara que le habría quedado a Lilian Marcos. Además le había dicho bien claro que si tenía alguna duda le preguntara a Andrés Salgado, eso la habría desarmado por completo.
Sabía por John que los dos mantenían un lío. Se alegró por Alfonso, seguro que cuando se enterara no le iba a causar gracia alguna. Pensó que Andrés estaría disfrutando de aquella aventura, pero esperaba que a la larga les saliera mal, que Alfonso lo descubriera y su mujer sufriera el trato que ella misma había recibido. Pensándolo bien ni la conocía, solo la había visto en una foto que Andrés conservaba y no es que le deseara ningún mal, pero la envidiaba. Tenía todo de lo que ella carecía: era guapa, con buen tipo, elegante y seguro que comprando en las mejores boutiques de la ciudad. Viviría en una buena casa y gozaría de todo lo que ella no podía permitirse. Esa Lilian no tenía la culpa de nada, pero Alfonso nunca había querido renunciar a ella a pesar de su hija, de la hija de ambos, Rebeca, a la que nunca quiso reconocer.
Él no estaba casado con Lilian cuando ella se quedó embarazada, pero aun así, Alfonso se puso como loco cuando le insinuó que podía hacer que rompiera el compromiso si no ayudaba a la manutención de la niña, poniéndose en contacto con la que ahora era su esposa.
Recordaba cómo la había zarandeado con fuerza gritándole que jamás lo iba a permitir. Poco después fue cuando sucedió todo… solo un milagro hizo que se salvaran ella y su bebé.
♡
Lilian esperaba nerviosa e impaciente la llegada de Alfonso. Cuando escuchó el ruido del motor del coche, entró en la cocina para calentar la cena en el microondas y servirla.
Como siempre, se saludaron sin mucho afecto. Ella apenas habló, y notó que su marido estaba muy serio. Tampoco le dirigía la palabra. Solo la miraba de una forma que a ella no le agradaba nada. Cuando se ponía así, solían acabar enfadados, discutiendo y por lo general él deseaba que accediera a sus deseos sexuales, como si el hecho de reñir entre los dos a él le estimulara mucho más que cuando estaban tranquilos sin conflictos.
—Estás muy callada —le dijo él.
Ella se encogió de hombros.
—¿Te ocurre algo?
—Nada. ¿Y a ti? Porque también estás muy callado.
Él sonrió.
—No tengo ganas de hablar.
—Pues yo tampoco —respondió.
—¿Quieres ensalada? —preguntó él.
—No.
—Es mucha para mí. Mejor la compartimos.
—¿Compartir? Hace mucho tiempo que tú y yo no compartimos nada, Alfonso —inquirió irritada.
Él la miró confuso.
—Veo que no estás de humor.
—No, no lo estoy.
—¿Has tenido un mal día?
Ella ni respondió, se levantó sin terminar de cenar y salió, dejándolo solo en el comedor.
Media hora después él se fue al estudio. Lo encontró tal y como lo había dejado por la mañana. Nada fuera de su sitio, todo en perfecto orden, como le gustaba. Abrió el cajón con la llave. Estaba guardando el sobre cuando Lilian entró sin llamar. Cerró apresurado mientras que ella lo observaba.
—Voy a dar un paseo por los alrededores con Andy —dijo.
—Haz lo que quieras —contestó sin inmutarse.
Estuvo paseando un largo rato. No dejaba de pensar en todo lo sucedido. En lo que esa extraña mujer le había dicho por teléfono, en Andrés, en su marido… todo le daba vueltas en la cabeza sin poder encontrar una explicación lógica que la hiciera entender más que nada el porqué…
Cuando empezó a llover, dio la vuelta apresurada pero se había alejado más de lo que pensaba y la lluvia aumentó. Llegó a casa empapada y tiritando de frío, lo mismo que el perro, al que secó con una toalla.
—Mañana habrá que bañarte —dijo—, te has puesto perdido.
El perro le dio un lametazo en la cara, justo cuando Alfonso entró en el garaje por la puerta que comunicaba con la casa.
—¿Hablas con el perro? —preguntó irónico.
Ella lo miró con desgana.
—Olvídame, Alfonso —respondió al pasar junto a él.
Cuando Lilian desapareció de su vista, Alfonso observó al perro, que a su vez lo miraba.
—Maldito, chucho... —dijo dándole una patada.
El animal se puso en pie y por primera vez en su vida, le gruñó mostrándole los dientes.
—Vaya, con la fiera… —exclamó su dueño carcajeándose—. Hasta sabe gruñir.
Siguió riéndose por lo bajo hasta que regresó a su estudio.
Lilian estuvo despierta hasta muy tarde. No era capaz conciliar el sueño. Cuando su marido entró en la habitación, ella se hizo la dormida. Él ni se acercó a ella. Le dio la espalda y poco después Lilian lo escuchó roncar. Ella en cambio no pegó ojo.
Estaba tan confusa, tan aturdida… necesitaba hablar con Andrés antes que hacerlo con su marido. Conociendo a Alfonso, lo negaría todo y no estaba dispuesta a dejarse convencer, lo que no lograba entender era el silencio de Andrés.
Al día siguiente lo llamó a primera hora. Confesó que había hablado con una tal Miss Brady y que era urgente que se vieran para aclarar muchas cosas.
El accedió. Se citaron en el pub de John.
Era temprano y no estaba abierto a los clientes. Andrés estaba en la puerta. Sonrió al verla, pero ella no le devolvió la sonrisa. No la besó, Lilian tampoco quiso que lo hiciera.
