24
Lilian miraba los escaparates de una tienda de artículos de golosinas y regalos que estaba en el mismo hotel, cuando sintió que alguien la abrazaba por la cintura.
—Hola… —le susurraron al oído.
Se volvió a mirarlo y sonrió al ver Andrés.
—¿Qué haces? —preguntó él después de darle un beso en la mejilla.
—Nada, solo estaba mirando.
—Ven… te compraré algo… —dijo cogiéndola de la mano y tirando de ella.
—No, no hace falta…
Entre risas entraron.
—De verdad, Andrés, que no… además aquí no hay más que dulces y muñecos…
—Tú, calla y espera ahí.
Se acercó a una estantería y cogió un oso de peluche.
—¿Te gusta? —preguntó.
—Me encanta —contestó ella.
—Bien, ahora te dejo. Tengo una reunión. Te veo más tarde. Ya le he dicho a Lola que lo pagaré luego.
La besó en la mejilla.
—Me quedaré a curiosear por aquí un poco —dijo Lilian.
—De acuerdo.
Él salió después de guiñarle un ojo y lanzarle un beso en el aire.
Lilian se giró y vio a Lorena, que los observaba desde lejos. Se sorprendió. Últimamente parecía que los estaba siguiendo. La encontraban en todas partes.
Lorena sonrió pero ella no devolvió la sonrisa. Fue hacia ella.
—¿No tienes otra cosa que hacer qué seguirnos? —preguntó molesta.
—Perdona, pero no os estoy siguiendo.
—Pues ¡Quién lo diría! Porque estás en todos los sitios a los que vamos. Puedes dejar de hacerlo, si quieres ver a Andrés solo tienes que ir a su despacho. Sabes muy bien por dónde se mueve.
Se volvió. Lorena alzó la voz de modo que hasta Lola la encargada de la tienda y su ayudante, que se encontraban al fondo, la pudieron escuchar con claridad.
—Pregúntale a Andrés a quién llamó cuando estaba en la montaña.
Lilian se volvió a girar hacia ella.
—¿Disculpa? —dijo.
Lola y la joven empleada las miraban muy atentas.
—Nada, pregúntale. A ver qué te responde… —respondió sonriendo.
Luego dio media vuelta y salió de la tienda.
Era evidente que no despertaba mucha simpatía en la joven. ¿Qué motivos tendría? Andrés, no podía ser otro. Pensó que desde el principio había notada un extraño comportamiento en ella. Trataba de ser agradable, pero nunca lo consiguió del todo. Le resultaban muy falsas sus sonrisas. No parecía haberse equivocado.
Decidió no pensar más en ella. Se acercó a una estantería y cogió una caja de bombones. Luego se acercó a pagar.
—¿Cuánto es? —preguntó sin levantar la vista.
—Quince euros.
Sacó el dinero de la cartera.
—¿Me permite el peluche para quitarle la alarma?
—Ah, sí, claro… Perdone… no me había dado cuenta. ¿Cuánto le debo?
—Por el oso, nada. El señor Salgado se encargará de abonarlo.
Ella se sonrojó sin poder evitarlo.
—Gracias. Adiós.
Salió con paso apresurado. Miró el reloj. No pensaba quedarse a esperar que él acabara la reunión.
Sabía que no tenía ningún derecho a decirle nada a Andrés, pero lo que había oído de labios de Lorena, no le gustó nada. ¿Se habría acostado con ella? Sintió celos solo de pensarlo. Pero no... no pensaba caer en la imprudencia de preguntarle nada. Sabía perfectamente que habían sido pareja, pero Andrés le había jurado que ya no le interesaba lo más mínimo.
Había quedado con su madre, su abuela y su hermana para comer. A Claudia le había dicho hacía tiempo que lo de Andrés se había terminado, lo mismo que a su madre. ¡Soy una tremenda mentirosa! Se dijo a sí misma mientras conducía. ¿En qué se estaba convirtiendo? Miedo le daba pensarlo. Tenía que dejar a Alfonso.
No podía seguir así. Se sentía incapaz de seguir mintiendo… ya no podía más.
♡
Por la mañana se sintió mareada. Tuvo nauseas. Pensó que de nuevo sería una gastroenteritis como la última vez.
