09
Al día siguiente, Lilian se sentó ante el ordenador y decidió escribir un email a Andrés. Prefería darle una respuesta escrita a tener que llamarlo por teléfono:
Hola, Andrés.
Tal y como imaginaba, Alfonso me ha dicho que no. Se ha puesto furioso y está enfadadísimo. Y no quiero problemas, Andrés. Lo siento.
Lilian
A él no le sorprendió esa respuesta. En el fondo la esperaba. Iba a responderle amablemente que lo entendía y no se preocupara, pero cuando iba en la tercera palabra borró el mensaje y empezó de nuevo:
Lilian, no puedo creer que le permitas algo así. No estamos en el siglo xv. Tienes derecho a hacer lo que te apetezca. ¿Por qué quiere enclaustrarte en casa? No cedas, Lilian. Tú no eres así. No es tu dueño, es tu marido, no lo olvides.
Un beso.
Andrés
Estaba convencido de que Alfonso por nada del mundo quería que se acercara a su mujer por motivos obvios: no solo que pudieran sentirse atraídos el uno por el otro; también porque le atemorizaría que descubriera cosas que, evidentemente, Lilian ignoraba.
Ella leyó la respuesta pocos minutos después. Se sintió abatida. Lo que decía Andrés era cierto pero estaba cansada de discutir, de enfrentarse a su marido un día sí y otro también.
No habían vuelto a hacer el amor. A ella no le apetecía y Alfonso había reaccionado poniéndose como una fiera la noche anterior. Incluso se fue dormir a otra habitación, dejándola sola. Para colmo faltaban dos días para la fiesta de la abuela. No se sentía con ánimo para ninguna celebración y menos que se reuniera toda la familia. Detestaba fingir que su matrimonio era perfecto.
De pronto una idea se le cruzó por la mente. Iba a fastidiar a Alfonso invitando a Andrés. Podía hacerlo. Toda su familia lo conocía. Era un viejo amigo. Su abuela aún lo recordaba con mucho cariño. Y esa era la excusa que pondría. Darle el gusto a su abuela de tenerlo allí. Sabía que la mujer le seguiría el juego. Así que no lo dudó. Volvió a escribirle:
Hola, Andrés
He estado hablando con mi abuela de ti. Ya sabes, recordando viejos tiempos. Le apetecería mucho volver a verte. Así que me gustaría que vinieras aunque solo fuera media hora a su cumpleaños. Te lo pido como un favor. Hazlo por ella.
Lilian.
PD. Si te es totalmente imposible, lo entenderé de todos modos.
Esperaba ansiosa su respuesta y cada poco se acercaba al ordenador para abrir el correo electrónico sin encontrar nada.
La llegada de sus padres y su hermana para dejar finalizados todos los detalles de la fiesta hicieron que se olvidara del tema. Alfonso había partido para Madrid esa misma mañana y no volvería hasta el día siguiente. Ni siquiera la había llamado, claro que estaba muy enfadado. Ya se le pasaría, pensó Lilian. Ella podría tener un día de lo más tranquilo sin tener que preocuparse por él.
♡
Andrés volvió a leer el email que tenía delante. No salía de su asombro. Lo invitaba a la fiesta en la que además de la familia de Lilian, estaría Alfonso.
Se pasó la mano por la frente echándose el pelo para atrás mientras meditaba la situación. Una parte de él quería ir a ese evento; ver a la abuela de su amiga era un motivo de agrado pues la recordaba con mucho afecto. Estar junto a Lilian era la mejor propuesta que podían hacerle, pero codearse con Alfonso Torres no era un plato de buen gusto mirara por donde lo mirara. Y mucho menos si recordaba que en Londres…, no, no quería pensar en ello.
Cerró el correo y se levantó de la silla. Necesitaba tomar algo frío y recapacitar antes de darle una respuesta. Al salir del despacho se encontró con Lorena.
—Hola, Andrés.
Él hizo una mueca a modo de saludo y continuó su camino.
—Andrés, necesito hablar contigo. Espera.
Él se giró.
—Dime…
—Sobre lo de la exposición. ¿Va a ayudarme esa amiga tuya? ¿O busco a alguien por mi cuenta? —preguntó acercándose a él lo más posible.
—No lo sé. Espera un par de días y ya te diré.
Ella puso gesto de fastidio.
—No puedo esperar, la necesito ya. ¿A qué espera para darte una respuesta? ¿Tanto lo tiene que pensar?
—Ya te lo diré, Lorena. Ahora déjame. Estoy muerto de sed, voy a tomar algo.
Ella preguntó si podía acompañarlo y él aceptó pero le advirtió que no deseaba hablar más de trabajo.
Lorena había estudiado Bellas Artes y había conocido a Andrés porque uno de sus hermanos estaba casado con una prima suya. Se gustaron desde el primer momento y no tardaron en establecer una relación de pareja aunque ella solo tenía veintiséis años.
Los dos decidieron que estar juntos no significaba compromiso alguno. Tendrían libertad para entrar y salir, y no se pedirían explicaciones, aunque dejaron claro que ninguno aceptaría una posible infidelidad del otro. En un principio les fue bien pero cuando a ella le dio por querer acapararlo para sí, alejándolo de las amistades y cercándole el terreno, negándole libertades, Andrés salió huyendo.
En el fondo ella seguía sintiendo algo por él aunque por nada del mundo deseaba demostrárselo.