John también estaba. Miró a Andrés confusa.
—Tenemos que hablar, Lilian. Es hora de que sepas la verdad.
Se sentaron en una de las mesas. Andrés habló, John se mantuvo callado. Solo escuchó.
Lilian se sentía aturdida por todo lo que estaba oyendo. Llegó un momento que no pudo contenerse y rompió a llorar. Se sentía tan traicionada, tan manipulada, tan herida… y no, no solo por su marido. También por Andrés.
—¡Cómo os habéis divertido! —exclamó de pronto—. Tú, Andrés, se supone que eras mi amigo.
—Lilian. Yo no podía decírtelo. Entiende que…
—¿Por eso te liaste conmigo? ¿No? Odiabas a Alfonso, y así podrías vengarte de él por lo que supuestamente le había hecho tu querida amiga, que también al parecer fue tu novia —inquirió dolida.
—No, Lilian. Eso no tiene que ver con lo nuestro.
—¿No? ¡No me digas! Cuando viste a Alfonso en la tienda, lo reconociste. Lo mismo que tú John, el día de la cena… —dijo mirándolo—. ¡Qué manera de burlarse de mí! ¡Los dos! Y no fuiste capaz de decírmelo, decir que lo conocías…
—Alfonso tampoco te lo dijo —respondió Andrés tratando de defenderse.
—Pero de él podía esperarlo… pero de ti, Andrés… de ti… —dijo con los ojos llenos de lágrimas—. Me utilizaste para vengarte de él —añadió convencida.
—No, Lilian, no es cierto.
—No, no te creo. No te creoooooo…. —gritó.
Los dos hombres permanecieron callados unos segundos hasta que John volvió a hablar.
—Puede que en un principio Andrés sí pensara en vengarse. Pero no creo que lo tuviera planeado —afirmó John.
—Pero ¿qué estás diciendo? —exclamó Andrés enfadado—. Yo ni siquiera sabía con quién estaba casado.
Lilian lo miró con rabia.
—Pero cuando la averiguaste, sabrías que sería fácil, ¿verdad? La tonta de Lilian que siempre había estado loca por ti, qué fácil sería… —respondió irritada.
—No, no. No pienses eso porque no es verdad. Yo nunca planeé nada… te lo juro.
Ella se levantó furiosa.
—No quiero veros más. A ninguno… a ninguno de los dos. Dejadme en paz.
—Lilian, lo siento. No fue mi intención mentirte.
—¡No! No, Andrés… no quiero verte más… olvídame. Ya te has divertido bastante conmigo.
Caminó hacia la salida pero él la alcanzó.
—Tienes que escucharme. Hay más que aún no sabes.
Ella se volvió hacia él.
—¿Sobre Alfonso?
Él asintió.
—No, Andrés. No quiero escuchar nada más. Alfonso es mi marido, y no te permito ni una palabra más contra él.
John se acercó.
—Pues no debes quererlo tanto cuando has tenido una aventura con Andrés durante tanto tiempo.
—Cállate —le reprendió Andrés.
Lilian los miró.
—Sois patéticos. Me voy.
Subió los cuatro escalones y salió del pub. No quería oír nada más.
Nada más marcharse Lilian, Andrés se encaró con John.
—¿Por qué has dicho tal cantidad de gilipolleces, John? ¿Querías joderme a propósito? —inquirió cogiéndole por el cuello de la camisa y empujándolo contra la pared.
—Calma, Andrés. No te pongas así, amigo. Calma…
Aunque de buena gana le hubiera dado un puñetazo, Andrés lo soltó.
—No pienso volver a dirigirte la palabra mientras viva —exclamó cabreado.
—Vamos, Andrés… lo siento…
Pero ya no quiso escucharlo. Salió del pub y lo primero que hizo fue llamar a Lilian pero no respondió, ni a esa llamada ni a muchas más que le hizo ese día.
Cuando ella llegó a casa pensó que le tocaba lo más difícil, ponerle las cosas claras a Alfonso, diciéndole que lo sabía todo.
♡
Alfonso llegó poco antes de la hora de la cena. Lilian no estaba en el salón ni en la cocina. Tampoco en el piso de arriba. La llamó en voz alta varias veces pero no recibió respuesta. Llovía a mares, y el Mini lo había visto en el garaje, dudaba mucho de que hubiera salido a pasear con la que estaba cayendo.
La encontró en estudio.
—Hola, Lilian. ¿Por qué no contestas? ¿Qué haces aquí? —preguntó nervioso al ver la mesa revuelta.
—¿Qué es esto, Alfonso? —preguntó señalándole unas fotos.
—¿Has estado registrando mis cosas? —preguntó enfadado.
Cogió las fotografías. En ellas estaba Miss Brady con su hija. Se puso pálido.
—Verás, Lilian. Todo esto tiene una explicación.
—¿Es tu hija? —preguntó directamente.
Él la miró sin comprender.
—Lo sé todo, Alfonso. No trates de mentir…
—¿Qué sabes todo de qué…?
—¿Con cuántas más me has engañado? ¿Eh? ¿Tienes más hijos que yo desconozca desperdigados por el mundo? —preguntó sarcástica poniéndose en pie.
—Déjame explicarme, por favor.
Por supuesto todas las culpas cayeron sobre Miss Brady. Lo había acosado, engatusado y él había cometido el error de caer en sus redes. Le explicó lo de la niña, pero que realmente no estaba seguro de que fuese suya.
—Si no es tuya, ¿por qué le has estado enviando dinero?