Así se pasó el resto de la semana. Y por una vez consideró la posibilidad de estar embarazada.
El timbre sonó. Era el cartero que le traía un sobre certificado. Lilian lo cogió y después de firmar, lo miró con detenimiento. En el remite pudo leer: Miss Brady, y una dirección de un apartado de correos. Ella no conocía a ninguna Miss Brady, porque el sobre iba dirigido a ella, no a Alfonso.
Lo abrió con curiosidad. Unas fotos de una niña de unos seis o siete años, nada más. Ninguna carta, ninguna tarjeta… nada.
Observó las fotos con atención. Había algo en el rostro de la niña que le sonaba familiar, pero por más que pensó no logró entenderlo. Cuando volviera Alfonso por la noche le preguntaría. Tal vez él supiera algo. Lo dejó sobre la cómoda y no se preocupó más del tema.
Si Lilian se hubiera fijado en la expresión de Alfonso al mirar las fotografías podía haber intuido que sabía algo relacionado con el extraño sobre, pero estaba cogiendo los platos del armario para servir la cena, y le daba la espalda mientras hablaba, comentando que lo había traído el cartero por la mañana.
Alfonso observaba las fotos, ya impasible, cuando ella se volvió hacia él.
—No tengo ni idea, Lilian. Puede que sea una equivocación. O una broma…
—¿Una equivocación? ¿Van a enviar un sobre certificado a mi nombre desde Londres para gastarme una broma? No tiene sentido. La persona que ha enviado esas fotos no solo sabe cómo me llamo sino que también conoce mi dirección exacta. ¿No te parece raro?
—No sé… hay gente muy loca.
—No… —dijo cogiendo una de las fotos y mirándola con atención—. Estoy segura de que estas fotos quieren decir algo…
Alfonso la miró.
—Vamos, Lilian. ¿Te vas a poner a jugar a los detectives ahora? Alguien se ha equivocado. Serán para otra Liliana y ha confundido la dirección. O tal vez piensen que esto una agencia de publicidad y mandan fotos para un casting…
Ella lo miró incrédula.
—Pero qué tontería estás diciendo, Alfonso.
Él se irritó.
—Basta ya —exclamó con rabia—. Ya tengo bastantes preocupaciones como para preocuparme también por esto. Me importa muy poco quien te envía esto ni por qué… tú sabrás.
—¿Yo? No tengo ni idea, Alfonso. No conozco a ninguna Miss Brady… ni tampoco a esta niña.
—Será tu amiga Olga.
Ella una mueca de burla.
—Olga viven en Suecia, no en Londres…
—Pero tiene una hermana allí ¿No?
Ella se encogió de hombros.
—Y…
—Puede que su hermana te haya enviado una foto de su hija. Yo qué sé…
—¿Así? ¿Sin una carta, ni una postal? No, no lo creo…
Alfonso cogió las fotos y las rompió ante la mirada atónita de Lilian.
—¿Qué haces? ¿Por qué las rompes? —preguntó enfadada.
—Quiero cenar, Lilian. Y no seas pesada con las malditas fotos. No sé ni quién es, ni me importa una mierda averiguarlo.
Salió furioso de la cocina y se dirigió al salón.
Maldita sea, pensó. Miss Brady estaba jugando con fuego e iba a acabar quemándose.
♡
El teléfono sonó a la siete de la mañana. Lilian descolgó agitada. No eran horas para llamar un sábado a no ser que hubiera ocurrido algo importante.
—¿Diga?
Pero nadie respondió nada, aunque estaba segura de que había alguien al otro lado de la línea. Repitió la pregunta en tono más alto, mientras que Alfonso se incorporaba y la miraba.
Colgó al preguntar por tercera vez y no obtener respuesta.
—¿Qué pasa?¿Quién es?
—No lo sé. Pero sea quien sea, no son horas de despertar a nadie.
Alfonso aseguró que se habrían equivocado pero pocos segundos después volvió a sonar y ocurrió lo mismo. Diez minutos después cuando habían vuelto a meterse entre las sábanas el teléfono replicó de nuevo. Dejaron que sonara ocho veces, hasta que Alfonso descolgó.