Aquella noche no solo tomaron una cerveza fría, también cenaron juntos, tomaron unas copas y acabaron en la cama. Cuando al día siguiente Andrés despertó a su lado, se sintió fatal. No deseaba hacerle ningún daño, ni que se ilusionara con él. No la amaba. Había sido solo sexo, sin más. Temía que ella hubiera malinterpretado lo sucedido.
Por su parte, Lorena también sabía que no significaba nada, pero el hecho de tenerlo en su lecho junto a ella era suficiente. Pensó que lo mismo que había caído una vez, podría caer de nuevo. Solo había que darle tiempo al tiempo y no atosigarlo. Se tomó muy bien que él se lo dejara claro durante el desayuno.
—No te preocupes, Andrés. Los dos queríamos sexo. No es culpa tuya. En tal caso es culpa de los dos. No te agobies. No te sientas culpable para nada.
En ese momento él se acordó de Lilian. Todavía no le había dado una respuesta al email. Miró a Lorena y se le ocurrió una brillante idea. La llevaría con él, como una amiga. Así Alfonso no se sentiría violento ni amenazado con su presencia. De otro modo si ambas mujeres iban a colaborar juntas, sería una buena forma para que se conocieran. Quizás así el arquitecto pudiera verlo de otro modo. Después de todo, no pensaba quedarse mucho tiempo en la casa.
—Mañana, vendrás conmigo y conocerás a Lilian.
Lorena le miró.
—¿A dónde? —preguntó extrañada.
—A un cumpleaños. La abuela de Lilian cumple ochenta y cinco años. Estamos invitados.
Lorena abrió los ojos sorprendida.
—¿Quéeeeeeeeeeee?
♡
Mientras tanto Lilian repasaba la lista de los preparativos para la fiesta asegurándose de que no olvidaba nada. Pensó que Alfonso se haría el invisible como solía hacer siempre. A él no le gustaban nada las reuniones de familia sobre todo si los invitados sobrepasaban la media docena. En este caso, Lilian contó veinte personas, eso sin incluir a Andrés, si es que al final decidía acudir.
Su madre tenía dos hermanos que irían acompañados de sus mujeres y sus hijos. Luego estaría Eva con su madre, Gracia y el marido de esta, y ellos, los Marcos, sin contar a Nicolás que no podía desplazarse desde Tenerife por causa de su trabajo, el novio de su hermana, y la mejor amiga de su abuela, Felisa.
Cuando Alfonso miró la lista de invitados puso una mueca de disgusto.
—¡Qué cantidad de gente! —exclamó irritado—. ¿Hace falta que vengan todos? Pensé que seríamos nosotros con tus padres y la descerebrada de tu hermana con su novio.
—¡Deja de meterte con mi hermana! ¿Quieres? —protestó Lilian—. Solo tiene veintitrés años. Cuando uno es joven se tienen otras ideas, ya te lo he dicho muchas veces. Claro que tú nunca has sido joven —exclamó sarcástica.
—No te hagas la graciosa. Se puede ser joven y ser más normal.
—Si no querías que vinieran, haber dicho que no cuando te preguntó mi madre. Ahora te aguantas. Pero ya sé, te encanta de ir de «yerno perfecto» —afirmó molesta con cierto retintín.
—Lo hago por tu abuela, Lilian. Nada más que por ella, que te quede claro.
—Todo un detalle… —murmuró Lilian por lo bajo.
Él la miró, movió la cabeza de un lado a otro y salió del salón para ir a su estudio. En ese momento sonó el teléfono. Lilian se apresuró a cogerlo y resopló cuando vio en la pantalla el nombre de su madre.
—Hola, mamá.
Ángela llamaba para preguntar si deseaba que fuera temprano para ayudarla. Lilian sabía que le encantaba ser la anfitriona de todos los festejos y organizarlos.
—No hace falta, mamá. No te preocupes. Lo tengo todo controlado. Además te recuerdo que es un catering, casi no tenemos que hacer nada.
—Bueno, de todos modos, iré pronto con tu hermana por si acaso.
—Como quieras, pero te aseguro que no hace falta.
—Es igual. Iré de todos modos.
¿Para qué preguntará, entonces?, se dijo Lilian.
—Bien, haz lo que quieras —respondió al fin.
Su madre percibió que no parecía decirlo con mucho entusiasmo. Lanzó un suspiro después de colgar el auricular. Parecía que nunca acertaba. Estaba convencida de que Lilian no hubiera regresado nunca a la ciudad de no haber sido porque Alfonso ambicionaba con anhelo ese puesto en la empresa. Lo de mudarse de un lado a otro parecía que a su hija le había entusiasmado, como si estar lejos de la familia fuese lo más apropiado. ¡Qué equivocada estaba! Pensó.
♡
Ya por la noche al mirar el correo electrónico se encontró con un email de Andrés. Cuando leyó la respuesta, se quedó pasmada:
Lilian,
Iré a la fiesta, acompañado de Lorena, así la conocerás y hablaremos con tu marido sobre lo de las exposiciones. Envíame respuesta adjuntando tu dirección y la hora a la que deseas que vayamos.
Un beso.
Andrés
Lilian respondió de inmediato. Luego se quedó pensativa preguntándose si habría hecho bien con la invitación a Andrés. En menos de veinte horas lo averiguaría.