—No quería problemas, Lilian. Entiéndelo. Ella me amenazó con ponerse en contacto contigo, con tu familia. Íbamos a casarnos, teníamos la fecha de la boda. Yo no estaba dispuesto a renunciar a ti por una loca como ella. Estaba desesperado. Acepté. Fue todo una trampa. Ella esperaba que conmigo podría dejar la vida que llevaba sirviendo copas en un bar, así me lo confesó. Te lo juro.
—Conocías a Andrés. ¿Verdad? Cuando lo viste en la tienda, ya lo conocías, y no fuiste capaz de decírmelo.
—Sí, lo conocía. Tuve la mala suerte de parar en su maldito pub de Londres. Jamás pensé que ese Andrés iba a ser el mismo del que habías hablado tantas veces. Pero vamos, Lilian, ¿acaso te dijo él que me conocía a mí? ¿No, verdad? Tu amigo del alma te traicionó —añadió sonriendo con ironía.
—Me habéis traicionado todos. Pero lo tuyo es peor. Eres mi marido. Estás casado conmigo. ¿Cuántas más cosas hay que no sé de ti, Alfonso? ¿Qué más sorpresa me esperan?
—¿Quién te lo dijo? ¿Fue él? ¿Cómo te enteraste? Dime… ¿cómo?
Ella no contestó y él se imaginó que había sido Andrés.
—¿Andrés? Has vuelto a verlo, ¿Verdad? —pregunto irritado—. Y no lo niegues, sé que lo has estado viendo. Tengo pruebas. ¿Ha sido él?
—¡Qué importa ya! Nuestro matrimonio es una mentira. ¡Una puta mentira! —chilló—. Y quiero divorciarme. No voy a seguir viviendo contigo —dijo pasando por su lado para salir del estudio.
Él la agarró de un brazo y tiró de ella. Cambio el tono irritado por uno más conciliador.
—Mira, Lilian. Podemos llegar a un acuerdo. Ahora no nos conviene un divorcio.
—Suéltame… —le pidió.
La soltó, la miró intentando poner una expresión tierna. Deseaba convencerla como fuera.
—Te prometo que nos divorciaremos, Lilian. Pero espera un poco, ahora estoy metido en política. No me conviene tener escándalos. Todo lo que haga o deje de hacer se examinará con lupa. Por favor, Lilian, es el último favor que te pido. Luego te dejaré libre. Podrás irte si lo deseas. Solo unos meses, hasta que pasen las elecciones.
—No, no pienso hacer nada por ti. Ya he hecho demasiado.
—Venga, Lilian. Sé que lo dices porque estás enfadada y ahora me odias, pero mañana lo verás de otro modo, por favor.
Ella se dio media vuelta y salió del despacho sin responder. ¡Qué le importaba ya! Todo le daba exactamente igual.
Todo era una farsa. Una apariencia. ¡Qué más da una mentira más que otra! ¿Tendría que fingir de nuevo que todo iba como la seda y que su matrimonio era perfecto? En ese momento todo dejó de importarle. No se sentía con ánimos de nada.
Alfonso no la amaba y Andrés la había traicionado. ¿¡Podría pasarle alguna cosa más!?
♡
El predictor mostró la línea rosa con claridad. Lilian lo contempló atónita. Cerró los ojos una y otra vez, comprobando que no estaba equivocada. Esta vez, sí. ¡Estaba embarazada! No sabía si llorar, si reír, si alegrarse… sí, alegrarse sí, ¡cómo no se iba a alegrar! Llevaba mucho tiempo esperando como para angustiarse porque ahora le quedaba la duda ¿De quién era?
Tenía más posibilidades de que fuera de Andrés que de Alfonso, pero eso no significaba nada. Y ¿qué importa? Se dijo. Va a ser mi hijo, mi bebé. Lloró emocionada cuando tomó conciencia de lo que significaba. Estaba de cuatro semanas y tendría que pasar tiempo hasta que se le empezara a notar.
De momento no pensaba decir nada. Sería su secreto. Nadie, absolutamente nadie iba a saberlo. Abrazó a Andy ilusionada, haciéndole partícipe de su alegría.
Esperaba no tener demasiadas molestias y que se le fueran pasando las náuseas antes de que Alfonso pudiera sospecharlo. En el fondo de su alma, deseaba que fuera de Andrés. No podría tenerlo a él pero podría tener un hijo suyo. Sí, rogó. Tiene que ser de Andrés. Él había intentado hablar con ella en multitud de ocasiones. Le había enviado emails, mensajes al teléfono. No obtuvo respuesta.
Se atrevió a presentarse en su casa, pero ella no le abrió el portón de entrada y la puerta lateral estaba cerrada desde dentro. Andrés insistió durante un rato hasta que resignado subió al coche y se fue.
En el despacho se encontró con Lorena que lo estaba esperando, pero verla le molestó.
—¿Qué quieres? —preguntó.
—Vaya, tienes un mal día por lo que veo.
—Sí, tengo un mal día, así que dime lo que sea y déjame solo.
Ella sonrió.
—No te preocupes, hablaré con Juan. ¿No has quedado con Lilian, hoy? Hace días que no la veo por aquí.
Él puso una sonrisa sarcástica.
—¿Te importa mucho?
Ella se encogió de hombros.
—Se ha cansado de ti. Muy típico. Señora casada que juega a ser infiel… y…
La mirada que le estaba echando Andrés la hizo detenerse.
—Está bien. Me voy.
—Sí, será mejor.
♡
Alfonso tomó la decisión de hablar con los padres de Lilian para explicarles la situación. Confesaría lo de su supuesta hija de Londres, prefería decírselo él, a lo que lo hiciera ella, pues cegada por el rencor y la rabia, estaba seguro de que no saldría muy bien parado.