—¿Se puede saber quién es? —preguntó furioso.
—¿Has mirado el correo? —preguntó una voz femenina.
—¿Cómo?
Colgaron.
—¿Han dicho algo? —preguntó Lilian.
—No. Me pareció, pero no dijeron nada. Será alguien que no tiene nada que hacer. Duérmete. Es temprano aún.
Has mirado el correo, se preguntó Alfonso.
¿Se referiría al correo electrónico o el sobre que había recibido con las fotos? El asunto no le gustaba nada. Se le iba de las manos. Miss Brady se estaba equivocando, y mucho. Él no estaba dispuesto a permitirlo.
Aunque volvió a dormirse, su mujer no fue capaz. Permaneció inmóvil mirando al techo.
Y aquel sobre con las fotos, ¿qué significaba? Tenía una teoría pero no quería creerla. No podía ser. Y si era lo que pensaba… ¿Quién era la madre de la niña?
♡
Ángela seguía sospechando que su hija se veía con Andrés. Y lo que le parecía realmente extraño es que Alfonso no se hubiera dado cuenta. El día anterior había salido a tomar un café con su prima, Gracia, la madre de Eva.
Ésta no había dejado de alabar a su hija, asegurándole que había hecho un buen negocio con traspasar la tienda, ya que ganaba más con la renta del local que vendiendo antigüedades.
Hablando de todo un poco, y más centrándose en los vástagos de cada una, Gracia dejó caer insinuaciones de la propia Eva acerca de Lilian y un amigo especial.
A su prima no le agradó la insinuación y saltó en defensa de su hija, asegurando que era algo infundado porque lo que la unía a Andrés era una bonita amistad desde hacía muchos años.
Gracia, sonrió complaciente.
—Claro, mujer. Nadie puede pensar eso de Liliana.
Ángela también sonrió pero por dentro estaba indignada, tanto que por primera vez se lo comentó a su marido. No lo que sabía, sino las sospechas.
—Esos dos tienen problemas —comentó refiriéndose a su hija y Alfonso.
—No puedes meterte, Ángela. Ya no son unos niños. Y si tienen problemas ellos lo solucionarán.
—Sí, pero si su matrimonio se rompe…
—Espero que seas lo suficientemente sensata como para no inmiscuirte en sus vidas. Y si por casualidad les va mal y se separan, Lilian necesitará de nuestro apoyo.
—Eso si la culpa es de Alfonso, pero si es de ella…
—Si es de Lilian, también. Es mi hija. Y si decide dar ese paso por su cuenta, tendrá sus razones. Lilian es una mujer inteligente, y pienso apoyarla haga lo que haga. Y tú no le impongas nada. Ya es mayorcita.
Ángela no respondió. Sabía que Santiago era demasiado bueno como para querer ver errores en ninguno de sus hijos, y mucho menos en Lilian, por la que sentía especial predilección.
♡
Andrés había recibido un correo electrónico de Lorena preguntándole si podían quedar para comer. Él no vio nada malo en hacerlo. Además deseaba hablar con ella. Y por otro lado, sabía que no iba a poder citarse con Lilian porque difícilmente se veían los fines de semana.
—Me sorprendes que hayas aceptado —dijo Lorena.
—No sé por qué piensas eso —contestó sonriendo.
Lorena se tocó el pelo y sonrió.
—Como no te separas de Lilian…
—Precisamente de eso deseaba hablarte.
Lorena lo miró confusa.
—Quiero que dejes de competir con ella.
—¿De qué estás hablando?
—Últimamente, pareces seguirnos a todas partes. Me llamas. Me envías correos, mensajes al teléfono… y has comentado a medio hotel, incluido a mi hermano Juan, que me veo con Lilian. Lo siento, Lorena, pero ya te dije una vez que no es de tu incumbencia.
Ella se ofendió.
—¿Y qué pasa con nosotros?
—Eso se terminó. Lo sabes.
—Pero siento algo por ti. Y ella está casada, yo estoy libre.
Él tardó un momento en contestar. No sabía por dónde salir.
—Mira comprendo que estés enfadada. Pero ya te dije en Navidad que no, Lorena. Lo siento, pero no puedo verte más que como a una amiga.