Los llamó por su cuenta y los citó en casa ante la presencia de Lilian, que seguía sin entender que tomara ese tipo de decisiones sin contar con ella.
Alfonso sospechaba que Lilian estaba embarazada, casi podía apostarlo. Pensó que si había estado liada con Andrés como había dicho Lorena, el padre puede que no fuera ni él. Pero poco le importaba. Jamás le preguntaría a su mujer sobre eso. Para él sería su hijo. Y era el momento oportuno para tenerlo. Ahora que despegaba su vida con miras a alcanzar quizás un puesto importante en la gestión urbanística del municipio, lo que sin duda le iba a aportar grandes beneficios, dar esa imagen de familia feliz era una maravilla para sus ambiciosos planes.
Lloró, se hizo el mártir, y reconoció su culpa aunque aseguró que nunca podría saber si de verdad era el padre. Incluso había consultado con un abogado para hacer una prueba de paternidad al poco de nacer la niña, pero que luego se arrepintió por no perjudicarla. Él había cumplido durante todo ese tiempo enviándole un dinero para la ayuda de la manutención. Ahora la madre de Rebeca le pedía una cantidad desorbitada y prometió a sus suegros que trataría de llegar a un acuerdo con ella. De ese modo, todo seguiría igual, y sin cambios en sus vidas.
—Sé que tenía que haberlo dicho, pero tenía tanto miedo de perder a Lilian...
Ella sonrió sarcástica. No se creía ni una palabra.
No es que a sus padres les agradara lo que su yerno estaba explicando. Lo miraban incrédulos, decepcionados, enfadados…
—Todo el mundo comete errores. Lo lamento de verdad. ¿Podréis perdonarme? Sé que no he actuado bien, pero no sabía cómo decíroslo… —en ese momento cogió la mano de su esposa y la apretó con suavidad, queriendo dar una imagen de ternura, pero ella inmediatamente se soltó incrédula. ¡Menuda farsa!
Sus padres se miraron entre sí. No sabían qué opinar y Alfonso temiendo que sus suegros le empezaran a hacer reproches, algo a lo que no estaba acostumbrado ni pensaba permitir, se agarró a lo primero que sabía que desviaría el tema.
—Lilian, cariño. Yo creo que debías decirles ya que estás esperando un bebé.
Ella se puso pálida pero sus padres se giraron a mirarla ilusionados con la noticia.
—Oh, Lilian. ¿Por qué no nos lo has dicho? ¡Cariño! —exclamó su madre.
La abrazaron entusiasmados y la besaron felices. Ella estaba sin poder reaccionar. ¡Cómo era posible que lo supiera! Consiguió su objetivo. Santiago solo le dijo que no descuidara a esa presunta niña, fuera o no hija suya, pues demostraba mucho a su favor, ocupándose de ella.
Cuando se fueron, Lilian lo miró.
—¿Cómo lo has sabido? —preguntó.
—Es evidente, cariño. Todas esas náuseas, y ese malestar continúo con vómitos, y que te sientas asqueada con olores y comidas que antes te gustaban. Pero dime ¿cuándo pensabas decírmelo?
—¿Te importa, acaso? No creo que te importe mucho.
—¡Que si me importa! Vamos, Lilian ¿A qué viene eso? ¡Claro que me importa!
—Me voy a divorciar de ti, tarde o temprano lo haré.
Se acercó a ella y sonrió.
—Siento fastidiarte los planes, querida. Pero ahora no puedes divorciarte. Vas a ser madre de mi hijo y no voy a permitir que crezca sin un padre a su lado. Y no me digas que puedes ponerme una demanda, porque si lo haces, exigiré su custodia. Contrataré al mejor abogado del país para conseguirlo y no te olvides de que todos tenemos un precio, todo se puede comprar y vender, Lilian, no lo olvides.
—Ahora me amenazas…
—No te amenazo. Te aviso para que lo tengas en cuenta. Te quitaré al niño, Lilian. Cuenta con ello. Tú no tienes nada que ofrecerle. Yo en cambio… Cualquier juez en su sano juicio me daría la razón. Mírate, ni tienes trabajo, ni dinero, ni donde caerte muerta, Lilian. Ni siquiera tienes dignidad. Y si tengo que buscar testigos para demostrar tu adulterio, lo haré. En realidad, no me hace falta. Ya los tengo.
Ella lo miró con rabia.
—Eres odioso.
—Dime, ¿qué piensas hacer si llegara el caso de un divorcio? ¿Vas a ir a vivir con tus padres de nuevo? ¿O vas a ir al hotel Princesa del Norte a ver si tu amigo te contrata para algo?, de camarera, quizás, o de recepcionista. Aunque pensándolo bien, hasta puedes hacer la calle. No creo que se te diera mal. Haz lo que quieras querida, pero el niño te lo quitaré, te lo juro. Haré lo que sea.
Ella lo miraba atónita.
—Y tú no quieres eso ¿verdad, cariño? —prosiguió su marido—. Has deseado tanto a ese hijo que no vas a renunciar a él. Iremos a juicio si quieres porque nunca firmaré…
A ella se le llenaron los ojos de lágrimas y él siguió hablando.
—No creo que quieras pasar por eso, ¿verdad, Lilian? Si pides el divorcio, iré por todo. Te dejaré sin nada. Te destrozaré…
Sonrió perversamente.
—Lo siento, preciosa, pero ahora estás en mis manos.
Lilian sabía que era capaz de eso y de mucho más.
Como toda madre, deseaba lo mejor para su niño. Tal vez debiera de asumirlo y resignarse un tiempo hasta que su futuro hijo fuera más que un bebé, para divorciarse de Alfonso. Se sacrificaría por él, aunque hicieran vidas separadas, aunque no se acostara con ella. Realmente no lo deseaba, en absoluto.
El único hombre que despertaba sus sentidos era Andrés. No había vuelto a verlo. Él había dejado de llamarla y de enviarle emails. Se había rendido.
Mejor así, pensó. Sin embargo, cuando abría el correo electrónico le quedaba un resquicio de esperanza deseando encontrar un mensaje suyo. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo había podido permanecer callado todo ese tiempo, cuando ella le confiaba todo e incluso le había hablado del sobre y las fotografías? ¿Por qué le había hecho creer que no conocía a su marido? No tenía justificación alguna. Para ella, no.
Andrés la había utilizado como una venganza personal contra Alfonso. Pero todos aquellos maravillosos detalles hacia ella… No, no te engañes más, Lilian. Olvídate de él, no merece la pena, pensó para sus adentros.
Ahora lo más importante de su vida era ese niño que llevaba en su vientre. Por su bebé haría lo que fuera.
♡
El miércoles Lilian aceptó la invitación de sus padres de ir a comer con ellos, ya que también iría la abuela, y le apetecía mucho verla.
Su padre le abrió la puerta y ella entró con una amplia sonrisa.
—Hola, Lilian —dijo el hombre, que se disponía a salir en ese momento.
—Hola, papá ¿a dónde vas?
Él le dio un par de besos.
—Voy a buscar a tu abuela que con lo que llueve…
—¿Quieres que vaya yo a buscarla? —preguntó sonriente.
—No, no. Ya voy yo. No te preocupes. Tu madre está en la cocina.
Ella hubiera preferido acercarse hasta casa de su abuela que vivía dos calles más arriba, en el mismo edificio que sus tíos, que tener que quedarse a solas con su madre. Temía que sacara a relucir el tema de Andrés de nuevo, ya que no perdía ocasión de hacerlo en cuanto tenía oportunidad.
Lilian dejó el paraguas en el paragüero y luego se dirigió a la cocina mientras se quitaba la gabardina.
—¿Qué tal, mamá? —preguntó acercándose a ella para darle un beso.
La mujer que estaba atenta al horno, se giró hacia ella y se dejó besar.
—Bien. Enseguida comeremos.
—No tengo mucha hambre.
—Pues he hecho lasaña por ti.
Ella sonrió.
—Gracias, mamá. Voy a dejar la gabardina en el perchero —dijo con la intención de escabullirse cuanto antes.
—Tienes que cuidarte, Lilian. Y si tienes que hacer reposo, no te preocupes, yo me encargo de todo…
—Todo está bien, mamá. No tienes por qué preocuparte —dijo acercándose hasta la puerta para dirigirse al pasillo. Pero Ángela no estaba por la labor de que se le escapara con tanta rapidez y antes de que saliera le preguntó directamente.
—Alfonso es el padre, ¿verdad?
Lilian ni la miró. La mera mención del nombre de su marido le crispaba los nervios.
—Mamá, por favor. No empieces.
—¿Ya está todo bien entre vosotros? —inquirió acercándose.
Lilian se encogió de hombros.
—No tienes por qué ocultarme nada, Lilian. Soy tu madre.
—No —confesó—. Las cosas están cada vez peor.
—Oh, Lilian. No me digas eso. ¿Qué ha pasado? —preguntó cerrando la puerta para no darle opción a que saliera.
Lilian no contestó.
—Vamos, Lilian. ¿Qué pasa? —dijo mirándola directamente.
—¿Crees que seré una buena madre? —preguntó su hija.
—Claro que sí. Pero bueno ¿es eso lo que te preocupa? Estás muy sensible ¿verdad? Suele pasar, tranquilízate, serás una madre estupenda —respondió sonriendo.
—Mamá, me quiero divorciar de Alfonso.
Ángela la miró atónita.
—Entonces el hijo es… ¿es de Andrés? —preguntó horrorizada ante la idea.
Lilian negó con la cabeza.
—No se trata de eso. Se trata de que no soy feliz con mi marido, mamá.
—Pero, ¿es o no el padre?
—No lo sé —respondió.
—Entonces has estado viéndote con Andrés todo este tiempo…
Ella no contestó. ¿Para qué negarlo?
—¿Dónde está tu dignidad? Has estado engañando a tu marido con otro, y ahora, ni siquiera… ¡Dios mío!
Ángela rompió a llorar mientras que Lilian desviaba la mirada avergonzada.
—¿Él lo sabe? —preguntó su madre—. ¿Alfonso sabe lo de Andrés?
—Creo que sí.
—Pero ¿te das cuenta lo que has hecho?
—Me da igual, mamá. El niño es mío y me importa muy poco quién es el padre. Es mío, ¿entiendes? Mío, es solo mío.
—Bien. Ahora me vas a escuchar —dijo su madre limpiándose las lágrimas y recobrando la compostura—. Esto no va a salir de aquí. Alfonso es su padre y no te plantees nada más. Ese niño no tiene la culpa de tus locuras. Pero, con ese sinvergüenza, ese depravado, sabiendo que estabas casada…
—Mamá —chilló Lilian—. Pero ¿te estás escuchando? No le das ninguna importancia a que Alfonso tenga una hija con otra mujer, a que me haya engañado con Eva y con quién sabe cuántas más, y te atreves a descalificar a Andrés de ese modo…
—Hija, ya sé que lo de esa niña no es para felicitarle, pero no estaba casado contigo. Cometió un error, sin duda, pero puedes perdonárselo. Y lo demás ¿todavía sigues creyendo que ha estado con tu prima? Por otro lado, piensa que si está enviando dinero a esa niña, está comportándose correctamente…
—¿Sabes, mamá? No entiendo tu odio hacia Andrés y tu amor hacia Alfonso, después de todo lo que me ha hecho.