El camarero se acercó para preguntar que deseaban.
—Yo nada —exclamó Lorena al tiempo que se levantaba—. Que te vaya bien, Andrés —dijo al tiempo que se abrochaba los botones de la chaqueta, sin pararse a mirarlo.
Salió con paso apresurado dejándolo solo en la mesa.
—¿Usted, señor? —preguntó el joven.
—De momento, una cerveza —respondió sin gana.
—Muy bien.
Lorena echaba chispas. No podía entender que Andrés pudiera estar tan hipnotizado por Lilian como para no querer nada con ella. Recordó con rabia cómo en Navidad cuando se presentó en el hotel de la montaña, dispuesta a proporcionarle un poco de compañía, él se negó. La compañía que él deseaba no era precisamente la de la cama, solo pretendía charlar, pasar el rato, ver una película en el DVD, tomarse una cerveza… y la muy tonta se había creído que terminaría las dos noches que estuvo allí disfrutando de algún encuentro sexual. Qué ilusa había sido.
Era cierto que en los últimos días los había estado observando e incluso seguido para ver donde se metían. No salían apenas del hotel, suponía que para no encontrarse con nadie conocido que pudiera causarles problemas. A veces comían juntos en el restaurante, otras en la cafetería, y solían encerrarse en la habitación trescientos trece. Y pensar que el marido de Lilian no sabía nada… Tal vez había llegado la hora de que se enterara de algo. Si eso le servía para dejarle camino libre hacia Andrés, merecería la pena intentarlo.
Había hecho algunas fotografías con el móvil. Ahora solo faltaba saber cómo podría hacérselas llegar, sin que su mujer la interceptara. Tenía que averiguar el sitio exacto donde trabajaba Alfonso Torres.
De ella no se iba a reír Andrés, y mucho menos su amante. Debería caerles la cara de vergüenza, sobre todo a ella.
Sonrió al pensarlo. Era como en las películas. Tendría que estudiar muy bien su plan, para no cometer errores. Empezaría por telefonear a la casa. Luego ya vería lo que iba a decir dependiendo de quién descolgara.
♡
Durante varios días el teléfono sonó a diversas horas. No se podía ver el número de identificación de llamada. Lilian empezó a ponerse nerviosa cada vez que lo oía sonar. Y Alfonso, mucho más. Ella estaba dispuesta a ir a la compañía de teléfonos para pedirles un cambio de número, pero Alfonso no lo consideró oportuno debido a los numerosos contactos que tenía por su trabajo y que lo llamaban a casa.
Consiguió ver a Andrés el miércoles. Aquella mañana si se había sentido mal y con náuseas, pero aparte de eso, estaba bien. De todos modos ya había pedido cita con el ginecólogo. Iría en quince días, aunque pensaba comprarse un test de embarazo en la farmacia antes. No le comentó nada de sus sospechas.
Lo que sí le explicó fue lo de las llamadas y también lo del sobre con las fotografías.
Andrés cambió de color cuando escuchó las palabras de Lilian. Enseguida mostró interés por lo que había dicho Alfonso, ella se lo explicó.
—Yo hasta tengo una teoría… —comentó ella.
—¿Sí? ¿Cuál?
—Que esa niña sea hija de Alfonso —afirmó con voz triste.
Él no respondió nada. Se quedó callado. Luego ella le preguntó si también lo veía factible.
—No sé, Lilian. ¿Por qué no se lo preguntas?
Ella se encogió de hombros.
—No sé. Pero tal vez lo haga…
Andrés sonrió aunque se mostró inquieto. Debía de ponerse en contacto con Maite ya, sin falta. En cuanto Lilian se fuera, la telefonearía a Londres.
No pudo evitar sentirse culpable una vez más.
Mientras Lilian y Andrés mantenían esa conversación, Alfonso recibió una visita de alguien que no esperaba. Una joven deseaba verlo, aseguró que solo serían unos minutos y no le quitaría nada de tiempo.
—Está bien. Hazla pasar —le dijo a su secretaria.
La muchacha entró.
—Buenas, tardes. ¿Me recuerda?
Él la miró con detalle. Al principio dudó, pero luego la reconoció.
—Pasa y siéntate… ¿En qué puedo ayudarte?