—En este caso tienes que pensar en el niño, no en ti. ¿Quieres que crezca sin un padre, pasando necesidad cuando puede crecer en un hogar confortable, en que no le falte de nada, Lilian? ¿O acaso se lo vas a decir a Andrés? ¿Vas a hacer que se someta a una prueba de paternidad? ¿A cuál de ellos, Lilian? ¿A los dos? ¡Piensa con la cabeza por una vez!
Lilian la miraba incrédula.
—Solo te voy a decir una cosa, mamá. Sí tuve un lío con Andrés fue porque quise. Él no me sedujo, ni me engatusó como quieres creer. Me acosté con él porque me dio la gana y te aseguro que no me arrepiento. Nunca fui tan feliz. Si tuviera que hacerlo de nuevo, no dudes que lo haría. Le he querido siempre y sigo amándolo.
—Tienes una aventura con un antiguo amigo de la universidad y dices que es amor para no sentirte culpable. ¿No es así?
—No es ningún enamoramiento adolescente, mamá. No lo es. Lo que siento por Andrés jamás lo he sentido por Alfonso, te guste o no escucharlo, es la verdad.
—No es buen momento para esta conversación —afirmó Ángela al oír el timbre de la puerta—. Ya hablaremos…
—Ya abro yo —respondió Lilian, que todavía estaba con la gabardina en la mano.
El ambiente fue tenso por mucho que madre e hija trataron de disimular. Lilian se ofreció a hacer el café.
—Quédate en la silla, mamá. Ya lo traigo yo.
—Está bien.
Sentada a la mesa sopló el contenido de la taza que estaba demasiado caliente ante la mirada fija de su madre. Se bebieron el café en silencio.
—¿Qué os pasa qué estáis tan calladas? —preguntó la abuela extrañada—. ¿Va todo bien?
Lilian sonrió.
—Claro, abuela. Es que estoy algo cansada —contestó sonriendo.
—Sí. No tienes muy buena cara. Tienes que cuidarte, cariño.
—No te preocupes. Estoy bien.
Se sentía algo cansada, era cierto, pero también molesta por la discusión con su madre. Esta también lo estaba. Se le veía a lo lejos. Lilian decidió irse después del café. Le dio un beso a la abuela y se fue. Necesitaba estar sola. No deseaba discutir ni amargarse más. El ginecólogo le había aconsejado que llevara una vida tranquila, que no se alterara ni disgustara, pero muy a pesar suyo, no ganaba para disgustos entre unos y otros.
Su hermana Claudia apareció ceca de las ocho, antes de que Alfonso llegara a cenar. Ella agradeció su visita. No había cogido el teléfono a pesar de que había sonado varias veces, también desconectó el móvil.
—Ya sé que has discutido con mamá —dijo su hermana sentándose en una de las butacas.
—¿Te ha dicho el motivo?
—Me dijo que no soportas que hable mal de Andrés. ¿Te importa que fume?
—Pues sí me importa. Así que espera un segundo y sal al jardín después.
—Vale, vale. Oye, que yo no tengo la culpa de lo de mamá. No lo pagues conmigo —protestó Claudia.
—Perdona —se disculpó sonriendo—. Pero ¿no puedes esperar para fumar unos minutos?
—Claro, espero —dijo volviendo a guardar el pitillo en la cajetilla—. ¿Qué te dijo mamá?
—Aparte de llamar a Andrés de todo menos bonito… —lanzó un suspiro—. No entiendo esa fijación que tiene con él. Vale, no ha hecho las cosas bien, pero Alfonso se ha portado mucho peor y aún lo defiende. No me lo explico.
—Para ella es el yerno perfecto, ya lo sabes. Ni siquiera Enrique le llega a la suela de los zapatos, y eso que más bueno y complaciente conmigo, no puede ser. Pero ya sabes, Enrique solo es un dependiente de un centro comercial, no un importante arquitecto… —dijo sarcástica— como Alfonso Torres.
—Porque no lo conoce, mejor dicho, no quiere conocerlo. Si supiera cómo es de verdad.
—¿Por qué no te divorcias, Lilian? ¿Por qué lo aguantas?
—Ha amenazado con quitarme al niño, y no tengo la menor duda de que si se lo propone, lo logrará. Es capaz de acusarme de cualquier cosa, comprará testigos si es necesario. Sé que es muy capaz de hacerlo. Yo, lo conozco…
—Será cabrón. Pero no puedes ceder. No puedes permitirlo.
—No, Claudia. Nadie me va a quitar a mi hijo, jamás. Por él haré lo que sea. Al menos de momento…
Escucharon el ruido de un coche, era Alfonso que regresaba por una vez, más temprano de lo habitual.
—Hablando del susodicho… —exclamó Claudia—, mejor me voy a fumar un rato.
—Te acompaño.
Claudia la miró intrigada.
—Al jardín, no a fumar… —aclaró Lilian.
—Ah. Ya me parecía…
Alfonso las encontró en el jardín charlando. Como era de suponer no le agradó ver a su cuñada. Si no le gustaban mucho las visitas de la familia de su mujer, la de la hermana pequeña mucho menos.
Saludó sin entusiasmo y luego avisó de que se iba al estudio a revisar papeles.
—Avísame cuando vayamos a cenar —ordenó a Lilian—. Y si no te veo luego, Claudia, hasta otro día.
Lilian lo miró indignada. Estaba muy sutilmente echando a su hermana para que no se quedara a cenar con ellos.
—¡Alfonso! —iba a protestar pero Claudia la interrumpió.
—Tranquila, hermanita. En cuanto me fume otro pitillo, me iré. Además he quedado con Enrique para cenar.
Alfonso ya había entrado en la casa y ni siquiera se volvió a mirar a las dos mujeres que lo siguieron con la vista hasta que desapareció por el salón.
—Capullo… —murmuró Claudia por lo bajo.
♡
Andrés llegó a Londres una tarde lluviosa. Había alquilado un apartamento donde pensaba pasar unos cuantos meses. Conocía la ciudad a la perfección, tenía amigos y dinero suficiente en una cuenta bancaria para sobrevivir. No descartaba buscarse algo que hacer, como servir copas en algunos de los pubs y bares de viejos conocidos.
Se había cansado del hotel, de estar a las órdenes de sus hermanos, y no podía vivir en la misma ciudad que la mujer que amaba. Esa era en realidad la causa de su huida.
No podía soportar la idea de que Lilian estuviera tan cerca, pero tan lejos también. Ni siquiera habían vuelto a verse, ni a hablarse. Era como si cada uno viviera en cada extremo del planeta.
La idea de saber que seguía con Alfonso le dolía mucho más. Lilian había preferido seguir con su matrimonio, con su vida de casada a escogerle a él. Reconocía no haber hecho las cosas bien, si hubiera sido sincero desde el principio. ¿Acaso ella habría creído en sus palabras? Y John también había metido la pata hasta el fondo, porque en vez de arreglarlo, lo había estropeado con sus comentarios. Aunque había jurado no volver a hablarle, aceptó sus disculpas días después. John comprendió que se había equivocado y no tuvo justificación para decir por qué lo había hecho.
—¿Cómo has podido creer que estaba con ella por vengarme de Alfonso?
—No lo sé. Ya te digo que no tengo justificación. Si deseas que hable yo con ella, con Lilian…
—No, dejemos las cosas como están. No vayamos a liarla más. Si ella desea estar con su marido y salvar su deteriorado matrimonio, que lo haga. Allá ella…. —dijo dolido.
Odió a Alfonso por millonésima vez. No quería pensar que estuviera abrazando a Lilian, besándola, haciéndole el amor…
Él soñaba cada noche con ella, recordando sus besos, sus palabras, sus gestos...
Su madre se había llevado un gran disgusto al saber que se iba de nuevo a Inglaterra. Él le prometió que volvería, pues no se iba para siempre, pero ahora ya no estaba tan seguro. Tal vez fuera lo mejor, y volver solo en vacaciones, un par de veces al año.
Dos días después de su llegada decidió visitar a Maite. Se presentó en su casa sin avisar. Ella se quedó desconcertada al verlo pero le saludó con afecto.
—¡Cuánto tiempo, Andrés! Me alegro de verte.
La siguió hasta la cocina. Le sirvió una taza de té mientras hablaba de Rebeca, que estaba en el colegio.
—¿Harry?
—Está trabajando. Ha encontrado un nuevo empleo.
—¿Entonces os va mejor?
Ella se encogió de hombros.
—Vamos tirando.
Habló deprisa, nerviosa, deseando que Andrés se largara pronto. No deseaba conversar sobre Alfonso Torres, ni mucho menos sobre su mujer.
Pero fue él quien sacó el tema.
—¿Por qué tuviste que llamar a Lilian? —preguntó Andrés—. ¿Por qué no te limitaste a hablar con él?
—Era la única manera de que me hiciera caso. Llamé a su oficina varias veces y me colgaba el teléfono. No tuve otra opción.
—Lo estropeaste todo, Maite —alegó con voz triste—. Todo.
—¿Te refieres a tu relación con ella? No pensé que fueras en serio.
—Ah, ¿no? ¿Piensas que estaba con ella para vengarme de Torres? ¿Qué clase de persona crees que soy? Yo, jamás utilizaría a una mujer para algo así, y mucho menos a Lilian —replicó enfadado—. Lo mismo que John, no puedo creer que me conozcáis tan poco.
—Y ¿crees que era justo que tu amada Lilian siguiera viviendo en la ignorancia? ¿Por qué no se lo dijiste tú?
—Porque no me correspondía decírselo, ni a ti tampoco. Tarde o temprano se acabaría sabiendo. Era algo entre su marido y ella. Yo no tenía derecho a meterme en sus vidas —respondió irritado.
—Pero para liarte con ella no tuviste ningún escrúpulo. Para eso no.
—No tienes ni idea, Maite —negó con angustia—. Ni idea…
—Te conozco.
—No, no me conoces en absoluto. He estado toda la vida enamorado de Lilian, pero fui tan estúpido que no quise admitirlo nunca. ¿Por qué no me pediste dinero? Yo te hubiera ayudado. John también…
—Para ti es muy fácil. Nunca te ha faltado de nada. No has tenido problemas para pagar un alquiler, ni has tenido que estirar el sueldo para que te llegara hasta fin de mes. Tú sí que no tienes ni idea.
—Pero Lilian no tiene la culpa. Ella no es responsable de nada de lo que te ocurrió.
—Pero tiene todo lo que yo no he podido tener, Andrés. ¿No te das cuenta? Si él hubiera renunciado a ella, entonces… Pero más que nada lo hice por él, quería vengarme de ese cabrón. Él me lo advirtió, me dijo que no apareciera nunca en su vida —soltó una risa amarga—. Lo único que he buscado es destrozar su maravillosa existencia, su idílico matrimonio, aunque tuviera que arrastrarla a ella en su caída. Lo siento por tu Lilian, pero era imposible que pudiera salir ilesa de esta situación.
Él la miró con tristeza.
—¿Sabes? Yo podía haber estado en su lugar. Con Alfonso no me hubiera faltado de nada. Hubiera podido hacer la vida que siempre deseé. Dedicarme a otras cosas. No tener que pasarme todo el puto día sirviendo copas. Fui una imbécil al creer que lo pescaría, que un hombre como él iba a enamorase de una pobre desgraciada como yo. Fui una ilusa. Él me quería como amante, pero para casarse prefirió a tu Lilian… ¿Qué coño tiene esa tía para que os haga perder la cabeza? Hasta tú. Tú que siempre dijiste que no te comprometerías en serio con nadie...
Andrés la miraba confuso.
—¿Me estás queriendo decir qué deseaste quedarte embarazada? —preguntó alterado.
—¿Te sorprende? No, no te sorprendas. Pensé que era una buena salida, pero me equivoqué.
—Aún recuerdo cuando llegaste llorando a decirnos que estabas embarazada, y que Alfonso no deseaba saber nada. Y ahora me dices que lo buscaste a propósito —dijo alzando la voz.
—No mentía. Sabes que no quería hacerse cargo.
—Pero casi nos hiciste creer que te había violado, Maite. ¡Joder!
Ella no respondió.
—Y luego lo que pasó. ¿Te das cuenta de que estás viva de milagro?
—Sí, Andrés. Lo sé.
Él la miró furioso.
—¿Sabes cómo se sintió Lilian cuando se enteró? No solo por su marido, también por mí. Piensa que lo hice por venganza, que la utilicé…
—Lo hice por Rebeca, no por mí.
Él se quedó callado.
—Si tanto la quieres, vete por ella. Por tu Lilian.
Él sonrió sarcástico.
—Si fuera tan fácil. No ha querido recibirme, no responde a mis mensajes, ni a mis emails. Me ha colgado el teléfono cientos de veces. Dijo que no quería volver a verme en su vida. La he decepcionado. Me odia.
—Y sigue casada con Alfonso. Eso es que no le va mal ¿No te parece? Tal vez se divirtió contigo, nada más y esté con él por interés. Por la posición económica.
Él negó con la cabeza.
—Te equivocas. Lilian no es ambiciosa. No es como tú… —recalcó a propósito.
Maite bajó los ojos.
—Será mejor que te vayas, Andrés. Tengo muchas cosas que hacer —respondió molesta.
—Está bien. No te molesto más. Si quieres que me vaya, me voy.
—Sí, por favor. Harry está a punto de llegar y no quiero hablar de este tema delante de él. Ni quiero que te vea aquí.
—¿Por qué? Que yo sepa siempre nos llevamos bien.
—Pero no quiero sacar temas del pasado. Él quiere mucho a Rebeca y le molesta que nombre a Torres.
—¿Fue él quién te persuadió para que lo llamarás? —preguntó.
Ella no respondió, así que a Andrés no le quedó la menor duda de que Harry la había convencido para que le pidiera más dinero al supuesto padre de su hijastra.
Maite lo acompañó hasta la puerta.
—¿Le dirás algún día a Rebeca quién es de verdad su padre?
—Cuando pueda entenderlo, sí, claro. Se lo diré.
—¿Sabes lo más gracioso de todo? Con Lilian no ha sido capaz de tener hijos. Ella se muere por ser madre y en cambio…
Ella se quedó pensativa.
—Y es muy probable que no los tenga nunca.
Él la miró confuso.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, olvídalo.
—No, ¿qué acabas de decir?
—Lo siento, Andrés. Tengo que irme a trabajar. Ya hablaremos otro día.
Le cerró la puerta sin que él pudiera hacer nada por impedirlo.
Andrés se quedó intrigado. Tendría que volver a verla y preguntarle. ¿Por qué habría dicho eso? ¿Qué quería decir exactamente? No podía referirse a que Alfonso no pudiera tener hijos, Rebeca era la prueba… a no ser que no fuera de Alfonso, como ella había hecho creer a todo el mundo.
Pero si no era suya ¿por qué había estado enviándole dinero desde incluso antes de su nacimiento?
No, no tenía sentido. Durante la época que Alfonso visitaba el pub, Maite no salía con nadie. Aparte de su relación, no le había conocido otra. Ni siquiera John había salido con ella, claro que este entonces tenía una novia inglesa llamada Jenny, una relación que tampoco había llegado a buen puerto.
Rebeca tenía que ser hija de Alfonso. Maite trabajaba muchas horas en el pub. No podía tener tiempo para ver a nadie más, excepto a Torres, con el que había empezado a salir a menudo entre semana y a veces, hasta muy tarde, quitándole horas al sueño. Recordaba cómo había días que se quejaba de estar agotada por haber dormido poco y solo salía con el arquitecto. Rebeca tenía que ser fruto de esa relación. ¿Por qué habría dicho eso? Le estuvo dando vueltas el resto del día, imaginando teorías posibles, pero no llegó a ninguna conclusión clara.
Tendría que hablar con Maite de nuevo. No pensaba quedarse con la duda de su misteriosa afirmación: Y es muy probable que no los tenga nunca.